LA NACION

Qué tiene en la cabeza Gallardo: cómo piensa y qué hace en la previa de otra final con River

El DT millonario no descansa ni cuando duerme: “El ganar es como el buen pasar, trae relajo. Ahí está el punto clave, en haber sido exigentes con nosotros mismos para sostenerno­s”

- Ariel Ruya

LIMA.– No lo podía comprender. No le entraba en la cabeza que ese volante hábil, pícaro y descontrac­turado tomara tan malas decisiones. Se imaginaba él, en esa misma posición, haciendo todo lo contrario. Obsesivo: agarrar el control y saber cuándo acelerar y cuándo frenar lo es todo. Lo subraya en sus informes, en los libros. Cuando puede, lee. Tiene la habitación repleta de obras vinculadas con el fútbol, biografías de liderazgo. Volvía a cometer el mismo error, ese de salirse de su eje, hasta que un día, Matías Biscay, el hermano de la vida, el otro entrenador, le frenó el impulso: “Si seguís enojándote así, vas a arruinar tu carrera, la vas a pasar muy mal”.

Esas palabras son su guía, aunque de vez en cuando las olvida, cuando toma el bolígrafo y anota, anota todo lo que le pasa por la cabeza. “Liderar es convencer”, suscribe el entrenador más grande de la historia de River. Marcelo Gallardo alcanzó 15 finales en cinco años y medio. Dos Libertador­es, otra en etapa de definición. Este sábado, con Flamengo. Qué tiene en la cabeza, cuáles son sus obsesiones, sus miedos. La verdad, la mentira, el triunfo, la derrota. La cabeza y los pies. Se desvive por la (alta) competenci­a. Se descoloca con la duda: no la tolera. Y todo eso, aún más, cuando las horas son decisivas.

“Más arriba que esto, no hay nada. ¿Qué hay después de esto? Nada”, susurra aquella noche para siempre de Madrid, casi un año atrás. Y sin embargo, aquí está, en una práctica en un predio limeño, dispuesto a dar el zarpazo final frente al gigante. Flamengo lleva 25 partidos sin perder:

Fueron 20 victorias y 5 empates; 57 goles a favor y 17 en contra. River está desgastado en lo mental, en lo físico. Araña un triunfo frente a Estudiante­s de Caseros, un conjunto del ascenso, y alcanza la final de la Copa Argentina. Pierde en su casa frente a Rosario Central, que compite por no descender. Y sin embargo, River es River, porque Gallardo es Gallardo. Su mentalidad es el combustibl­e.

“Acostumbra­rte a ganar tiene un sabor muy especial. Creo que a todos nos gusta acostumbra­rnos a ganar, no debe haber nadie en el fútbol al que no le guste ganar y después seguir con esos hábitos. Pasa que no es fácil, porque para estar siempre más cerca de ganar tenés que hacer muchos más méritos que el rival; así y todo cuando vos ganás, los rivales se hacen todavía más duros, porque sos el equipo al que todos le quieren ganar. Si vos no estás preparado –y hablamos de una fuerza mental–, es muy fácil relajarse. Cuando ganás, por más que a vos te guste ganar, ganar y ganar… ganar trae relajo”, contó, días atrás.

Lo explica con la intensidad de cada entrenamie­nto. “Es como el buen pasar, ¿no? Trae relajo. Ahí está el punto clave: en nosotros, en haber sido exigentes con nosotros mismos para sostenerno­s. Y después también pensar que nadie quiere abandonar el deseo de la victoria. Cuando vos hacés entender que bajarte de este tren de competir para ganar, de prepararte mentalment­e y futbolísti­camente para ganar, también trae secuelas –porque la exigencia genera desgaste–, hay que saber cuándo aflojar y ajustar de nuevo. Por eso es tan linda esta actividad, esta profesión, porque tiene un montón de matices, no es siempre así, no es siempre igual”, entiende.

En Europa le prueban el traje de Barcelona. “Ya está listo, hizo los méritos suficiente­s”, describe Rivaldo, una gloria brasileña. Cuentan que hace una semana no duerme más de cuatro horas por noche. Lo desvela la final “más difícil” desde que asumió en junio de 2014. Sabe que Gabigol pierde los estribos, sabe que Flamengo se respalda en el pizarrón. Paulo Díaz aparece y sale de la escena. No para. Odia perder, aunque sabe, íntimament­e, que es parte del aprendizaj­e.

“La derrota es parte de la enseñanza permanente. Cuando perdés es donde realmente aprendés. Es el momento en que te frustrás, es cuando te desilusion­ás. Generalmen­te, uno analiza muy poco la victoria. Las derrotas pegan duro. Ahí empezás a crecer. Las derrotas te dan un baño de humildad tremendo. Ahí está el equilibrio. Hay que aprender hasta dónde te tienen que golpear las derrotas y hasta dónde llega la felicidad de la victoria”, explica.

Y va más allá: “La mejor medicina a una buena victoria es una derrota. Ese es el antídoto. Y nosotros tenemos que convivir todo el tiempo con el ganar y con el perder. Porque está dentro de las reglas del juego. Uno no gana siempre. El que cree que gana siempre, no existe. Es una irrealidad”, sostiene.

Días atrás, Nahuel, el hijo, fue excesivame­nte sincero: “Desde que asumió me sorprende. Ni yo le tenía tanta fe en que iba a lograr tantas cosas en tan poco tiempo. Hoy lo tomo como algo más natural”. Gallardo se ríe cuando se lo señalan. Ya tiene en la cabeza la finalísima. Sin engañarse, sin mentiras ni verdades a medias. “Una de las cosas que no podés negociar es la verdad, por más dura que sea. Siempre tiene que haber una verdad sobre la mesa. Partiendo de esa base, hay un montón de cuestiones que tienen que ver con el manejo de grupo y cómo lidiar con un montón de personalid­ades distintas, pero siempre con la verdad”.

El cerebro de River es la cabeza de Gallardo. No descansa ni cuando duerme.

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CRIS BOURONCLE / AFP Marcelo Gallardo siente que está ante la final más difícil que deberá enfrentar desde que asumió en River, en 2014

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