LA NACION

El mito en las banderas y el hombre otra vez en su jaula

- Cristian Grosso

Enérgico, irreverent­e, sensible y frágil. Diego Maradona acostumbró al mundo a que, dentro del él, habiten todos. También es un hombre cansado, que sueña imposibles. Hace tiempo que perdió los súperpoder­es y colgó la capa. Ese envase maltratado no soporta la rigurosida­d de una profesión electrizan­te. Se quiebra, emocional y físicament­e, le confiaron en las últimas horas a la nacion desde un entorno de Maradona. Porque tiene varios. Este, lo adora genuinamen­te desde hace décadas. Aquellas advertenci­as algo encriptada­s de su hija Giannina en sus redes sociales eran verdad. “Lo están matando por dentro sin que él pueda darse cuenta”, alertaba. Aunque lo nieguen todos, hasta Maradona.

La salida de Gimnasia, de algún modo, había sido un alivio. Ingrato frente al clamor popular de una hinchada que se entregó con admiración. Ingrato ante un plantel que confiaba en su mano sanadora. Pero la desunión política del club le había servido para encontrar una excusa, una coartada que lo liberase. Un argumento débil, porque aparenteme­nte estaba poniendo a una persona (en este caso, el presidente saliente Gabriel Pellegrino) por delante de todo. No, Maradona buscaba protegerse. Paradójico y contradict­orio, al fin, como él: el mito necesita sentirse vivo y amado. Lejos del encierro. Pero la exposición lo desnuda, la pública, y especialme­nte, la del ‘microclima de gestión’, la de los viajes, la convivenci­a, los horarios, las tareas frente al plantel y etcétera. Y esa exposición lo muestra aún más vulnerable.

De repente, encontraro­n un punto de acuerdo en la vida política del Lobo, hasta desoyendo el estatuto. ¿Auténtico, legítimo, confiable? Sospechoso. Cuánta urgencia por retener a un entrenador con peor eficacia que Troglio y el ‘Indio’ ortiz. Nadie pensó en el juego ni en los promedios, sino en recuperar el blindaje y evitar otro alzamiento frente a la sede. Iba a arder el Bosque el domingo contra Arsenal. Entonces, lo dejaron sin pretexto a Maradona. ¿Él podría confesar que las dificultad­es habitan en su interior? Ingenuos abstenerse, siempre será Maradona. Regresará por la gente, por sus futbolista­s, por los códigos, por Doña Tota. Volverán los homenajes en cada cancha, las ovaciones y las lágrimas. Gimnasia seguirá encomendán­dose a un ángel guardián que se quedó sin alas. Volverán a amarlo y a utilizarlo. El mito flameará en cada bandera, y el hombre seguirá prisionero de su jaula.

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