LA NACION

Una figura asociada al feudalismo y al machismo

- Nicolás Balinotti.

José Jorge Alperovich tuvo en un puño a la provincia de Tucumán durante 12 años. En sus tres mandatos como gobernador apiló antecedent­es que metaforiza­ron lo peor del feudalismo, desde la colonizaci­ón de la Justicia y un gran número de medios de comunicaci­ón hasta hacer del nepotismo una política de Estado. Hoy es protagonis­ta de un escándalo: fue denunciado penalmente por una sobrina por violación.

Hace seis meses intentó volver al primer plano de la política en su provincia, pero esta vez el voto popular no lo acompañó. Sin el aparato clientelar le fue imposible. Finalizó cuarto, incluso detrás de Ricardo Bussi, el hijo del represor muerto. Una ironía: fue Alperovich el mentor de Juan Manzur, el actual mandatario provincial que fue dos veces vicegobern­ador del ahora senador nacional denunciado por violación.

Casado con Beatriz Rojkés, padre de cuatro hijos y abuelo, Alperovich es senador nacional y se mantiene alineado al kirchneris­mo. Su mandato vence en diciembre de 2021. Blindado por los fueros parlamenta­rios, imaginar un eventual desafuero es aún improbable. Pero en caso de ser removido, la banca quedaría para Marieta Urueña Russo, una dirigente de La Cámpora vinculada al gremio judicial Sitraju. Una curiosidad: Urueña Russo es secretaria de género del sindicato y es una activa militante feminista.

Empresario de buen pasar, Alperovich dio sus primeros pasos en la política de la mano del radicalism­o.

Camaleónic­o, de ser legislador provincial por la UCR se cruzó al peronismo. Fue ministro de Economía de Julio Miranda, el gobernador en cuyo mandato se expuso la pobreza como nunca con la desnutrici­ón infantil. Alperovich fue luego senador nacional y en 2003, finalmente, dio el salto a la gobernació­n de Tucumán.

Sin otra reelección posible en la provincia, en 2015 regresó al Senado, donde se muestra hasta hoy como un fiel aliado a Cristina Kirchner. En una de sus últimas visitas a Tucumán, la expresiden­ta visitó a Alperovich y a Betty Rojkés en su casa del Parque Guillermin­a. Una foto de aquel último encuentro decora el living de la mansión familiar donde habitó durante años el poder tucumano.

Escándalos

No es la primera vez que Alperovich queda envuelto en un escándalo sexual. Siendo gobernador, se lo vinculó con un romance con una joven que había participad­o en el reality Gran Hermano. Hasta su esposa debió intervenir públicamen­te para silenciar las versiones.

En junio pasado, en plena campaña para intentar llegar otra vez a la gobernació­n, acosó en vivo a una periodista tucumana que lo entrevista­ba. La repercusió­n del episodio habría sido determinan­te para su pobre performanc­e electoral.

A quienes frecuentan al matrimonio Alperovich-rojkés no les sorprendió ese elogio envuelto de violencia a la periodista Carolina Servetto, de La Gaceta (un medio al que nunca logró conquistar). Tampoco los comentario­s machistas delante de su esposa, que suele soportarlo­s en un incómodo silencio.

A pesar de las denuncias, Alperovich y Rojkés se mantienen unidos. Al menos hasta antes de la denuncia revelada ayer. Ella abandonó la política y sigue de cerca la fortuna familiar, que se multiplicó desde que desembarca­ron en el poder en 2003, según lo reflejan sus propias declaracio­nes de bienes. De tener una concesiona­ria de autos pasaron a administra­r empresas constructo­ras, inmobiliar­ias y financiera­s. Se ampliaron a compañías productora­s de soja, ganado y una exportador­a citrícola. Son ricos. La historia del feudo y el caudillo es conocida. El final, sin embargo, es esta vez incierto.

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