Destrato laboral
Calidad de vida es también reivindicar el derecho del trabajador a ser respetado como persona. La violencia, cuando toma la forma de destrato, agresión verbal, discriminación, descalificación, cae en el riesgo de ser la naturalizada como algo normal. Las personas pierden la sensibilidad a la violencia, entonces se vuelve “invisible”, se “encubre”, de eso no se habla. Cuando esto sucede en el lugar de trabajo, en la organización en la que uno confiaba, el individuo tampoco se da cuenta. Sigue tratando de cumplir, de hacer más. En un momento no resiste, no aguanta más. Las organizaciones están dirigidas por personas, con nombre y apellido, que trabajan en ellas, y que eligen qué valores promover, que deciden y toman acciones en consecuencia. Que generan y determinan una cultura, y así se valida cómo tratar a las personas, cómo cuidarlas. La violencia laboral afecta gravemente a quien la padece. El sufrimiento provoca pérdida de confianza, baja autoestima, desmotivación, ira, depresión o episodios de ansiedad. Se traslada a otros ámbitos, incluido el familiar. El costo de hablar sobre la violencia y destrato laboral es altísimo. Desde miradas que estigmatizan a la víctima como débil hasta el escepticismo generalizado de que “nada va a cambiar” a nuevas posibilidades laborales que se evaporan porque resulta “problemático”.
Hubo momentos en los que se naturalizaban los casos de violencia física a mujeres, niños, hombres; momentos en que el color y la condición de género eran un obstáculo para la igualdad y el respeto hacia el otro. Eso cambió. La soledad que se siente en la búsqueda de generar acciones para impedirla es inmensa. El destrato y la violencia laboral existen. Se pueden prevenir. Valeria Terlevi valeriacterlevi@gmail.com