LA NACION

Monedazos, insultos y la consagraci­ón de “Balada para un loco”

Se cumplen 50 años de ese himno creado por Piazzolla, Ferrer y Amelita Baltar que, sin embargo, no tuvo un inicio tan auspicioso como muchos creen actualment­e

- Gabriel Plaza

En 1969, el grupo Almendra editaba su primer disco, David Bowie lanzaba al mundo “Space Oddity”, Silvio Rodríguez se embarcaba en el Playa Girón y el hombre pisaba la luna. El festival de Woodstock marcaba a la generación hippie y los Beatles se despedían para siempre tocando sobre el techo de su sello Apple.

El aire estaba revolucion­ado. Amelita Baltar, una cantante de extracción folclórica que tenía 29 años estaba de novia con Ástor Piazzolla. El bandoneoni­sta, además, había empezado una nueva etapa creativa junto al poeta Horacio Ferrer: un año antes habían compuesto la operita “María de Buenos Aires”, que generó una conmoción en la escena musical. Amelita era la voz de esa operita, tras la salida intempesti­va de Egle Martin y se convertía en la nueva musa femenina de Piazzolla.

Desde la inauguraci­ón en mayo de 1969, Piazzolla tocaba con su quinteto en Michelange­lo, con Héctor de Rosas y Amelita Baltar en las voces. La tarea compositiv­a junto a Horacio Ferrer pasaba por su mejor momento. En la primavera de ese año, el poeta uruguayo llegó con una nueva idea dándole vueltas en la cabeza. Caminando por la calle se le ocurrió la frase de “ya sé que estoy piantao”. Esa fue la semilla que disparó la idea sobre la que se construyó la obra “Balada para un loco”.

Estuvieron varios días haciéndole los ajustes al tema. Amelita compartió de cerca todo el proceso. Probaban, la llamaban para que cante una frase y seguían armando el tema. “Yo escuchaba todo lo que estaban haciendo Ástor y Ferrer, aunque no vivía allí todavía, pero estaba casi todo el tiempo con ellos. Un día me dijeron: “estamos escribiend­o una que no sabés lo que es. Cuando la terminemos la vas a grabar”. Era un tema rareli, con un recitado y un valsecito, pero me gustaba. Se parecía a lo que hacíamos en María de Buenos Aires”, cuenta Amelita Baltar.

La canción la grabaron en los viejos de estudios de CBS, en una casa antigua en la calle Paraguay y Montevideo. Amelita se tuvo que llevar la letra porque era un tema difícil de cantar. La otra canción que formaría parte del simple se llamaba “Chiquilín de bachín”, otro clásico de la dupla Piazzolla-ferrer que formaba parte del repertorio en las noches de Michelange­lo, donde hacían dos funciones por jornada.

El tema lo empezaron a ensayar en la tanguería de Michelange­lo cuando se iban todos y quedaba apenas un mozo acomodando el mostrador del local. El único que se colaba era el “Polaco” Goyeneche, que se fascinó con la canción desde el momento en que la escuchó, y la grabó meses después con un arreglo que le hizo Piazzolla para su particular voz.

La letra de “Balada para un loco” coincide con un período de explosión de la psicodelia y el surrealism­o. La pieza que se estructura con el recitado inicial y un vals abría las puertas de la percepción para una canción porteña más cercana al espíritu de esa música progresiva que empezaba a gestarse en la cultura joven. “La primavera de 1969 registró en la Capital Federal un suceso inédito, que se había incubado durante el invierno. Alrededor de cinco mil jóvenes atestaron el Auditorio Municipal para escuchar y aplaudir a Manal, Almendra, Pajarito Zaguri, Conexión N°5 y otros conjuntos ya consolidad­os”, recuerda el periodista Miguel Grinberg en su libro Cómo vino la mano.

Con ese audio de fondo y contagiado­s por la atmósfera de esa contracult­ura rockera, Ástor Piazzolla y Horacio Ferrer encerrados en un departamen­to le dieron forma a una de sus obras más populares. Con el tiempo, el bandoneoni­sta reconocerí­a que todos terminaron tarareando a Piazzolla por esa canción. El recitado inicial, para muchos, fue la clave de esa pieza casi teatral, que eternizó Amelita Baltar.

“Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué sé yo, ¿viste?/ Salgo de casa por Arenales, lo de siempre, en la calle y en mí/ Cuando, de repente, de atrás de ese árbol, se aparece él / Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus”.

La letra más allá del viaje psicodélic­o del autor tenía muchos visos de esa realidad cotidiana que formaba parte de la rutina diaria de Piazzolla, Amelita y Ferrer. “Yo salía de casa por la calle Arenales y en Callao me tomaba el bondi para ir hasta la casa de Ástor, que estaba en Libertador y Ayacucho”, cuenta Amelita sobre una de las emblemátic­as frases de la canción.

Hay otra estrofa ligada a una noticia del momento. Neil Armstrong, el astronauta que había pisado la luna el 20 de julio, llegó a Buenos Aires tres meses después invitado por el Congreso de la Nación. El poeta Horacio Ferrer se inspiró en el desfile del astronauta por la ciudad. “Cuando dice: ‘No ves que va la luna rodando por Callao, es porque Armstrong paseó en un auto descapotab­le. Lo traían parado con motos adelante y motos atrás. Era mediodía y venía por Callao. Y las madres le decían a los chicos: ‘Ese hombre es el que subió la luna’. Lo saludaban y todos los chicos se quedaban con la boca abierta. De ahí sale: ‘un corso de astronauta­s y niños con un vals me baila alrededor’. De ahí viene”, cuenta Amelita, que sabe de memoria la cocina del tema.

Cuando la canción estuvo lista, el sello Cbs-columbia la inscribió en el Festival de la Canción de Buenos Aires. La obra estuvo a punto de quedar eliminada de la selección inicial porque los organizado­res les dijeron que no era un tango convencion­al, porque tenía un vals y un recitado. Además, el tema completo duraba más de cuatro minutos y medio, a diferencia de cualquier tango tradiciona­l. La canción finalmente fue aceptada.

El tema se estrenó formalment­e el 16 de noviembre en el estadio Luna Park frente a unas mil quinientas personas. Horacio Malvicino, integrante del Octeto de Ástor Piazzolla años anteriores, estaba en el jurado junto al pianista Eduardo Lagos. Del jurado internacio­nal también participab­an Vinicius de Moraes y Chabuca Granda. “Desde que el tema empezó hubo una explosión en el público”, recuerda Horacio Malvicino. “Fue una locura total, era una cosa totalmente distinta”, dice el guitarrist­a, que fue testigo de aquella noche trascenden­tal para Ástor Piazzolla y Amelita Baltar.

El estreno mundial de “Balada para un loco” marcó un hito cultural. Pero en ese momento ninguno de sus protagonis­tas se dio cuenta de lo que estaba pasando. “No disfruté nada”, recuerda Amelita. “Por momentos me iba del tono porque la orquesta estaba en el foso y no la escuchaba de lo que chiflaba el público. Me acuerdo que me acompañaba el quinteto de Ástor y Cacho Tirao tapaba la guitarra para que no se la arruinaran con los monedazos que nos tiraban desde la popular”.

La canción había exasperado a los tangueros tradiciona­les que se ubicaron en las populares. Mientras que en la platea estuvo el grupo de apoyo más fuerte a la canción. “Aplaudían como locos, eso se puede ver en el video que hay de esa noche. Pero para mí, que estaba en el escenario, todo era ruido. A los gritos que me decían: ‘Anda a lavar los platos, p...’. Y a Piazzolla le gritaban de todo. Yo igual la seguí cantando hasta el final”.

En medio de la interpreta­ción se le rompió el cierre del vestido a Baltar. Cuando terminó el tema se fue caminando hacia atrás como una geisha con los brazos pegados al cuerpo para no quedar desnuda frente al público. En bambalinas, una amiga venezolana le alcanzó un broche de gancho para poder volver a salir cuando anunciaran la clasificac­ión del tema. “La canción quedó como finalista con doce puntos y el tema que cantaba Jorge Sobral obtuvo 9, pero ahí empezaron todas las matufias. Agarraron a diez mujeres adelante para que hicieran un voto popular. Me enteré porque entre ellas estaba mi mamá. Eso fue un blef”.

“Nunca entendimos lo que pasó y nadie tampoco nos explicó. Pero los jurados habíamos dado como ganador al tema de Ástor”, dice hoy Horacio Malvicino que era parte del jurado especializ­ado en el género. El tema que se consagró fue finalmente “El último tren”, cantado por Jorge Sobral. Casi nadie se acuerda de esa canción que salió primera, pero a partir de esa noche todos se acuerdan de “Balada para un loco”. Esa jornada fue sin celebració­n, a pesar de haber tenido la ovación de buena parte del público. Ástor estaba enojado. Amelita se fue a cambiar el vestido y se fueron a un programa en Radio Belgrano que estaba pautado. Luego salieron a comer y se fueron a tocar como todas las noches a Michelange­lo. “En ese momento no caimos que nos fue bien”, rememora Amelita. Las repercusio­nes del fenómeno que se empezaba a gestar a partir de aquella noche épica en el Luna Park llegaron a los pocos días. El sello había lanzado el disco después del festival. Esa semana sonó el teléfono en la casa de Ástor Piazzolla. Era Aníbal Troilo. “¿Ustedes se dieron cuenta de que escribiero­n la segunda ‘Cumparsita’?”. Ástor estaba helado. Nunca se había esperado un elogio semejante de su maestro. “Le pegó bien, pero quedó boquiabier­to varios minutos”, apunta Amelita. Troilo era su maestro. El viernes de esa semana los llamó el gerente del sello Columbia. Amelita Baltar todavía seguía afectada por el rechazo que había tenido la canción en el festival. “Yo pensé que nos iban a despedir por lo del Luna Park. El director nos dijo que algún lío pensaba que se iba armar con el tema pero lo que no pensaban era que en una semana se iban a vender 200 mil placas. Fue una locura para el tango”.

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Ferrer, Piazzolla y Baltar cuando se asociaron para una de las piezas emblemátic­as de Buenos Aires

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