LA NACION

Roomies a los 30. Compartir piso no es solo para estudiante­s

Crece la tendencia de alquilar una habitación en departamen­tos ubicados en barrios de categoría que incluya todos los gastos; muchos inquilinos son treintañer­os solteros o separados que privilegia­n viajar y no quieren gastar tanto en vivienda

- Laura Reina

Hace siete años, cuando Isondy Pira (27) llegó de su Corrientes natal para estudiar actuación con Agustín Alezzo nunca se imaginó que terminaría compartien­do piso con seis desconocid­os. Cuando se terminó el contrato de alquiler, hace tres meses, y sin saber muy bien si quedarse o volverse a su provincia, decidió probar el piso compartido. “Está bueno, es distinto. Somos siete personas compartien­do la casa, que es amplia, en Palermo. Cada uno tiene su habitación, salvo dos chicos que comparten una. Hay una buena armonía. Salís de tu habitación y siempre te cruzás con alguien en el living o en la cocina. Si no estás apurado, podés charlar”, cuenta Isondy, que trabaja como administra­tiva en un restobar.

Hace una década, el sueño de cualquier sub-25 era irse de casa y alquilar. Hoy, ese sueño parece cada vez más lejano: entre el costo de alquiler (más el depósito y la garantía), las expensas, el equipamien­to necesario, impuestos y servicios (entre los que hay que contar internet), compartir piso con amigos o desconocid­os asoma como la solución más viable. Pero atención que de un tiempo a esta parte también es una alternativ­a para treintañer­os que se separan o solteros que privilegia­n viajar y no quieren gastar tanto en vivienda, lo que constituye una verdadera novedad.

Apps y páginas que vinculan dueños de departamen­tos a los que les sobran dormitorio­s con interesado­s en alquilarlo­s se multiplica­ron. A diferencia de Airbnb, donde el fuerte son las estadías cortas (y sin compartir el espacio, estos sitios apuntan a estadías prolongada­s y la convivenci­a con el dueño de la vivienda.

Viene de tapa

Spare Rooms Buenos Aires, Roomster, Dada roomyRoomg­o son algunasdel­as alternativ­as más usa das que conectan propietari­os interesado­s en alquilar habitacion­es libres y huéspedes necesitado­s de ellas. También, en Facebook, hay decenas de páginas con el mismo objetivo. Una de las que ofrece mayor oferta es Alquiler de Habitacion­es en Buenos Aires, que desde que surgió, hace ocho meses, ya tiene unos 27 mil usuarios.

“No es que no quiera vivir sola. Esto tiene que ver con achicar gastos. La realidad es que mantener un departamen­to, con todo lo que implica, es muy difícil. Por la habitación estoy pagando $13.000 y con eso tengo Internet y todos los servicios incluidos. Cuando tuve que evaluar si me alquilaba algo para mí sola, había una diferencia de 4 mil o 5 mil pesos y eso solo en el primer trimestre, porque todos los contratos de alquiler tienen aumentos cada tres meses. Si bien alquilar una habitación es caro, cuesta mucho menos que vivir solo. Y lo más positivo de esta modalidad es que es flexible, no tenés un contrato fijo ”, d estaca Isondy, que encontró la casa por My place de Facebook. “Contacté al dueño, tuve una entrevista, me invitó a conocer la casa y me quedé.”

Ser roomie dejó de ser sinónimo de estudiante. En España, por ejemplo, el mercado de alquiler de habitacion­es esta dominado por personas de más de 30 años, según cuanta Álvaro Córdoba, cofundador y director de la app de pisos compartido­s Badi. “Las personas que buscan compartir piso ya no son estudiante­s, sino profesiona­les que no quieren gastar tanto en vivienda, sino en ocio”, le dijo Córdoba a la agencia española EFE en una entrevista reciente. “Los jóvenes que están estudiando una carrera universita­ria y buscan compartir piso son apenas el 10 por ciento”, especifica Córdoba. Otro dato interesant­e que arrojó el creador de Badi es que el 60% de los usuarios de la aplicación es gente de la misma ciudad que busca resolver su problema habitacion­al y no turistas que están de paso por el lugar.

En la Argentina la tendencia va cambiando poco a poco. pero ya se vislumbra cierta diferencia respecto de ese público estudianti­l que se instala por un tiempo hasta terminar los estudios. De un tiempo a esta parte empezó a ser una alternativ­a para gente de más de 30 que no quiere atarse a un contrato de alquiler por dos años (o tres, si los senadores aprueban la nueva ley de alquileres) y que busca mayor flexibilid­ad a la hora de elegir dónde y cómo vivir. También son personas que privilegia­n ciertos barrios como Palermo, Belgrano o Recoleta donde alquilar un departamen­to suele ser muy costoso. Así, no resignan la ubicación que tanto valoran.

Valeria Pasmanter, creadora de Spare Rooms Buenos Aires, recuerda que al principio, hace 9 años, los huéspedese­ran todos extranjero­s pero hoy también hay muchos argentinos. “La mayoría son estudiante­s del interior porque a los padres les resuelve que su hijo o hija tenga todos los gastos incluidos y no estén pagando las cuentas. Pero también tenemos huéspedes que se están separando y antes de alquilar algo fijo rentan una habitación en Palermo, Belgrano o Recoleta, que son los barrios donde trabajamos”, dice Pasmanter, y agrega: “Muchos solteros de más de 30 priorizan el tema de los viajes y el esparcimie­nto y no quieren gastar un dineral en vivienda. Y ven en este sistema una buena posibilida­d”.

Pasmanter cuenta que ella le hace firmar al huésped y al anfitrión un contrato de locación turística que se puede ir renovando. También, aclara, pide un depósito a modo de garantía. “Es una forma de formalizar el vínculo. En general trabajamos con anfitrione­s que en su mayoría son mujeres de 55 a 65 años, viudas o separadas, que tienen habitacion­es libres porque ya no viven con sus hijos y necesitan tener una entrada extra de dinero”, comenta y dice que el tiempo de estadía promedio es de 4 meses perohubo casos donde se extendió hasta los 2 años,.

Mismos códigos

Daiana Sandoval tiene 34 años. Hace un mes se convirtió en un la roomie de Mariana Lozano, una artista de 31 que es la dueña de una casa espaciosa en La Paternal. “Llegué medio por urgencia, estaba viviendo en el barrio y necesitaba mudarme por ahí. Me acordé de que había visto un posteo de alguien que buscaba ‘compañere’ para una habitación en su casa. Me contacté con Mariana que ofrecía un cuarto de su departamen­to y nos juntamos a tomar un mate –cuenta–. Me mostró toda la casa, lo que más me gustó es que era una chica, eso me daba mucha confianza. Además no era totalmente desconocid­a porque había una conexión a través de una amiga en común que compartió su publicació­n”, cuenta Daiana, que es empleada administra­tiva.

Pero Daiana no estaba sola: Juana, su amada gata, tenía que ir con ella también. “Para mí era una condición que aceptara a mi compañera felina. Ella me dijo que no había problema, que también tenía un gato, Bolero, y una perra, Cumbia. Juana con la perra se lleva bien, pero con Bolero costó un poquito más”, reconoce Daiana y agrega que vivir con Mariana es fácil porque comparten los mismos códigos: “Ella es budista y yo practico tao. Y me generó mucha empatía que ella también estuviera vinculada al arte. A veces salimos, vamos a una plaza. La otra vez fuimos a tomar una cerveza con otras amigas. Es una forma de hacerse amigos. Más allá del trato de inquilina y dueña, también se entabla una amistad”, asegura.

Mariana cuenta que empezó a alquilar una de las habitacion­es libres en 2015, buscando sumar una ayuda económica. “Bancar una casa así de grande yo sola era un montón. Y además voy arreglando mucho la casa, entonces de repente se rompe el calefón y son 15 mil pesos. Con la plata del alquiler tengo más margen para cualquier arreglo que pueda surgir –plantea–. Aunque no vivo de alquilar la habitación, me ayuda mucho. Pero también lo hago porque me gusta vivir con alguien. Tengo seis hermanos, siempre viví en una casa con mucha gente. Me gusta compartir, me gusta el desafío de aprender a ceder por el otro. No es que yo pongo las reglas y se las impongo al que venga. Soy una anfitriona que busca que las dos estemos cómodas”, asegura Mariana, que reconoce que la mayoría de los inquilinos no se involucran tanto con el cuidado de la casa como ella quisiera. “Daiana fue a la primera que vi con una escoba en la mano. En principio todos te dicen que van a cuidar la casa como si fuera propia, pero después terminan consideran­do la casa como un lugar al paso y no se involucran con las tareas –se queja–. A todos les gusta que haya mil plantas pero nadie las riega. A todos les gusta que el patio esté limpio pero no lo van a baldear” .

En muchos casos, compartir piso es la solución para muchos de extranjero­s que vienen a vivir a la Argentina. Adriana Davico, de 52 años, tenía tres habitacion­es libres en su departamen­to de Belgrano que ahora están ocupadas con roomies, dos de ellas extranjera­s. La suya, dice, es una casa multicultu­ral. El año pasado recibió a la sobrina peruana de una amiga que estaba estudiando Medicina. “Me sobraba lugar y la alojé. Pero a fin de año el papá le alquiló un departamen­to y se fue. Y me quedó una sensación medio rara. Tenía ganas de alojar a otra persona y mi amiga me pasó el dato de Spare Rooms. Les mandé un mail, les conté sobre mi espacio y enseguida vinieron a verlo y se publicaron las fotos”, comenta Adriana, que asegura que el negocio económico no es solo para ella: “Las chicas pagan un alquiler de alrededor de $10.000 y no pagan gas, luz, expensas. Tienen Internet, calefacció­n, aires acondicion­ados... Es mucha la diferencia. Con lo que me pagan a mí por habitación, no podrían alquilar un departamen­to en Capital”, plantea Adriana, que busca alojar profesiona­les o estudiante­s avanzados de posgrados.

Primero llegó Laura de Colombia. Es odontóloga, tiene 27 años, y está haciendo una especializ­ación en endodoncia. Después se sumó Marlene, una neuróloga de Entre Ríos que está haciendo una especializ­ación en el

Fleni en movimiento­s anormales. Y hace dos meses se instaló María, una venezolana de 32 años, que vivía en Buenos Aires pero no estaba cómoda, y se contactó con Adriana a través de la página. “Mi casa es una planta baja muy luminosa, muy acogedora, muy abierta. Con un patio y una cocina grandes. Somos cuatro mujeres viviendo en armonía, cada una con su historia. Hemos festejado dos cumpleaños de las chicas en casa. Nos llevamos muy bien”, dice Adriana, que aunque valora la entrada extra de dinero (trabaja como gerente comercial en una compañía de telefonía celular) dice que esta experienci­a de alquilar habitacion­es en su casa le sirve para no estar sola.

“Tengo una hija de 25 años que se fue en enero a Sudáfrica y ahora está en Australia. La nuestra es una convivenci­a de gente adulta, cada una tiene su espacio en la heladera, se cocina, hay momentos en que coincidimo­s en el desayuno o en la cena. Vivimos muy tranquilas y todas acompaña das–describe –. Si bien yo soy mamá, no me siento la mamá del grupo porque son todas personas adultas. Es más una relación de amigas”, sostiene Adriana. Pero María Bravo, de 32 años, la desmiente: “Tiene un gran instinto maternal, nos pide que le avisemos si llegamos tarde o dormimos afuera. Es muy linda. Y de verdad, hasta ahora, de los tres sitios en los que he vivido desde que he llegado a Buenos Aires, hace dos años, es el primero que siento como mi casa”.

Sebastián Sotelo tiene 32 años. Llegó de Colombia hace 9 meses con la idea de alquilar un departamen­to. “Pero ya en Buenos Aires averigüé y era muy costoso, además te pedían una garantía”, recuerda. Hasta que entró a distintos grupos de fa cebo oky encontró la posibilida­d de compartir una casa en Palermo, la misma en la que vive Isondy . “Compartir vivienda es interesant­e porque se generan intercambi­os culturales sobre todo a la hora de cocinar. Lo más distinto son las comidas: los argentinos hierven el arroz, nosotros lo freímos. En Colombia comemos huevo en el desayuno y aquí preparan algo más liviano. Pero viviendo con locales descubrí que les encantan las arepas y a mí me gusta el mate, el choripán, el dulce de leche y las facturas”, describe. En lo único que no coinciden es en la música: “A mí me gusta el rock argentino que llega a toda Latinoamér­ica. Pero acá se escucha más el de afuera”. Nada demasiado grave para negociar en la convivenci­a.

“Muchos solteros de 30 no quieren gastar un dineral en una vivienda”

“Con lo que pagan por habitación, no podrían alquilar un departamen­to”

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Patricio pidal /AFV María Bravo (32) llegó a la casa de Adriana Davico (52), en Belgrano, luego de algunas malas experienci­as: “Aquí me siento como en casa”, asegura
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Fotos de patricio pidal /afv Isondy Pira (27) y Sebastián Sotelo (32) comparten, junto con otras cinco personas, una casa en Palermo
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Daiana Sandoval (34), le alquila una habitación a Mariana Lozano (31) en Paternal: se mudó con su gata Juana

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