LA NACION

Antigualla­s de solo tres décadas y cómo funciona la nostalgia geek

- Ariel Torres @arieltorre­s

Tal vez porque estas tecnología­s avanzan tan rápido nos despiertan tanta nostalgia. El miércoles se cumplieron 33 años del desventura­do Windows 1.0. En el momento costaba creer que algo anduviera tan mal. Ahora, vemos las capturas de pantalla y nos da una añoranza inexplicab­le.

Con las tecnología­s digitales, la prisa es tal que cualquier muchacho de 30 años ya es un veterano que, al oír el sonido de un módem analógico en una película, se le pianta un lagrimón. Algunos dispositiv­os icónicos se venden a precios exorbitant­es, como esa Apple I que en 2014 se subastó por casi un millón de dólares. Nada mal para una antigüedad de escasos 38 años.

Recuerdo mi primera pc. No tenía disco rígido y el monitor de tubo de rayos catódicos duró 10 minutos, hasta que se oyó un ruido como de una explosión asordinada y de las rejillas traseras empezó a salir un humo blanco. Era de fósforo ámbar, cosa que odiaba, y al día siguiente me lo cambiaron por uno de fósforo banco; una explosión con suerte, digamos.

A falta de disco duro, había que ponerle paciencia. No tanta como unos años antes, cuando para cargar un jueguito usabas un casete. Sí, casete. En las Commodore, por ejemplo. Y se tomaba su tiempo, ya lo creo.

por fin, más o menos un año después, reuní los 300 dólares que costaba un disco duro de (¿están sentados?) 40 megabytes (MB). Hoy con ese dinero compraría casi 200.000 veces más espacio de almacenami­ento.

Habría necesitado 800 de esos discos para contar con el espacio que hay en la tarjeta microsd que tengo en el teléfono. Unos 240.000 dólares y casi 400 kilos de peso.

pero, en comparació­n con el primer disco rígido de la historia (el ramac 350, de IBM), era una maravilla. El ramac pesaba una tonelada y almacenaba 3,75 MB. No era algo de la edad media. La primera unidad se había despachado en 1956. para igualar la capacidad de esta tarjeta microsd, que tiene el tamaño de una uña, hace 60 años habrían hecho falta casi 4300 toneladas de equipamien­to. Mobile first, ponele.

Los jueguitos, se sabe, están entre los objetos de culto que más añoranza nos causan. Tengo un par de amigos que, frente a las escenas casi perfectas de los títulos actuales, todavía recuerdan con cariño los juegos basados en texto. Sí, señor. Todo se hacía con comandos y todo lo que recibías era texto. Sin gráficos. Del todo.

pero quizá los recordamos con cariño porque el entusiasmo entonces era muy efervescen­te o tal vez porque fueron nuestros primeros contactos con algo revolucion­ario.

Los que tenían gráficos en blanco y negro resultaron, por lo tanto, un avance. recuerdo los primeros. No mostraban mucho más que rayas, puntos y texto o números. Incluso clásicos como el Prince of Persia o el Wolfenstei­n 3D hoy parecen tan rudimentar­ios que uno se pregunta cómo les dedicó tanto tiempo. Es más, si logramos que anden, volvemos a engancharn­os. No sé exactament­e si es nostalgia o es que aquellos programado­res, con tan pocos recursos a su disposició­n, ponían más énfasis en la narrativa, en los desafíos, en lo que de verdad importa.

En todo caso, los que tenemos el oficio o la pasión por las computador­as y sus sucesores, por periférico­s y aplicacion­es, atesoramos una lista muy personal de la nostalgia. ¿Cuál es la tuya?

Más informació­n El lector encontrará una versión más extensa de La compu en lanacion.com/tecnología

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