LA NACION

Los libros escolares de antaño y el amor por el campo

- Susana Boragno

Los textos escolares de antaño eran muy instructiv­os y amenos. A través de sus lecturas los alumnos aprendían sobre las tareas rurales: la siembra del trigo, la cosecha, los pájaros, los vientos, la vaca o el tambo. Se les enseñaba a respetar a la patria, a las institucio­nes. El maestro colaboraba en esa dirección. Reconocido­s escritores acompañaba­n las ediciones que iban forjando la verdadera identidad de los niños argentinos. Es bueno comentar algunos textos

Frente a la Vida, libro de Rogelio F. Outón, (1924), para 3°grado, contaba una visita al campo y la atención se concentró en la vaca y el ternero. Se la maneó para facilitar el ordeñe. El balde fue el repositori­o de los primeros chorros de leche que los alumnos bebieron en el desayuno. Luego recorriero­n un campo alfalfado, sembrados de maíz y avena para el alimento de las aves y los cerdos. En otras páginas se explicaba como se preparaba el surco, como se emparvaba. En otras páginas se leía la poesía La calandria de Marcos Sastre.

Sé bueno de Juan Jáuregui, 3°grado, explicaba cómo eran una casa rural, los alambrados, el potrero y los chacareros. Narraba un artículo de Florentino Ameghino. Se amenizaba con el poema El chingolo de Leopoldo Lugones.

El libro Plenitud, 6° grado, (1933), de P. Franco y Cesáreo Rodríguez tenía textos de Edmundo Wernicke, Manuel Belgrano, Ricardo Güiraldes, Fray Mocho, Acevedo Díaz y Alberto Gerchunoff, entre otros.

Armonía de José Forgione, 4° grado, proponía lecturas sobre la vacunación, el indio alfarero. En la chacra, (…) “un suelo generoso, donde el hombre lo cultiva con dedicación y cariño…la semilla pequeñita se une al surco y transforma en una espiga o en un árbol frondoso”. Están contemplad­as poesías gauchescas como La madrugada en el campo de Hilario Ascasubi, los consejos de Martín Fierro a sus hijos de José Hernández, el viento

Pampero de G. Daireaux. Las ilustracio­nes eran de Arístides Rechain.

Manual, La República Argentina (1928) de Eduardo Acevedo Díaz. El capítulo de la agricultur­a y la ganadería trataba sobre las plantas alimentici­as, frutales y forestales. Las condicione­s económicas de la cría del ganado, caracterís­ticas del suelo, el ensilaje, la importanci­a histórica del caballo, el progreso de la mestizació­n, las razas, industrias afines. Avicultura y apicultura, a portes de la huerta, producción de aves y huevos.

Los textos Marta y Jorge de 1927 y 1933, por Constancio Vigil, 3° grado, tenían temas atractivos y para pensar…“hay un beso para cada uno de ustedes en cada página”. Recreaba las actividade­s campestres como la semilla de cardo, el buey, el gallinero, la vaca, el ñandú, el terutero, el caballo o el gorrión. Se ponía de relieve que la actividad en el campo estaba consagrada al trabajo.

Nuestra Tierra, de Ernestina L de Nelson, 4° grado, aportaba lecturas sobre las poblacione­s rurales con ilustracio­nes de las faenas de estancia: bañando ovejas, tareas de ordeñe, vacunando y marcando hacienda. Nuestros gauchos, el gran conocedor de la pampa y del manejo del lazo y el caballo. Contenía En los toldos tehuelches y el poema La Pampa de Luis Domínguez.

Atalaya de C. Azlor y M. Conde Montero (1956), 6° grado, contenía lecturas de autores como Retrato de José Pedroni; El libro y su lectura, de Nicolás Avellaneda; Nuestro campo, de Eduardo Mallea; El baquiano, de Martiniano Leguizamón; El caballo del gaucho, de Bartolomé Mitre y otros autores como Azorín, Miguel Cané, Martín Coronado, Guillermo Hudson, Amado Nervo, Roberto J. Payró, León Tolstoi, Leopoldo Lugones, Jacinto Benavente, etc.

Había más libros escolares en los que siempre estaba presente el campo. Hoy es un regocijo leerlos por la calidad de sus enseñanzas y por sus valiosos contenidos que no han perdido vigencia.

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En los libros se enseñaba el ordeñe

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