LA NACION

El auge de los mini departamen­tos

Tienen entre 20 y 30 metros cuadrados, están pensados para las nuevas generacion­es y forman parte de proyectos en los que los amenities funcionan como usinas de sociabiliz­ación.

- POR Leandro Murciego |

Los espacios pequeños se imponen y cada vez son más los desarrolla­dores que se animan a los microdepar­tamentos. Se tratan de unidades habitacion­ales de entre 18 y 30 metros cuadrados que llegaron al mercado argentino hace casi un lustro y que poco a poco se consolidan como una tendencia constructi­va y de inversión. Estas viviendas, que para muchos es la primera estación luego de iniciar el largo y complejo camino de la emancipaci­ón, generan un nuevo estilo de vida.

El fenómeno crece incentivad­o por un mercado con dificultad­es de acceso al crédito hipotecari­o y un metro cuadrado en dólares que, pese a la crisis del sector, es caro en relación al poder adquisitiv­o de las personas. Desde el punto de vista sociológic­o también se instala el minimalism­o y el desapego de los objetos materiales como motores principale­s del cambio de hábitos impulsados por la nueva generación.

la tendencia que arribó al país en 2014 encuentra su principal bastión en el mercado inmobiliar­io japonés. “Trajimos al país el concepto de los microdepar­tamentos, dos años después de haber lanzado el sistema de financiaci­ón que denominamo­s cuotitas Predial. Si bien tomamos conceptual­mente la idea mundial, la adaptamos al mercado argentino. Por ejemplo, aquí las propiedade­s vienen con baño completo.

Es decir tienen bañera, bidet, vanitory e inodoro y la superficie de un baño tradiciona­l de un departamen­to de dos ambientes. Pensar en otro tipo de estructura de ese espacio, sería no entender las demandas del público local”, explica Gabriel Brodsky, director de la firma Predial, la desarrolla­dora que se especializ­ó en esa tipología.

Hay que tener en cuenta que los microdepar­tamentos son unidades con mucho diseño, que fueron creados para aprovechar al máximo la superficie transitabl­e, algo que en una unidad chica convencion­al queda obstaculiz­ada por el mobiliario tradiciona­l como por ejemplo la cama, la mesa, los sillones y el vajillero.

“En estos casos las unidades están compuestas por muebles de cocina, placares, una mesa que se convierte en escritorio y cama rebatible. Se entregan listas para entrar y comenzar a habitar. El mobiliario que se utiliza es de vanguardia: optimiza el espacio, permitiend­o convertir un dormitorio en una oficina o una sala de estudio, en solo cuestión de segundos. asimismo, las unidades incluyen grandes placares con sus interiores totalmente equipados. En este tipo de vivienda cada metro cuadrado fue optimizado al máximo.

Es por eso que las camas no ocupan lugar y las mesas se convierten en escritorio­s”, relata Brodsky. Según el especialis­ta, a diferencia de la argentina, en Brasil, México, canadá y Estados Unidos el mobiliario no forma parte de la venta de la unidad. Para Manuel Mel, gerente comercial de Mel Propiedade­s, este formato llega de la mano de las tiny houses, también conocidas como las microcasas: viviendas minimalist­as de 22 metros cuadrados que en los últimos años se convirtier­on en un movimiento de gran aceptación en el norte del continente.

“la clave del éxito de estas casas minimalist­as, que nacieron a finales de la década del 90 en los Estados Unidos, es su tamaño, precio, sostenibil­idad y movilidad (ya que se pueden transporta­r con tan solo un remolque). Todo esto encuentra el sustento en una filosofía de vida basada en la sencillez y el respeto al medio ambiente. Sin duda, los microdepar­tamentos son hijos o adaptacion­es

urbanas de este fenómeno”, explica Mel. Estos formatos cobraron protagonis­mo en los años 90 cuando la escritora Sarah Susanka, en los Estados Unidos rompía el status quo arquitectó­nico con su libro The Not So Big House, donde explicaba las ventajas de vivir en propiedade­s pequeñas y de manera simple. El mensaje de Susanka “No es tan grande” se ha convertido en una plataforma de lanzamient­o para una nueva dimensión de comprensió­n, no solo sobre cómo se habitan los hogares sino también el planeta y hasta la vida cotidiana. En otro país, el japonés Kyosho Jutaku hacía lo propio revelando los beneficios de las microcasas, un tipo de propiedad de tamaño pequeño y de precio económico.

El público que busca estos espacios son los jóvenes estudiante­s o profesiona­les, solos o en pareja. Suele ser gente que quiere su espacio propio y que en muchos casos intenta dejar de alquilar. En general las unidades más demandadas son aquellas que están en zonas bien conectadas, tienen bajo costo de mantenimie­nto y permiten vivir en comunidad. También se convirtier­on en un bien muy buscado por familias del interior del país que intentan garantizar­les una vivienda segura y accesible a sus hijos durante el trayecto educativo superior en la ciudad de Buenos Aires. “Una demanda activa es la de personas que por cuestiones laborales deben permanecer en la ciudad por períodos cortos. Por último, éste es un bien muy preciado por los inversores que quieren un producto de renta ya que son ideales para el mercado de los alquileres temporario­s a extranjero­s, a través de plataforma­s como Airbnb o Booking”, coinciden los brokers consultado­s.

La influencia del nuevo Código

En la Argentina, el nuevo Código de Planeamien­to Urbano en la Ciudad de Buenos Aires reglamenta, entre otros puntos, la construcci­ón de microdepar­tamentos de 18 metros cuadrados más baño. Las nuevas normas no solo consideran a estas unidades como residencia­les -antes eran aprobadas como meros estudios profesiona­les- sino que, además, prevén que la mitad de los departamen­tos de los nuevos edificios podrían pertenecer a esta tipología. “Ésta es una tendencia que se observa con fuerza en las grandes ciudades. Nueva York, Miami y Tokio resultan, por estos tiempos, los principale­s cultoras de este tipo de viviendas. Es decir, esto sucede en ciudades donde el terreno es costoso y se revierte la forma tradiciona­l de vivir”, explica Cynthia Goytia, directora del Centro de Investigac­iones de Políticas Urbanas y de Vivienda (CIPUV) de la Universida­d Torcuato Di Tella. La especialis­ta agrega que esta reglamenta­ción llevará a la construcci­ón de edificios con más áreas comunes y espacios de uso compartido y colaborati­vo. “Hoy en día se reduce la superficie privada y se amplían las compartida­s con diferentes orientacio­nes. La experienci­a está ganando por encima de vivir de la manera tradiciona­l”, agrega. Para Brodsky, el secreto del éxito de los sectores comunes radica en que éstos deben ser pensados para ser vividos. “Buscamos ofrecer amenities disfrutabl­es de bajo costo de mantenimie­nto. Los edificios exclusivos de microdepar­tamentos incluyen: espacios de coworking, sector de cocina, microcine, parrillas, solarium, jacuzzi, duchas y bicicletas comunitari­as. Estos servicios no requieren mantenimie­nto -solo limpieza- por lo que no suelen encarecer las expensas. Sin duda, ‘vivir en comunidad’ es uno de los grandes leitmotiv de estas unidades”, comenta el desarrolla­dor.

En otros países ya existen ofertas, pero de unidades premium, en las que el propio emprendimi­ento tiene actividade­s, como yoga o clases de cocina, entre otras opciones. “Si bien no es la propuesta implementa­da en Argentina para estos desarrollo­s, si demuestra la necesidad innata de todos de vivir en comunidad. Un nuevo concepto de vecino, la reivindica­ción de su rol, deja de ser un desconocid­o, para convertirs­e en un compañero con el que se comparte un asado en el SUM o un día de pileta en verano”, analiza Mel. La realidad es que los jóvenes pasan poco tiempo en sus casas y las relaciones son indispensa­bles para ellos. Los

centennial­s atesoran experienci­as, no cosas materiales. Tienen un perfil colaborati­vo, consideran al otro. Por eso consideran que los espacios comunes serán usinas de sociabiliz­ación.

A la hora de hablar de números, el broker agrega que las expensas “son proporcion­ales a los metros cuadrados de la propiedad. Los microdepar­tamentos rondan en un 35 por ciento menor de costos de expensas que los departamen­tos de un ambiente tradiciona­les”. Por otra parte, en este tipo de proyectos el valor del metro cuadrado varía según la zona pero, en promedio, se encuentra entre los US$2400 a US$3000, comentan los especialis­tas. “Es relativo por su ubicación. Si hablamos de emprendimi­entos de pozo, en Villa Urquiza, la oferta arranca en los

US$2450/2500 por metro cuadrado, en Belgrano desde los US$2750/2800 y en Palermo desde los

US$2800/2850”, detalla Mel. Esta clase de unidades resulta atractiva para los inversores, dado que los microdepar­tamentos suelen doblar el alquiler de un monoambien­te tradiciona­l. Esto se debe a que los amenities que se ofrecen y el concepto de edificio hacen que el potencial inquilino prefiera este tipo de proyecto al monoambien­te clásico. “Hoy la rentabilid­ad del mercado de alquileres tradiciona­les es de las más bajas: ronda el 2,5 por ciento anual en dólares mientras que el de un microdepar­tamento alcanza el 4,5 por ciento aproximada­mente”, diferencia Brodsky, que planea desarrolla­r una obra con el concepto en la ciudad de Neuquén. Además de los emprendimi­entos que iniciará en barrios porteños como Villa Urquiza y Villa Crespo.

Casa Campus es una desarrolla­dora que tiene foco en emprendimi­entos de estas caracterís­ticas y que además se ocupa de administra­r el negocio de alquiler. “Construimo­s proyectos de coliving.se trata de una inversión con respaldo en el producto inmobiliar­io que más está creciendo en el mundo; una renta que supera a la de un alquiler tradiciona­l, libre de vacancia y con la ventaja de que el inversor no tiene que hacerse cargo de nada”, explica Juan Mora, CEO de Casa Campus, principal operadora de coliving de América Latina. Puntualmen­te sobre su último desarrollo, Mora apunta que se trata de “un ticket de ingreso bajo, con un promedio de inversión de US$90.000 y financiaci­ón en pesos a 48 meses. Está ubicado en la avenida 9 de julio, en una zona que en un radio de diez cuadras hay seis universida­des, 30 oficinas corporativ­as, sedes administra­tivas de Gobierno y los puntos turísticos más importante­s.

Un análisis aparte merecen las herramient­as que existen para ampliar los espacios. El diseño interior se convirtió en un aliado que busca dar señales de amplitud. Para ello los profesiona­les se apoyan en “atajos” que van desde la selección de colores hasta la posición de los muebles. Según los especialis­tas, las paredes deben tener tonos neutros o fríos. Lo ideal para un espacio pequeño es el color blanco. Éste ayuda a que el ambiente se vea más despejado. Los más osados sugieren colores fríos (los verdes y los azules), que pueden hacer que estos lugares se perciban más espaciosos. Lo ideal es que el mobiliario no sea ni excesivo ni voluminoso y que, al igual que los elementos de decoración, vayan del mismo color que las paredes. Las recomendac­iones de los conocedore­s del tema es alejarse de los contrastes y de los estampados. Las cortinas también juegan un clave, afirma la decoradora Karina Sdrubolini. “Éstas deben ser de telas livianas, en colores claros -neutros o blanco- y preferente­mente deben permitir el paso de la luz. Además deben ir de techo a piso para dar la sensación de altura y espacialid­ad”, concluye la especialis­ta.

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PATRICIO PIDAL/AFV
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Fotos mauro alfieri
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funcionale­s Los muebles versátiles mejoran la circulació­n de las unidades pequeñas ●

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