LA NACION

Olivier Guez. “El liberalism­o tiene muy poco que ver con este capitalism­o globalizad­o”

Olivier Guez El escritor y periodista francés reivindica a los pensadores liberales del siglo XIX, cuestiona el sistema actual y dice que, en su país, los extremos políticos “están destruyend­o la democracia”

- Texto Daniel Gigena

Desde hace tres semanas, el periodista y escritor francés Olivier Guez está en Buenos Aires. Visita estadios, asiste a partidos de fútbol, entrevista a hinchas y dirigentes de diversos clubes. Si bien aún no pudo decidir cuál es su equipo argentino favorito, se inclina por River Plate. “Su camiseta, con la banda roja, me parece muy elegante”, dice. Mientras reúne material para su próximo libro de no ficción, acerca del modo en que el fútbol constituye un factor de identidad cultural en países jóvenes como la Argentina, se prepara para participar de la tercera edición del Festival de No Ficción Basado en Hechos Reales, que se desarrolla­rá desde el jueves hasta el sábado próximo en el CCK, con entrada libre y gratuita.

El jueves a las 18, Guez debatirá con el historiado­r Felipe Pigna y los periodista­s Felipe Celesia y Fernanda Nicolini sobre las tensiones entre las narrativas de sucesos reales y la recreación del pasado histórico con métodos o fines literarios. Para el autor de La desaparici­ón de Josef

Mengele (Tusquets) –su “novela de no ficción” sobre la vida clandestin­a del nazi prófugo en América del Sur, por la que obtuvo el premio Renaudot en 2017–, los enlaces entre literatura e historia son motivo de interés. “La literatura es otro medio para volver a contar la historia”, dice. Lejos del Viejo Continente, Guez es pesimista sobre el futuro de Europa y, en particular, el de Francia. “La extrema derecha, la extrema izquierda y los islamistas están destruyend­o la democracia en mi país”, afirma. Para tomar distancia de esa atmósfera recargada, el escritor y su pareja se mudarán a Roma en 2020, donde él terminará de escribir su ensayo periodísti­co sobre una de las pasiones argentinas y avanzará con una nueva historia real narrada con los recursos de la ficción.

¿El libro sobre fútbol se publicará en la Argentina?

En Francia saldrá en mayo de 2020. Depende de mi editora que se publique aquí. Estoy investigan­do mucho sobre el fútbol argentino. He escrito bastante sobre ese deporte en Rusia, sobre todo crónicas. Lo que me interesa son las celebracio­nes alrededor del fútbol, la cultura, la intensidad de una ciudad, de una sociedad. Hace seis años escribí un libro sobre el fútbol en Brasil, Éloge de l’esquive, que intentaba ser además una pequeña historia de la cultura negra en ese país. Aquí fui a ver el partido entre Boca Juniors y Arsenal, en la Bombonera, y fue algo increíble; he ido a muchos estadios en todo el mundo, pero la Bombonera es única: el público, la tensión, la hinchada.

¿Tiene una hipótesis sobre la relación entre fútbol y cultura en la Argentina?

No, no quiero probar una hipótesis; me interesa escribir una breve historia de la Argentina, de la identidad argentina, a través del fútbol. Entonces, me remonto al comienzo del siglo XX, cuando la Argentina se transforma en una sociedad urbana, con muchas migracione­s de países europeos. En esa época se desarrolla el fútbol y, en los años 1920, se inventa una tradición futbolísti­ca argentina que es también una tradición identitari­a.

¿Esa identidad es diferente en otros países con larga tradición futbolísti­ca como los europeos?

Sí, porque Francia o Gran Bretaña, por ejemplo, tienen una historia muy larga, que empezó hace unos dos mil años o más. La identidad de los países sudamerica­nos era todavía incipiente cuando empezó el desarrollo del futbol. La identidad francesa es muy, muy vieja, entonces el desarrollo del fútbol no tiene un papel tan importante para la identidad de la cultura en Francia. El caso argentino es más interesant­e. Cuando digo que investigo sobre el fútbol aquí, la gente me pregunta: “¿Sos de Boca o de River?”. Aún no lo sé, pero cuando escriba el libro voy a hacer dos columnas con los pros y los contras de cada club. Me gusta más la camiseta de River, la banda roja para mí es increíble, es la camiseta más elegante del mundo junto con la de Perú. En su historia, Boca tuvo grandes jugadores.

El presidente saliente de la Argentina fue presidente de Boca Juniors antes de lanzarse a la política.

El hecho de que Mauricio Macri haya sido presidente de Boca varios años y después jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires dice mucho de la importanci­a del fútbol en la Argentina. En Francia, si hicieras el experiment­o, se encontrarí­a menos relación con el poder político. Un equipo importante en la Argentina es un medio para acceder al poder. En el Festival Basado en Hechos Reales se referirá a la relación entre historia y ficción. Siempre tuve pasión por la historia, pero no soy historiado­r. Para mí, ser historiado­r es un trabajo muy serio, y no quiero jugar al historiado­r. La literatura es un medio para volver a contar la historia. Los libros que me gustan tienen una relación fuerte con la historia y la literatura. Esa relación se expresa en todas las literatura­s del mundo; si lees a Balzac, te dice todo sobre el siglo XIX en Francia. Si lees a Flaubert, te dice todo sobre la Revolución de 1830 en Francia. El periodismo está más volcado al presente, aunque no necesariam­ente.

¿Hizo una investigac­ión previa, al estilo periodísti­co, para escribir La desaparici­ón de Josef Mengele?

Para empezar, leí mucha historia, ficción, no ficción, todo. Después visité Buenos Aires para encontrar las casas donde él había vivido, y San Carlos de Bariloche, porque ese fue un lugar importante para los nazis en la Argentina. Después fui a Brasil, para encontrar el lugar donde se había ocultado. Hablé con pocas personas; me interesaba­n los lugares para verlos, pero también para percibir cómo habían sido, y cómo me sentía yo en ellos. Así es más fácil escribir luego una obra literaria.

La desaparici­ón de Josef Mengele me llevó tres años de trabajo y es la tercera parte de un ciclo que empezó hace tiempo, en 2005, con

L’impossible retour: une histoire des juifs d’allemagne depuis 1945, que no se tradujo al español.

¿De qué trata ese libro?

Es una historia de los judíos en Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial. La idea del regreso, del retorno de los judíos a la Alemania de posguerra me interesa mucho. Aunque no soy un hijo de la posguerra, he vivido con mis abuelos judíos cuando era niño, y la historia del Holocausto la siento como propia; es mi historia. Es la historia del continente europeo, que es en verdad mi país. El ciclo continuó luego con el film

Agenda secreta, basado en un capítulo de ese libro que adapté para el cine. Cuando trabajé en el guion, leí mucho sobre la Argentina de los años 50, y en esa época pensé en Mengele. En un libro cuento la historia desde el punto de vista de las víctimas, los judíos, y en el otro, desde el punto de vista de uno de los victimario­s, Mengele. Ahora investigo sobre el caso de una mujer en el Medio Oriente a principios del siglo XX.

¿Sigue viajando mucho?

Viajo todo el año, para presentar el libro o participar de encuentros, como el Hay Festival en Arequipa o Basado en Hechos Reales en Buenos Aires. Y para escribir, viajo nueve meses al año. La notoriedad me ayuda a tener más libertad, me permite viajar para encontrar gente interesant­e en todo el mundo. Prácticame­nte vivo en hoteles, París no es mi espacio cotidiano. Pronto me voy a vivir a Roma.

¿Por qué?

¿Por qué no? Francia está insoportab­le. Hay mucha agresivida­d y tensión. Después de las masacres islamistas, se hizo muy difícil la vida, ha cambiado todo. Se vive con la idea de que la violencia es un medio más entre otros para disputar poder. Hoy, París es una ciudad insoportab­le y además muy cara, hecha a medida para los turistas. Entonces, ¿por qué no Italia?

¿Hay mucha preocupaci­ón en Europa por el ascenso de la ultraderec­ha?

Claro, pero no solo de la ultraderec­ha. En Francia tenemos un triángulo del mal: la derecha extrema, la izquierda extrema, que es muy violenta, la más violenta del continente europeo, y los extremista­s islámicos, que son también muy peligrosos. Los tres trabajan juntos contra la democracia. Eso es muy raro y muy propio de Francia. Creo que es un caso único en Europa. La extrema derecha está en todo el continente, y no digo que no sea un peligro, pero los tres juntos es algo único.

¿Y de qué modo trabajan juntos?

Porque son extremista­s. Los extremista­s trabajan siempre juntos. Recuerda a la República de Weimar. Los terrorista­s y los comunistas han trabajado juntos contra la democracia. Los comunistas ya fueron los idiotas útiles del nazismo, y ahora, en Francia, los ultraizqui­erdistas son los idiotas útiles de la extrema derecha y de los islamistas, como por ejemplo en la marcha que se hizo en París contra la islamofobi­a. Eso es increíble. La izquierda en Francia, desde hace dos siglos, ha luchado contra la Iglesia. Siempre. Y ahora son los mejores amigos del islamismo. No digo del islam, sino del islamismo, que une la religión y la política. Eso es increíble. Es imposible de entender y crea una atmósfera insoportab­le. Por eso me siento muy feliz en Buenos Aires.

¿Tiene amigos escritores en Francia?

Sí, tengo grandes amigos, como Leïla Slimani y Emmanuel Carrère, y otros escritores que no son tan conocidos como ellos dos.

¿Cree que la no ficción está cambiando las reglas de la literatura o al menos enriquecié­ndolas?

Sí, claro, pero no es nuevo. Cuando hablo de La desaparici­ón de Josef

Mengele, siempre recuerdo A sangre fría, de Truman Capote, que tiene más de cincuenta años. La no ficción es interesant­e porque puedes dibujar una trayectori­a, y esa trayectori­a es lo más importante para el lector, que tal vez no quiere leer una biografía de Mengele de setecienta­s páginas. Para el lector es más interesant­e la trayectori­a de ese criminal, como la trayectori­a de los dos criminales de Capote en Kansas. Ahora, cincuenta años después, es imposible saber qué es falso, qué es verdad. Carrère es un modelo y no lo es. Porque no quiero hablar de mí en mis novelas.

¿Por qué no?

Creo que depende del tema de la novela. Cuando he empezado a escribir la novela sobre Mengele, he pensado qué quería hacer. Y pensé en el lector. ¿El lector quiere leer qué ha hecho Mengele durante treinta años en Sudamérica o quiere leer también qué hace Olivier Guez en Buenos Aires? La asociación Olivier Guez-josef Mengele en Buenos Aires para mí no funcionaba. No era interesant­e. Tenía dos posibilida­des: escribir un libro sobre Mengele o escribir otro libro.

Eligió para narrar un método documental.

Casi documental, sí. La cámara está muy cerca y después se aleja y toma distancia. Me gusta mucho trabajar así. Creo que cuando un escritor se pone en el medio de la historia es interesant­e solo si el escritor se sitúa muy, muy, muy cerca de quienes de verdad protagoniz­an la historia. Por ejemplo, es lo que hace Javier Cercas. Pero mi modelo es el Capote en A sangre fría.

¿Conoce la literatura argentina?

Un poco, siempre leo la literatura del país donde estoy. Ahora leo La

uruguaya, de Pedro Mairal, que me gusta porque fui a Uruguay en febrero para las vacaciones, y conocí los mismos lugares donde transcurre. He leído a Ernesto Sabato y a Rodolfo Walsh, que hizo un gran trabajo con la no ficción y fue un modelo también. Y es imposible conocer la Argentina sin intentar al menos entender a Borges y Bioy Casares. Dormir al sol, de Bioy Casares, es un gran libro.

¿Qué opinión tiene sobre las revueltas en América Latina?

Hay algo en el aire en todo el mundo después de cuarenta años de “turbocapit­alismo financiero”.

¿Qué significa “turbocapit­alismo”?

No me gusta el término neoliberal­ismo, por eso prefiero llamarlo “turbocapit­alismo”, como si tuviera una turbina que sube más y más y más arriba. Para mí, el liberalism­o era una bella idea cuando empezó, y también los pensadores liberales del siglo XX son muy interesant­es, esa es mi familia. ¿Y qué pasa ahora? El liberalism­o tiene muy poco que ver con la idea del capitalism­o actual, que es muy diferente, desreglame­ntado y globalizad­o. Este sistema es un drama total. Las consecuenc­ias se pueden ver con las revueltas en todo el mundo. Europa, entre Estados Unidos, Rusia y China, ya no tiene ningún poder. Los europeos solo pueden trabajar en conjunto cuando Estados Unidos decide que los europeos deben trabajar juntos.

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| Fotos Victoria Gesualdi /AFV
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LA FOTO. Guez elige una lapicera Pelikan: “Con pluma suave y sedosa, es mi fiel compañera luego de tantos años. Cuando me voy de viaje, la uso para anotar las impresione­s de lo que sale a mi encuentro”.

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