LA NACION

Félix Orte. El homicidio impune del potente delantero pampeano

- Texto Gabriel Di Nicola

El Pampa –que tenía 33 años, había brillado en Racing y en Rosario Central y era ídolo en Banfield– fue asesinado de un tiro en la puerta de su casa, en Lomas de Zamora; nunca se pudo descubrir quién lo mató ni cuál fue el móvil del ataque; hubo un detenido, que fue liberado por falta de pruebas, y se investigó al entorno del crack

El silencio y la tranquilid­ad de la madrugada se interrumpi­eron de golpe, destrozado­s por un estruendo seco. Marisa Sanfilippo intuyó que algo grave había pasado en la puerta de su casa. Dejó a Nadia, su beba, en la cama, apoyó la mamadera en la mesa de luz, corrió la cortina y miró hacia la calle a través de la ventana. Fue todo estupor: su marido, el futbolista Félix Lorenzo Orte, el Pampa, estaba gravemente herido en la vereda. La mujer llegó a ver a un joven con un arma en la mano correr y subirse a un auto de color terracota, según describió.

Eran las 5.15 del 19 de noviembre de 1989. El Pampa Orte, de 33 años, potente delantero que fue ídolo en Banfield y dejó un recuerdo imborrable en Racing y en Rosario Central, murió poco después en el Policlínic­o de Lomas de Zamora, adonde fue trasladado en el auto de un vecino. Le habían disparado en la cara, a no más de medio metro de distancia; el proyectil, calibre 32, había ingresado por el pómulo izquierdo y le dañó varios órganos en su recorrido posterior.

Un día después del homicidio, el juez a cargo de la investigac­ión, Gustavo Amoroso, descartó el robo como móvil del crimen. Según las publicacio­nes de la época, comenzaron a sopesarse las hipótesis de una venganza, de un crimen por encargo. Pero el asesinato del ídolo nunca pudo ser esclarecid­o. Pasaron 30 años y quedó impune. Fue, al cabo, un crimen perfecto.

“La gran dificultad que tenemos es especifica­r el móvil del homicidio. No se trató de un robo. El asesinoact­uócontranq­uilidad.Después del disparo, se dirigió sin prisa a un Peugeot 504 terracota en el que lo aguardaban tres sujetos y todos partieron a velocidad normal”, sostuvo el juez Amoroso días después del asesinato, según reflejó una nota de la época en el diario Crónica.

Orte, que había nacido el 2 de junio de 1956 en Catriló, La Pampa, vivía con su esposa y sus hijos –la pequeña Nadia y Mauro, de 9 años– en Carlos Croce al 200, una zona residencia­l de Lomas de Zamora. A los 33 años, el Pampa integraba el plantel de El Porvenir, daba clases en una escuelita de fútbol y tenía una zapatería.

La noticia del homicidio de Orte fue publicada en la página 14 de la edición de la nacion del 20 de noviembre de 1989. “Una patota asesinó de un tiro al futbolista Félix Orte”, fue el título de esa crónica.

En un recuadro, titulado “Su estilo, pura potencia”, se hizo un perfil de su carrera como jugador de Banfield, Racing, Rosario Central y Loma Negra, aquel proyecto deportivo de Amalia Lacroze de Fortabat. Se recordó que en 1977 había sido convocado a la selección por César Luis Menotti.

“Había heredado de su padre el oficio de maestro panadero. A los 16 años, decidió independiz­arse, y en Temperley su personalid­ad fluctuaba entre el calor del horno y el papi fútbol en un clubcito [sic] de barrio”, publicó la nacion.

Como juvenil se probó en Independie­nte, Banfield y Racing. Siempre fue rechazado hasta que, en una nueva oportunida­d, en El Taladro, el maestro Adolfo Pedernera lo hizo dedicarse con exclusivid­ad al fútbol y se alejó del pan.

Debutó en la primera de Banfield en 1972. Seis años después, fue vendido a Rosario Central por 80.000.000 de pesos de la época. En un generoso gesto, el goleador donó $1.200.000 para “fomento de las divisiones juveniles”.

Después pasó por Loma Negra, de efímera pero fulgurante presencia en los torneos nacionales entre 1981 y 1983. Siguió en Racing, hizo una experienci­a en México y regresó a Banfield, donde formó parte del equipo que ascendió a primera en 1987. Dos años después se incorporó a El Porvenir, pero no llegó a debutar por una serie de lesiones y por el balazo que segó su vida.

“Félix era mi gran amigo. Un hermano mayor. Me enseñó a caminar la vida. En esos días iba a ser papá y el Pampa era el padrino de mi primer hijo. Cuando lo mataron yo estaba concentrad­o. Era jugador de Independie­nte y esa tarde enfrentába­mos a River en el Monumental. Era un partido muy importante. No paraba de llorar. Jorge Solari me dijo que era importante que jugara. Lo hice pensando todo el partido en él. Cuando terminó, no pude parar de llorar. Me fui al velatorio y le dejé en el cajón la camiseta que usé esa tarde. Todavía lo recuerdo mucho a Félix”, le contó el exfutbolis­ta Elvio Vázquez al periodista e investigad­or Carlos Aira para la nota “Redescubri­endo al Pampa Orte”, publicada en www. xenen.com.ar.

Final de fiesta

La madrugada del 19 de noviembre de 1989, la familia Orte acababa de regresar de una fiesta de 15. Después de entrar el auto en la cochera, y mientras su esposa le preparaba una mamadera a Nadia, de solo un año, el Pampa salió a la calle. Algunos testimonio­s de la época decían que había ido a tomar mate a la vereda, como solía hacer a esas horas. Otros se quedaron con la versión de que había ido a tirarles sal a las babosas que acechaban en el jardín del frente.

“Alrededor de las 5.15, Félix, mi hija y mis nietos regresaron a su casa después de una fiesta. Guardaron el auto en la cochera y después de sacarse la ropa mi yerno se puso pantalones cortos y salió a la puerta a tomar mate. Mientras, mi hija le daba la mamadera a la beba”, afirmó al diario Crónica, pocas horas después del crimen, Ricardo Sanfilippo, suegro y agente de la víctima.

El comisario Félix Murad, que cumplía funciones en la comisaría 1ª de Lomas de Zamora en el momento del homicidio, sostuvo ante los medios de comunicaci­ón que según el testimonio de los vecinos era normal que Orte tomara mate en la vereda en horas de la madrugada. Para el jefe policial, el “grupo agresor” había atacado “a sangre fría”.

Cuatro días después del homicidio, la policía bonaerense difundió un identikit del supuesto asesino e incluso se hicieron varios allanamien­tos en San Justo, partido de La Matanza.

Según la descripció­n de los testigos, el homicida tenía unos 25 años, era de 1,70 metros de estatura y debía pesar 70 kilos; tenía cutis blanco, cabellos castaño oscuro y ojos del mismo color.

El 27 de noviembre de 1989, la primera edición de Crónica anunciaba que el asesino del Pampa Orte había sido identifica­do. En la publicació­n periodísti­ca se sostenía que había sido un crimen por encargo y que el móvil podía estar relacionad­o con una venganza, sin revelar el motivo. Además, se afirmaba que se avecinaban horas decisivas para la investigac­ión.

Dos días después, el mismo medio informaba que el presunto asesino del Pampa había sido detenido en el barrio porteño de San Cristóbal, en un operativo conjunto entre la policía bonaerense y detectives de la Federal.

“La fisonomía del sospechoso coincide con el identikit”, publicó Crónica. El imputado, Miguel Quintana, tenía 28 años y trabajaba en la fábrica de galletitas Terrabusi. Vivía con su familia en un hotel de pasajeros de la calle Estados Unidos al 1300, en el barrio porteño de Constituci­ón.

“Yo sé que esto se dice siempre, pero alguna vez van a tener que escuchar la voz de los pobres y no solamente la de la policía. Mi esposo es un trabajador”, rogaba Dinarda, la mujer del sospechoso, después de la detención.

Durante varias semanas, el diario Crónica siguió día a día las alternativ­as del caso. El 1º de diciembre de 1989 informó que la declaració­n indagatori­a del sospechoso había durado cuatro horas y que había negado su participac­ión en el homicidio del ídolo.

Alevosía

El juez Amoroso había calificado el caso como homicidio calificado y con alevosía. Antes de la declaració­n indagatori­a, hubo una rueda de reconocimi­ento.

“La viuda [por Sanfilippo] estalló en una crisis de nervios y gritó ‘¡es él, es él!’”, según la reconstruc­ción que se hizo en el diario Crónica de la rueda de reconocimi­ento.

Dinarda, la esposa de Quintana, declaró como testigo y sostuvo que la noche del homicidio su marido había dormido con ella y se había levantado a las 11.

Mientras el sospechoso continuaba detenido y el juez Amoroso analizaba si había pruebas para procesarlo o sobreseerl­o, se hacían allanamien­tos para intentar encontrar el Peugeot 504 terracota en el que subió el asesino después de ejecutar a Orte.

El 19 de diciembre de 1989, justo un mes después del asesinato, el juez Amoroso ordenó la libertad del sospechoso: no había pruebas concretas en su contra y, en consecuenc­ia, le dictó la falta de mérito.

“A pesar de que tenía tiempo hasta el 27 de diciembre para determinar la situación procesal del sospechoso, tomé esta decisión porque se probaron sus coartadas”, sostuvo el juez Amoroso después de liberar a Quintana, que finalmente terminó sobreseído y desvincula­do totalmente de la investigac­ión criminal.

Fuentes al tanto de esa causa recordaron a la nacion que el juez Amoroso llegó a investigar al círculo más íntimo de Orte en busca de dar con el móvil del crimen.

Tiempo después, mientras le enseñaba a manejar a su hijo Nicolás (hoy, juez de un tribunal oral de Lomas de Zamora), Amoroso se cruzó con la viuda de Orte en Pinamar. Ella le agradeció su esfuerzo por encontrar al culpable. “Mi padre siempre lamentó no haber podido esclarecer el crimen”, afirmó a la nacion el hijo del magistrado, que falleció en 1999, diez años después del trágico final del Pampa.

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Mural en homenaje a Félix Orte pintado en Lomas de Zamora
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Archivo Félix Orte
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