LA NACION

La conquista de la primera infancia

- María Luz González Gadea

Hace algunos años venimos escuchando que los primeros años de vida cumplen un rol muy importante en el futuro de las personas y que la ausencia de medidas de protección social durante esos años significa una pérdida irreversib­le para el capital humano de un país. Como todo discurso que se vuelve popular, esconde algo de verdad y algo de mito.

En 2000, el estadounid­ense James Heckman ganó el Premio Nobel de Economía por sus investigac­iones que explican la importanci­a de la inversión en primera infancia. Heckman da un argumento económico que resulta muy atractivo: la inversión en primera infancia genera ganancias considerab­lemente mayores que la inversión en otras etapas de la vida. Esto es, invertir en programas de estimulaci­ón y cuidado en niños y niñas de 0 a 5 años que viven en contextos de vulnerabil­idad social permite reducir los gastos a futuro en programas de salud, educación, e incluso justicia penal, ya que reduce las tasas de delitos.

Este argumento es popular entre los políticos. Para los que trabajan en educación y desarrollo infantil, en cambio, el principal argumento para la defensa de la primera infancia está en la protección de los derechos del niño. Esto significa que todos y cada uno de ellos deben recibir durante sus primeros años el cuidado, la protección, la asistencia y la estimulaci­ón que les permitan desarrolla­r su máximo potencial. Esta debería ser la obligación prioritari­a de cualquier institució­n, ya sea educativa, asistencia­l y obviamente del Estado.

Así es que la importanci­a de proteger y estimular a los niños y niñas en sus primeros años de vida puede resumirse en dos razones: justicia social y retorno económico. Justicia social significa brindar a todos los niños y niñas oportunida­des óptimas para su desarrollo; retorno económico y social, el ahorro y la ganancia futuros que se obtienen por realizar inversione­s en esta etapa.

Ahora bien, ¿por qué invertir de 0 a 5 años y no de 1 a 3 años, de 5 a 8 años, o más adelante? La irreversib­ilidad en el desarrollo infantil es un mito, pero también es cierto que querer ocuparse en tercer grado de la escuela primaria de problemas de aprendizaj­e que deberían haberse afrontado antes no solo es injusto para el niño o niña que los padece, desde una perspectiv­a de derechos humanos, sino que además es económicam­ente más caro, desde una mirada de política pública.

Por eso, reconocer la importanci­a del desarrollo de programas en primera infancia podría obligar al Estado y a la sociedad en su conjunto a revaloriza­r, tanto económica como socialment­e, las tareas de cuidado, protección y estimulaci­ón a cargo, en su mayoría, de mujeres: madres, docentes de jardín de infantes, cuidadoras, etcétera.

La etapa de 0 a 3 años es la única que no tiene un trayecto obligatori­o en el sistema educativo público ni una currícula o plan educativo oficial en el país. Aceptar la importanci­a de los primeros años de vida significar­ía, por un lado, que el Estado asuma su responsabi­lidad sobre uno de los sectores sociales más afectados por la pobreza y uno de los más fundamenta­les para el desarrollo futuro del país, y por el otro, que la sociedad pueda incorporar, de una vez por todas, que el cuidado de los más pequeños no es una tarea doméstica, informal, no capacitada y responsabi­lidad exclusiva de las familias.

Esta debería ser nuestra próxima conquista.

Investigad­ora asistente del Conicet del Instituto de Neurocienc­ias Cognitivas y Traslacion­ales, asociada del Centro para la Evaluación de Políticas Públicas y del Laboratori­o de Neurocienc­ias de la Universida­d Torcuato Di Tella

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina