LA NACION

Hoffmann, para cerrar el año en el Teatro Colón

Esta obra, que no se presentaba desde 2001, cierra la temporada del Colón

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El estreno de Los cuentos de Hoffmann en 1881 en París fue como la lectura del testamento de su autor. En vida, Jacques Offenbach había conocido la gloria, pero siempre como creador de títulos de opereta y comedia. Y él quería otra cosa: ser reconocido como compositor “serio”. Para esto dedicó sus últimos años a componer esta ópera que catalogó de fantástica y que le dio la tan deseada consagraci­ón junto a otros grandes del género lírico. Con libreto en francés de Jules Barbier, esta narración a través de cuentos que hace el poeta Hoffmann sobre la imposibili­dad que tiene de encontrar el amor constituye hoy día una de las obras clásicas del repertorio y no pasa mucho tiempo sin aparecer en la cartelera de los grandes teatros. Desde 2001 no se la mostraba en el Colón y este año a manera de homenaje por los doscientos años del nacimiento de su compositor vuelve con seis funciones para cerrar la temporada lírica. La régie está a cargo de Eugenio Zanetti y al frente de la Orquesta Estable estará Enrique Diemecke. El director escénico para esta nueva producción (realizó también la escenograf­ía y el vestuario) ha hecho de su trabajo casi una marca registrada.

El director afirma tener una relación muy especial con esta obra desde su infancia. “En mi niñez no teníamos televisión y mis padres me llevaron al cine a ver esta versión dirigida por Michael Powell (estrenada en 1951). Jamás había visto una película de fantasía y resultó una explosión nuclear en mi cabeza. Y por esto, en esta producción quise agregar una capa extra en homenaje a Powell, por lo que aparte de las múltiples historias habrá además un equipo de filmación registrand­o la ópera mientras esta se desarrolla. Una especie de metamensaj­e en el cual Hoffmann, un héroe literario del siglo XIX, de pronto es mirado a través de una visión del siglo XX. Eso le traerá la duda de saber si es un ser humano real o si es un personaje de ficción. Y es algo con lo que también juega Offenbach. Acá va a haber paparazzi y otros elementos que me liberan de mostrar una época determinad­a dando como resultado una ópera fantástica que abarca los dos últimos siglos y medio”.

Esta obra tiene el desafío de mostrar continuida­d pese a los ambientes tan disímiles de cada acto (la taberna, el mundo del creador de artefactos mecánicos con su muñeca Olympia, la casa de Antonia y el lujo en la Venecia de la cortesana Giulietta) para que no resulte una mescolanza. Esto se logra, según el director, a través de dos elementos. “La música de Offenbach, que se encarga de crear una textura continua, ya que él conocía muy bien al público, así que apenas baja la atención te manda una melodía y te atrapa de nuevo. El otro elemento es la utilizació­n particular de una convención propia del teatro griego como es la unidad de lugar. Todo sucede en el mismo lugar, pero como cambia continuame­nte en realidad no es el mismo. Igual con el tiempo. Así que seguimoscu­mpliendo con dos conceptos del teatro clásico, pero a la manera de Los cuentos de Hoffmann”.

Zanetti quiso dar un vuelco a esa condición de sufrimient­o y muerte asociada al amor en el pensamient­o del romanticis­mo literario, por lo que le abre una esperanza a Hoffmann cuando su musa le dice ser ella su verdadero amor y se marchan juntos para crear. “Soy un convencido de que lo visual y lo musical producen una reacción en cadena y se auto potencian. Así veremos que muchas de las cosas de la escenograf­ía se mueven al ritmo, lo físico al servicio de la música. Vamos a ir en un viaje, como me gusta a mí”.

Los cuentos de Hoffmann pueden armarse de manera diferente cada vez gracias a una serie de circunstan­cias que la marcaron desde su comienzo. Primero, la muerte de Offenbach, que implicó que Ernest Giraud asumiera la orquestaci­ón final para poder estrenarla y luego incendios que quemaron partituras originales, lo que trajo la intervenci­ón de múltiples autores modificand­o los recitativo­s, las arias y el orden de los actos. Por esto, los directores que se encargan de este título tienen cierta libertad para selecciona­r qué colocar y qué suprimir. Para Diemecke, a cargo de la dirección musical, el reto principal consiste en respetar el espíritu de la obra. “En esta versión se decidió hacer primero el acto de Antonia antes del de Giulietta para darle lógica al final. Cuando se hacen el prólogo y el epílogo completos resulta mejor así para explicar la afirmación que la musa le hace sobre el amor verdadero”, dice.'

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Entre lo clásico y lo moderno, una puesta distinta

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