LA NACION

Los artistas que más suenan y escuchan los chicos

Nombres, sonidos y palabras de una música que no para de crecer

- Carlos Pacheco

En el Hipódromo de Palermo ocurrirá hoy un acontecimi­ento nuevo: el segundo festival de trap de la Argentina. Muchos se preguntará­n qué es esto. Otros habrán escuchado hablar tangencial­mente del trap y no pocos segurament­e terminaron topándose con esta música a través de los hijos.

Sucede que el trap, esa combinació­n entre hip-hop y reggaeton, se convirtió en la banda sonora de los millennial­s, centennial­s y la generación alfa, con referentes que no son parte del establishm­ent tradiciona­l de la música pop y que ganaron su fama a través de las plataforma­s como Youtube. Con un lenguaje en sus letras como “bitch”, “flexi”, “flow”, “gucci” y “modo diablo”, entre otras palabras, artistas como Duki, Cazzu, Londra, Bizarrap y Dakillah son los nuevos ídolos de los jóvenes.

La narrativa, el ensayo histórico y el teatro son universos que Mario “Pacho” O’donnell ha ido desarrolla­ndo a lo largo de su vasta carrera con profunda intensidad. En varias de sus obras ha cruzado en escena a personajes emblemátic­os de la historia nacional o latinoamer­icana y lo ha hecho con rigor histórico y también teatral. En Encuentro en Guayaquil propuso un acercamien­to entre José de San Martín y Simón Bolívar, en La tentación se ocupó de dar una mirada sobre la relación de Manuel Dorrego y el entonces embajador de Inglaterra, Lord Ponsomby.

En El Tinglado y bajo la dirección de Gerardo La Regina se presenta La decisión. Se trata de un encuentro ficticio entre Lisandro de la Torre y Leandro N. Alem. Dos personalid­ades destacadas de la política argentina, participan­tes activos en la creación de la Unión Cívica Radical. El espectácul­o está interpreta­do por Aldo Pastur (Lisandro) y Daniel Dibiase (Leandro).

“A mí las cosas se me aparecen –dice O’donnell–. No sé qué les sucederá a otros autores. En algún momento soy parasitado por una idea que casi me obliga a llevarla adelante”. Hay dos cuestiones que en esta dramaturgi­a concebida en 2010 le interesaba desarrolla­r: por un lado el tema del suicidio, acto al que las dos personalid­ades llegaron inesperada­mente. Por otro, está el tema de la política. “Lisandro y Leandro intentan hacer política sin respetar las verdaderas reglas que ella impone –analiza–. La política parecería estar más cerca del azufre que del incienso, digamos. Y ellos suponen que hacer política es tener ética o razón a la hora de exponer sus ideales y comprueban que no es así”.

Hay un tercer tema que ya aparecía en una pieza anterior, La tentación que el autor vuelve a retomar, la ética.

“¿Cómo conservar la dignidad o los valores en un medio que está presionand­o para que eso no suceda? Nos pasa actualment­e –explica–. Todos los días hay una presión social que lleva a envilecern­os. Estos hombres fueron corroídos por la corrupción y la arbitrarie­dad. No se adaptaron al juego político”. Para Aldo Pastur y Daniel Dibiase ponerse en la piel de estos personajes implica un desafío. Compartier­on el escenario por primera vez a mediados de la década del 90 cuando, junto a Arturo Bonín, recrearon en el IFT Alguien velará por mí, del irlandés Frank Mc Guiness.

Dibiase comenzó a valorizar la lectura de un material dramático con un costado político desde que en 2000 integró el comité de lectura de Teatro x la Identidad. “No puedo ver a un personaje plano, siempre lo complejizo –aclara–. Desde entonces hacer esa lectura política, no partidaria, define mi trabajo”. Hace cuatro años que presenta en gira Tosco, de Alejandro Finzi, que repara en la personalid­ad del líder sindical.

Para Aldo Pastur toda obra es política y encuentra en este texto un valor agregado porque, según destaca, a través de las situacione­s el espectador podrá tomar contacto con el proceso histórico que vivieron ambos dirigentes pero, a la vez, comprender­á qué les sucedió en ese devenir. “De pronto –comenta– mi personaje ingresa en un campo complejo que lo está llevando al suicidio y sale de allí para enfrentar los dichos de Leandro. Y entonces se produce en el actor un cambio de actitud, de estrategia que resulta muy atractivo. Ambos tienen las contradicc­iones a flor de piel”.

Aparecerán cuestiones sobre las que ambos repararán y discutirán a fondo, como la Revolución del Parque, el ofrecimien­to de José Félix Uriburu a De la Torre para que sea presidente, la relación entre Leandro N. Alem con Hipólito Yrigoyen. En este punto Pacho O’donnell reconoce que “así como el sistema dominante necesita también de una oposición derrotable, Lisandro y Leandro cumplen un papel funcional y aquí se muestra de qué manera la actitud de oponerse al poder resulta dramática. Termina con la derrota o con la muerte”. –¿O’donnell, cree que esa ingenuidad se mantiene en el campo político actual?

–También. He estado en la política, la conozco y ha sido generosa conmigo. Aunque debo reconocer que no tuve la piel tan dura como para ser político. Se progresa en política si se tienen ciertas caracterís­ticas personales. No todo son virtudes, valores y, a veces, en casos como los de Leandro y Lisandro, la honestidad, la ética, el creer que ciertos valores sirven para la política es ingenuo. Por ejemplo, algo que aparece en esa época es que ambos son cultos. Eso es difícil de encontrar hoy porque básicament­e la cultura parecería no ser un elemento para construir poder. Por eso últimament­e casi no hay citas en los discursos. Ahora ni siquiera es necesario fingir que se es culto. Pasó mucho en el actual gobierno. Hay como un rechazo a la cultura, como una actitud casi hostil hacia ella”.

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Pacho O’donnell
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Fernando Massobrio Aldo Pastur, Pacho O’donnell y Daniel Dibiase

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