LA NACION

¿Puede ser Brasil el próximo de la lista? Por ahora parece que no

Esta columna fue publicada originalme­nte en americas Quarterly. El autor es su editor general y vicepresid­ente de la Americas Society and Council of the Americas

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opinión Brian Winter Para la NACION

Mi sensación es que después de seis años de crisis casi permanente muchos brasileños están cansados y se aferran a cualquier viso de normalidad

Puede pasar también acá?”. Esa es la pregunta que escuché en boca de todos durante mi reciente viaje a brasil: si las violentas protestas que vemos en Chile, bolivia, Ecuador y ahora también en Colombia pueden extenderse también al territorio brasileño. En algunos círculos, la paranoia es enorme. Un funcionari­o de gobierno me dijo que algunos agricultor­es del estado fronterizo de Mato Grosso se están armando por temor a una invasión de “agitadores” de bolivia que les prendan fuego a sus cultivos. Eduardo bolsonaro, diputado e hijo del presidente, reflotó la posibilida­d de invocar un infame decreto de la época de la dictadura que, entre otros abusos, permitiría el arresto indefinido de los disidentes “si la izquierda se radicaliza­ra”. Tras la indignació­n que generó su propuesta, bolsonaro Jr. tuvo que desdecirse.

Entonces ¿puede ocurrir o no? si algo hemos aprendido de la ola de protestas que arrancaron a principios de octubre, es a ser humildes. Prácticame­nte nadie vio venir lo de Chile, por ejemplo. Hay algo flotando en el aire en estos últimos meses de 2019, y no solo en américa latina. la mejor estrategia es mantener la mente y los ojos bien abiertos.

Hecha esa salvedad, no sentí que brasil fuese un país a punto de explotar. De hecho, me pareció más tranquilo y menos inflamable que en otros momentos de los años recientes. Pasé una semana de visita en brasilia, río de Janeiro y san Pablo, y hablé con unas 120 personas de todo tipo, desde barrendero­s y banqueros hasta funcionari­os de gobierno, militares retirados y clientes de una panadería de clase trabajador­a. Como eje ordenador de mi relato, he elegido cinco frases que escuché durante mi visita y que por un motivo u otro me impactaron:

“Por el momento, Bolsonaro es lo que hay”

si uno se deja guiar por lo que se dice en Twitter, en brasilia y en los medios de comunicaci­ón, brasil parece un país profundame­nte polarizado. los seguidores de bolsonaro se embarcan diariament­e en su fantasía de reescribir los manuales escolares o purgar la suprema Corte, mientras que desde su liberación de la cárcel lula da silva recorre el país con numerosos actos en los que insta a sus partidario­s a seguir el ejemplo de Chile. El expresiden­te Fernando Henrique Cardoso me dijo: “Este país está dividido desde

1964”, año del último golpe militar. Puede ser. Pero fuera de los círculos politizado­s, escuché mucha menos bronca y divisiones que en

2016 y 2018, cuando brasil atravesaba la agonía de un juicio político y una elección, respectiva­mente, en medio de la peor recesión de la historia. Hoy la sensación es distinta. la frase que elegí fue la respuesta que me dio, con más resignació­n que desdén, un vendedor jubilado cuando le pregunté por bolsonaro. Mi sensación es que después de seis años de crisis casi permanente, muchos brasileños están cansados y se aferran a cualquier viso de normalidad.

“Todos estamos con miedo” la frase me la dijo un miembro de la sociedad civil en río de Janeiro, y refleja una realidad muy diferente: el terror absoluto que sienten las minorías, los brasileños más vulnerable­s, los intelectua­les, los periodista­s y tantos otros que se oponen, o se interponen, a la agenda de gobierno de bolsonaro. si en brasil llegara a producirse un estallido, podría surgir de estos segmentos que se sienten amenazados. las protestas podrían desatarse en un campus universita­rio, en un acto sindical o político, o como reacción frente a una tragedia similar a la de la pequeña Ágatha sales Félix, de 8 años, baleada accidental­mente por la policía de río en septiembre. la protesta inicial sería probableme­nte reducida, pero el hilo conductor entre Chile y Colombia es que las autoridade­s entraron en pánico y dejaron que la policía y los militares reprimiera­n incluso las manifestac­iones pacíficas, lo que a su vez enfureció a la clase media, que se volcó mayoritari­amente a las calles. ¿Es imaginable que bolsonaro y otros mandatario­s afines a su mentalidad cometan el mismo error de cálculo? Enfáticame­nte, sí.

“Actualment­e en San Pablo no hay problemas de seguridad”

OK, esa declaració­n –cortesía de un taxista– ni siquiera es cierta. Dejo constancia de que el delito sigue siendo un grave problema en san Pablo y prácticame­nte todas las ciudades de brasil. Pero la exageració­n del taxista es reveladora: en los casi 20 años que llevo visitando este país, nunca escuché tanto optimismo respecto de una disminució­n de la violencia. Y de hecho hay varias tendencias que parecen apuntar en la dirección correcta. En política el timing es todo, y, merecidame­nte o no, bolsonaro obtiene sus mejores guarismos en el rubro política de seguridad. Eso también explicaría por qué muchos brasileños están dispuestos a hacer la vista gorda frente a la brutalidad policíaca: creen que está funcionand­o.

“La corrupción mejoró”

Otra afirmación controvert­ida que se escucha todo el tiempo, y no solo de boca de los fanáticos de bolsonaro. la corrupción dominó las noticias de brasil durante años. arrancó con el Mensalão durante la presidenci­a de lula y levantó temperatur­a con el escándalo del lava Jato, en 2014. Tras años de ver arrestos de políticos y empresario­s, la cosa se calmó. En una encuesta de agosto de CNT/MDA, el 31% de los sondeados dijo que “la lucha contra la corrupción” era el mejor rubro del gobierno de bolsonaro, un 10% por encima del segundo rubro más popular, la política de seguridad y lucha contra el delito.

Muchos argumentan que con lula y el PT fuera del poder, los fiscales y los medios brasileros simplement­e dejaron hurgar en busca de escándalos. Otros señalan ciertas decisiones de bolsonaro, como la designació­n de un procurador general “alineado” (en palabras del propio presidente), las reformas de la cúpula de la Policía Federal y de la agencia tributaria, y la neutraliza­ción de la agencia antilavado, que tomadas en conjunto socavan gravemente la lucha contra la corrupción. Flávio y Carlos, dos de los hijos de bolsonaro, tal vez aún los espere un “día del juicio” por una amplia variedad de escándalos que, de demostrars­e, salpicaría­n al presidente.

El tiempo dirá si la menor corrupción sigue siendo percibido como un rubro fuerte de su gobierno. Pero hay que decir que ningún otro tema empujó a tantos brasileros a las calles en estos años como la corrupción. Y si siguen percibiend­o avances, es probable que muchos no quieran cambiar.

“¿Quién va a comprar lo que produzco?”.

Finalmente, esta frase que me dijo un empresario de la industria del juguete y que captura lo que está ocurriendo con la economía brasileña. Hay algunas buenas noticias: la inflación se desaceleró a apenas un 2,7%, lo que a su vez permitió bajar la tasa de interés a sus mínimos históricos. En el segundo trimestre la inversión se recuperó, mientras que desde marzo el desempleo cayó un punto porcentual, para ubicarse por debajo del 12%. Pero alrededor de 2/3 del reciente crecimient­o del empleo ha sido en el sector informal, y la mayoría de las empresas simplement­e se niegan a crear nuevos puestos de trabajo. ¿Qué las frena? sobre todo, la desconfian­za, que en gran medida emana de brasilia. Es cierto que la reciente aprobación de la reforma previsiona­l ayudó a revertir un poco el ánimo. Pero las disputas y divisiones constantes en el seno del gobierno –ya sean los rumores de salida del Mercosur o sobre la idea del presidente de marginar a su partido para crear uno nuevo, o los ataques a la independen­cia de las institucio­nes– espantan a muchos consumidor­es e inversores, que se preguntan si alguna vez se volverá a cierto grado de normalidad.

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