El planeta le teme al Black Friday
Ante el consumismo explícito, muchos creen que menos es más
Bombardeados por las ofertas, es difícil que ayer alguien se haya puesto a pensar en el término Black Friday. Su origen es incierto. Algunos lo atribuyen a los almaceneros de Filadelfia que, en la década del 50, decidieron ofrecer grandes rebajas y vieron cómo sus números pasaron de rojo a negro en sus cuadernos. otros sostienen que surge de la jerga policial, cuando los agentes de tránsito se las veían negras por el intenso tráfico que generaban los descuentos en Estados Unidos.
En tiempos de crisis climática, unos pocos –pero cada vez más ruidosos– se animan a arriesgar una nueva explicación: lo llaman viernes negro porque se convirtió en un día de luto para el medio ambiente.
Estos consumidores conscientes advierten que la fiebre de descuentos está enfermando, literalmente, al planeta. Las cifras revelan escenas de consumismo explícito: las compras por Internet a nivel global aumentan más de un 600% con respecto a los días normales. En Argentina, particularmente, se compran 2,7 productos por persona, que suman un gasto promedio de 6,205 pesos, según cifras de Black Friday Global.
Lamentablemente, en su detallado informe, esta organización que aglutina a los principales retailers y sitios de e-commerce del mundo, no calcula la huella de carbono que se genera por enviar miles de millones de paquetes en un lapso de 24 horas.
Tampoco se hace cargo de su parte la industria de la moda –la ropa es el ítem más elegido por los cazadores de ofertas–, una de las más apuntadas por su impacto ambiental. Solo en los Estados Unidos, meca del denominado fast
fashion, se tiran a la basura 16.000 toneladas de ropa cada año. Es el equivalente a descargar un camión de residuos lleno de textiles por segundo, según la Fundación Ellen Macarthur.
Si bien está claro que para muchos los descuentos de este día –¿o ya deberíamos decir semana por las continuas prórrogas?– pueden representar una oportunidad genuina de acceder a bienes inalcanzables durante el resto del año, en otros casos queda claro que muchas compras son impulsivas y provocan un daño ambiental perfectamente evitable.
“¿Es realmente necesario comprar lo que compramos?”. Con esta pregunta como bandera, cada vez son más los que se suman a los movimientos anticonsumo, convencidos de que la mejor ganga para el planeta es dejar de comprar.
De hecho, ayer viernes, mientras los consumistas más devotos peregrinaban a los shoppings, también se celebró el Buy Nothing Day. Esta jornada de protesta, que se creó en Canadá en los noventa, promueve originales acciones “para que la sociedad reflexione sobre los efectos del sobre-consumo”. ¿Por ejemplo? Caminatas zombies con changuitos vacíos en los supermercados o tijeretazos masivos de tarjetas de créditos en los centros comerciales.
“Debemos entender que necesariamente tenemos que reducir nuestro consumo”, dice en diálogo con Valentín Abella, la nacion organizador de Bioferia, el evento de consumo consciente más grande de la Argentina, que se celebró en septiembre en el Hipódromo de Palermo. Y agrega: “Esto implica redefinir nuestros hábitos: primero hay que pensar si realmente es necesario lo que tenemos en mente comprar. Luego, analizar si podemos conseguirlo reutilizado o prestado. Y eventualmente, tomar la decisión de compra que genere el menor impacto ambiental posible”.
Menos es más
Mientras en la mayoría de las empresas impera la lógica comercial que llama a “salvar el año” durante esta maratón de descuentos y promociones, otras entienden que fomentar el consumo indiscriminado es sencillamente incompatible con la crisis ambiental global. Prefieren, en cambio, salvar el planeta.
Y mal no les va: con su revolucionaria publicidad de “No compres esta campera” lanzada durante el viernes negro de 2011, la marca outdoor Patagonia se convirtió en un ícono del movimiento de consumo consciente. Para la jornada del 2016, anunció que donaría el 100% de sus ventas a iniciativas ambientales. Unos 10 millones de dólares. “Para nuestra compañía, este día representa a un capitalismo irresponsable que ya no va más. Se acabó la idea del consumo por el consumo mismo”, opina Agustín Fox, director de Patagonia en Argentina. “No nos interesa vender más camperas, porque no estamos en el negocio de la ropa; estamos en el negocio de salvar el planeta”, explica.
De la misma forma que nadie espera que el mundo entero se vuelva vegano de un día para el otro, o que se deje de viajar en avión sin más, el movimiento consciente invita a un cambio gradual en nuestros hábitos de compras. Lowsumerism, lo llaman los británicos. Una dieta baja en compras.
Y llegado el caso, se trata de entender el impacto social y ambiental de lo que estamos consumiendo. ¿Algunos consejos? Buscar alternativas recicladas o biodegradables. Regalar experiencias y tiempo en vez de productos que pronto quedarán obsoletos. Y probar con despojarse de las cosas que no necesitamos para dejar espacio, por ejemplo, a la felicidad.
Ayer se celebró también el Buy Nothing Day, una jornada de protesta
Debemos redefinir nuestros hábitos de consumo y pensar si es tan necesario lo que compramos
Se pueden regalar experiencias y tiempo en vez de productos que quedarán obsoletos