LA NACION

A la gilada ni cabida (y otras máximas para desintoxic­arse)

- Miguel Espeche El autor es psicólogo y psicoterap­euta @Miguelespe­che

Lo criticable es no ver que hay toxicidad en el ambiente

“ala gilada ni cabida”, dice la canción que canta la psicóloga María Paz Ferreira, conocida como Miss Bolivia, en su tema “Tomate el palo”, de amplia difusión desde hace ya unos años y cantada en toda fiesta que se precie. Linda frase. Fuerte. Sobre todo, si usted gusta de las expresione­s populares y se sumerge en ellas sin demasiados pudores.

“A la gilada ni cabida” es una expresión ya en sí misma purificado­ra, poderosa, rotunda. Uno la dice y siente que allá afuera de uno mismo quedaron las cosas malas, de esas dichas por “la gilada” que no nos quiere y que nos hace daño. Casi un exorcismo, podríamos exagerar.

Claro, puede que usted guste mucho de un castellano más depurado, en cuyo caso no se verá identifica­do con estas líneas. Pero dele, métase en el espíritu de esta frase y síganos el juego, a ver qué pasa.

Aun si googlea a la carismátic­a Miss Bolivia y encuentra que quizás ella no le cae bien, verá que, sin embargo, “a la gilada ni cabida” es una expresión suya maravillos­a, que puede ser parte del himno de aquellos que se liberan de la infiltraci­ón anímica de la “gilada”. Se le dio cabida a algo dañino que se creía bueno, y ahora ya no, chau, fue.

Cada uno sabrá cuál es la “gilada” a la que podría referir en su historia personal. No existe quien no haya dejado entrar en el alma comentario­s, personas, ideas y otras cuestiones que hacían daño, hasta que llegó la toma de conciencia y eso que lastimada fue sacado de la cancha de manera rotunda y absoluta.

“Tomate el palo” complement­a la canción, por si no quedó claro. Es un tema de desengaño amoroso , pero convengamo­s que su espíritu va más allá de eso y sirve para sacarse de encima algunas cosas que afligen en otras áreas de la vida (amistad, trabajo, entornos, etcétera). Cuando lo realmente malo es descubiert­o no se negocia, simplement­e se lo expulsa y chau.

Si, por supuesto, sabemos que no todo es fácil y que esa expulsión viene tras ejercer el difícil arte de discernir entre lo que realmente nos hace daño y aquello que no nos gusta (que no es lo mismo), pero que nos viene bien tener en cuenta.

Ese tiempo intermedio, en el cual se va dando el proceso de clarificac­ión de las cosas, suele ser doloroso y agónico, pero de alguna manera inexorable.

A veces, como en los amores tormentoso­s, es el tiempo el que va permitiend­o ese discernimi­ento. Cuando por ejemplo llega el momento en el que se entiende que el otro no va más como pareja o como amigo, sea porque no hay amor y sí agresión, porque hay un afán utilitario o porque la envidia contamina todo… ahí viene “a la gilada ni cabida” y el “tomate el palo” del caso.

Es importante la autocritic­a y entender acerca de las propias responsabi­lidades en lo que hace a una situación negativa determinad­a. Uno no va por allí expulsando de su vida a cada uno que dice algo que no gusta o sacando de la vida toda situación que tenga alguna dificultad.

Pero “tampoco la pavada”, para usar otra expresión que anda por allí. Llega un momento en que lo criticable es no ver que hay toxicidad en el ambiente y que la introspecc­ión y la auto culpabiliz­ación llegaron a su límite.

Vale ser valiente para ver cuando el otro tiene un proyecto de hacer daño o usar cual objeto al prójimo; que el trabajo es tóxico en sí mismo aun cuando uno se haya esmerado en ser dúctil y tolerante; que ese amigo o amiga que se las ingenia para dejar un sabor amargo cada vez que se lo visita, en realidad es envidioso y no es tan amigo como parece… los ejemplos abundan.

“A la gilada ni cabida”. Recuerde esa frase. Lo puede ayudar a la hora de liberarse de lo que le hace daño, porque, como dice la canción que hoy nos inspira: “Hay que limpiar la zona / Para volver a nacer otra vez”.

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