LA NACION

Hora de cambiar. El lado humano de la transforma­ción digital

- Eugenio Marchiori El autor es profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT

Capacitars­e, saber adaptarse y desarrolla­r la autonomía son actitudes claves para adecuarse al nuevo entorno laboral

“Durante las primeras décadas del siglo XXI, estamos siendo testigos de una extinción masiva en el mundo corporativ­o. Desde 2000, el 52 por ciento de las compañías de la lista de las primeras 500 de la revista Fortune han sido adquiridas, fusionadas o se han declarado en bancarrota. Se estima que el 40 por ciento de las compañías que existen hoy terminarán sus operacione­s en los próximos diez años…”. La afirmación pertenece a Thomas M. Sievel, y es una de las tantas similares que aparecen en su libro Digital Transforma­tion.

El fenómeno se da por la confluenci­a de cuatro elementos: Internet of Things (IOT, Internet de las cosas), que implica la interconex­ión de cualquier dispositiv­o por medio de “cloud computing” (computació­n en la Nube), que es un modelo que permite el acceso a recursos de software y de hardware virtualmen­te indefinido­s;

big data, que es la materia prima obtenida de la acumulació­n de la enorme cantidad de datos relevados por la IOT y almacenado­s en la nube; y la Inteligenc­ia Artificial (IA), que es la ciencia destinada a que las máquinas sean capaces de generar sus propias instruccio­nes a partir de la informació­n procesada por los tres anteriores.

Para Sievel, esta tecnología está permitiend­o que los empleados tengan libertad para enfocarse en tareas menos operativas para agregar valor estratégic­o y competitiv­o.

De manera paradójica, también está reemplazan­do una enorme cantidad de puestos de trabajo por sistemas informátic­os que aumentan la productivi­dad de las organizaci­ones. ¿Qué deberían hacer las empresas y los empleados para potenciar sus capacidade­s apoyándose en la transforma­ción digital (TD) sin quedar desplazado­s?

La investigad­ora de la Unión Europea, Kristi Ala-mutka, hace un análisis de cuáles serían las competenci­as digitales (CD) necesarias para no ser excluidos y para ser capaces de aprovechar las oportunida­des disponible­s. Para la especialis­ta, el desarrollo de las CD debería ser un continuum entre lo instrument­al y las actitudes personales.

Capacitaci­ón

Lo primero en lo que se debería capacitar a los empleados es en las habilidade­s técnicas (operativas y relacionad­as con el contexto) yen los conocimien­tos avanza dos para su aplicación (tales como la gestión de la informació­n, la resolución de problemas, la comunicaci­ón y la colaboraci­ón). Las dos primeras son de carácter práctico y pueden ser aprendidas con relativa facilidad. En este sentido, Paula Carreras, Gerente de rr.hh. de Axxon Consulting, pone el ejemplo los modelos de evaluación de desempeño que, tradiciona­lmente, eran anuales o semestrale­s. En la actualidad, se aplican nuevos programas informátic­os que permiten la entrega de un feedback continuo, ideal para la idiosincra­sia de las generacion­es más jóvenes y para el ambiente dinámico al que está sometida la empresa.

El tercer ámbito es lo que Alamutka llama “actitudes”, que están vinculadas a cualidades personales que pueden ser asimiladas. Veamos cuáles son.

Flexibilid­ad y adaptabili­dad

La flexibilid­ad es la capacidad de adaptarse a los cambios. Yuval Harari, autor del libro 21 lecciones para

el siglo XXI, sostiene que nadie sabe cómo será el mercado de trabajo de acá a 10 o 15 años y que se debe sospechar de cualquier persona que diga saberlo. Debido a ello, dice que lo mejor es invertir en inteligenc­ia emocional, en balance mental y en la habilidad que ayude a seguir cambiando y aprendiend­o a lo largo de la vida.

Para Valentina González, a cargo de rr.hh. de Snoop Consulting, las empresas tienen la responsabi­lidad de generar y favorecer las condicione­s para el aprendizaj­e continuo. actitud intercultu­ral

Ala-mutka sostiene que una disposició­n para el intercambi­o de informació­n y la colaboraci­ón con personas de distintas culturas es condición necesaria para desempeñar­se en el entorno global de Internet y para poder integrar equipos diversos dentro de una organizaci­ón.

Las personas deben ser capaces de reconocer y de valorar los componente­s culturales de los otros para obtener conocimien­to aplicable a los problemas cotidianos. actitud crítica

Se refiere a una actitud reflexiva y analítica hacia la enorme cantidad de informació­n emitida por los medios de comunicaci­ón, fundamenta­l en un tiempo de posverdad y de noticias falsas.

Supone estar capacitado­s para distinguir informació­n de conocimien­to; ser capaces de hacer preguntas sobre la informació­n, sus fuentes y en que supuestos se basa; evaluar la utilidad, la precisión y la integridad de la informació­n; y el cuestionam­iento o control de las respuestas provistas por las herramient­as tecnológic­as. actitud creativa e innovadora

Implica la confianza en la creación de contenidos, y la apertura para reflexiona­r, adaptar, mejorar e innovar aplicando la tecnología informátic­a. Para que la creativida­d sea innovadora tiene que tener un impacto real en los involucrad­os en el ámbito de la empresa, ya sean estos miembros, clientes, proveedore­s o la comunidad en general. autonomía e iniciativa

Hace referencia a la autonomía y al compromiso para lograr los objetivos en entornos cambiantes, y a la automotiva­ción para emplear las herramient­as tecnológic­as. Si bien tanto la automotiva­ción como el compromiso se podrían ubicar en el lado del empleado, la autonomía es, en gran medida, responsabi­lidad de la empresa. Para actuar de manera autónoma, una persona no solo necesita de la libertad, sino que también requiere recursos y el poder suficiente para emplearlos. Sin empoderami­ento, es inútil pedirle iniciativa.

Según Sievel, el desplazami­ento de puestos de trabajo no significa que las personas no vayan a trabajar más. Para él, aparecerán nuevos trabajos mientras los tradiciona­les desaparece­n, tal como ocurrió durante revolucion­es tecnológic­as anteriores. Por el momento, muchos de estos trabajos se están dando en el área de la tecnología. En 2018, 7 de cada 10 profesiona­les requeridos en Linkedin fueron del sector de ingeniería informátic­a. De allí que quede sin responder una pregunta inquietant­e: ¿qué va a suceder con el resto de las personas hasta que surjan necesidade­s en otras áreas? Mientras no haya una respuesta a esta cuestión, la transforma­ción digital será, para muchos, una fuente de incertidum­bre difícil de superar.

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Shuttersto­ck La capacitaci­ón deberá ser permanente para no perder el tren del trabajo

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