LA NACION

Adoctrinad­o en el jihadismo y entrenado para atentar

- G. Faulconbri­dge y M. Holden Traducción de Jaime Arrambide

Nueve años antes de que Usman Khan apuñalara de muerte a dos personas en el Puente de Londres, los servicios de seguridad británicos lo habían escuchado hablar del manual de la red Al-qaeda para construir bombas que se había memorizado.

Fue por ese fragmento de conversaci­ón y otros datos de inteligenc­ia sobre un plan para colocar explosivos en la Bolsa de Londres que la policía arrestó a Khan –que por entonces tenía 19 años– junto a otros hombres, el 20 de diciembre de 2010.

Condenado a un mínimo de ocho años de cárcel en 2012 y con el pedido específico de que el comité de libertad condiciona­l evaluara si seguía siendo un peligro para la seguridad pública antes de concederle el beneficio, Khan fue liberado en diciembre de 2018… sin ser evaluado.

Anteayer, con un chaleco suicida falso y munido de un cuchillo de cocina, Khan salió al ataque tras una conferenci­a sobre la rehabilita­ción de prisionero­s que se realizaba junto al Puente de Londres.

“Era un individuo conocido por las autoridade­s”, dijo la máxima autoridad antiterror­ista británica, el subcomisar­io Neil Basu. “Ahora estamos investigan­do cómo llegó a cometer este ataque”, añadió. Las razones de Khan para cometer el ataque todavía se desconocen.

Estado Islámico (EI) dice que el ataque fue perpetrado por uno de sus combatient­es, en respuesta a su pedido de atentar contra los países que se aliaron para destruir a la organizaci­ón jihadista, pero el grupo no proporcion­ó evidencias.

Khan, un ciudadano británico de familia paquistaní, se radicalizó por la propaganda esparcida por internet por la filial de Al-qaeda en la Península Arábiga, y en particular por el militante Anwar al-awlaki.

Awlaki, señalado por la inteligenc­ia de Estados Unidos como “jefe de operacione­s externas” de la filial yemenita de Al-qaeda y un experto en propaganda por internet de la causa islamista, fue asesinado en 2011 en un ataque con drones de la CIA.

Khan había formado parte de un grupo de militantes de la ciudad inglesa de Stoke que forjó estrechos vínculos con elementos de Londres y Cardiff, la capital galesa. La idea de máxima de los conspirado­res, tanto en Londres como en Gales, era poner una bomba en uno de los baños del edificio de la Bolsa londinense.

Si bien Khan sabía de los planes, los apoyaba y había hablado de poner bombas en bares de Stoke, él y su célula local tenían ideas potencialm­ente más siniestras: asistir a un campo de entrenamie­nto para jihadistas junto a una mezquita en la región paquistaní de Cachemira.

“La célula de Stoke era considerad­a de suma importanci­a –dijo el juez británico Alan Wilkie en su condena a Khan en 2012–. Se consideran a sí mismos jihadistas más serios que los demás”.

Khan había intentado viajar al campo de entrenamie­nto para perfeccion­ar sus habilidade­s, entre otras, el uso de armas de fuego, y realizar atentados de práctica.

“Las largas charlas grabadas de Usman Khan sobre el campo de entrenamie­nto y su postura general sobre el terrorismo no dejan dudas de la gravedad de sus intencione­s”, dijo Wilkie en su sentencia.

El juez le aplicó a Khan el así llamado “encarcelam­iento por seguridad pública”, un programa según el cual el condenado debe continuar preso mientras sea considerad­o un riesgo para la sociedad.

Pero en 2011, el entonces primer ministro británico, David Cameron, anunció una revisión del programa, que en 2012 fue finalmente abolido. Y a fines del año pasado Khan quedó en libertad.

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