5 | Nilo De hachar en el monte a estudiar en la ciudad
Cuando hace un año la nacion le preguntó a Nilo Romero, un chico de 14 años que vivía en Piruaj Bajo, en el monte santiagueño, cuál era su sueño, contestó sin dudarlo: “Poder tener una cama para mí solo porque comparto el colchón, espalda con espalda, con mi hermano”.
La familia Romero tenía otras necesidades –vivían en un rancho sin luz ni baño ni agua–, pero para él lo urgente era dormir cómodo y poder seguir estudiando para llegar, algún día, a ser maestro de Matemática. “Nos alcanza apenas para la comida”, agregaba su papá, que trabaja haciendo postes de madera. Su mamá es ama de casa y tiene tres hermanos: Luis, Miriam y Silvia.
“Aquí es lo más lindo. No hay mejor vida que la del hachero. Me levanto temprano, me lavo la cara, tomo el desayuno y voy al monte a ayudar a mi papá a hachar la madera. A la tarde voy caminando a la escuela”, contaba en ese entonces Nilo, que hablaba bajito, casi como tragándose las palabras. Había que tener la cabeza pegada a la suya para poder escucharlo y sus ojos miraban siempre al piso.
Enfrentar el desarraigo
Después de que sus desafíos en las zonas rurales salieran publicados en la nacion, a Nilo le cambió –literalmente– la vida. La timidez, la sensibilidad y las enormes carencias que atravesaba Nilo llegaron al corazón de la audiencia y muchos sintieron que tenían que hacer algo. A las pocas semanas Nilo ya había recibido la cama que tanto deseaba. Después llegaron muchos otros aportes económicos, que se tradujeron en un panel solar, un baño instalado y una cisterna de agua.
Sin embargo, el cambio más grande fue el educativo. Gracias a las notas, un grupo de personas quisieron becarlo para que pudiera terminar el secundario y apareció la posibilidad de que el Oratorio Don Bosco le abriera sus puertas.
Desde marzo de este año, Nilo se mudó del monte a la ciudad de Santiago del Estero para cursar su 3er año en el Colegio Secundario Campo Contreras.
Hoy cuesta encontrar al chico tímido de hace un año debajo del adolescente de buzo blanco y jean negro al que ya no le tiemblan las palabras en la boca. “Estoy muy agradecido de estar aquí estudiando. No todos tienen la posibilidad que he tenido yo y por eso voy a aprovecharla al máximo”, concluye.