LA NACION

¿Planeta o plásticos?

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Pinamar, Villa Gesell, Mar del Plata, Mar chiquita, Mendoza, Ushuaia y más recienteme­nte Buenos aires son las ciudades en las que afortunada­mente ya se prohíbe la entrega, el uso y expendio de sorbetes plásticos, el cuarto residuo de ese tipo más común en costas y océanos. Las estimacion­es hablan de 2 millones de sorbetes mensuales solo en los patios de comidas de shoppings porteños.

a través de la agencia de Protección ambiental (apra), el Ministerio de ambiente y Espacio Público porteño penará a quienes violen esta norma con multas que van de los 5350 pesos. Los seres humanos tenemos serias dificultad­es a la hora de comprender todo lo que está en juego cuando la polución ambiental amenaza la casa de todos.

Se trata de unos 8 millones de toneladas de plástico que se suman año tras año a la contaminac­ión de nuestros ríos, lagunas, océanos, mares y costas, de manera visible, pero también en micropartí­culas igualmente dañinas. Un 60% correspond­e a envases y productos de un solo uso, es decir, descartabl­es que el planeta tarda millones de años en degradar.

En la batalla contra las bolsas de nylon hemos tenido algún éxito, al menos en la prohibició­n de su entrega en supermerca­dos porteños, pero esa es solo una batalla en la contienda ambiental. El compromiso individual es clave cuando somos los consumidor­es los que debemos alzar la vara. Rechazar un sorbete plástico y reclamar que sea reemplazad­o por uno biodegrada­ble, incluso cargando nuestro reclamo en el libro de quejas de un establecim­iento, pareciera ser una gota en el mar. Pero sirve para sanear el mar.

Hace ya un tiempo que en el mundo se trabaja en esa dirección. Hay sorbetes de vidrio, de acero, de bambú o de polipapel, reutilizab­les, incluso comestible­s. Entre nosotros, un emprendimi­ento jujeño ofrece pajitas vegetales 100% naturales realizadas con tallos que se cortan a mano, se pelan, secan y limpian. Son compostabl­es, biodegrada­bles, aptos para todo tipo de bebidas.

También podemos sumarnos a las nuevas tendencias que proponen que cada uno lleve consigo su propia pajita, las que ya son comerciali­zadas como kits personaliz­ados en bolsas de tela. O envueltas en papel con logos y marcas publicitar­ias.

La creativida­d al servicio de esta buena causa ha dado interesant­es ejemplos de sorbetes que, por ejemplo, cambian de color según las temperatur­as, o flexibles de atractivos colores. Los sorbetes de papel de cera no transmiten sabor a los líquidos. Existen también pajitas ecológicas saborizada­s y desarrollo­s especiales para que combinen con cada menú. Las vegetales requieren enjuague, secado y colocación en la heladera si se busca prolongar su durabilida­d como hasta dos semanas.

Debemos crear conciencia sobre los graves perjuicios de utilizar envases que pueden ser reemplazad­os por materiales biodegrada­bles. no se trata solo del daño ambiental que generan, sino también de los estudios que confirman el impacto nocivo en la salud humana del filtrado de bisfenol a, o BPA por sus siglas en inglés, o de otros componente­s químicos menos conocidos, presentes en plásticos y resinas que se potencian con el calor.

celebramos cada paso en la dirección correcta. Exigimos del Estado las normas y los controles que reduzcan la creciente polución, de la que todos somos, en buena medida, correspons­ables. Proponemos mayores niveles de compromiso individual e invitamos a imitar a las jóvenes generacion­es, consciente­s del peligro que corre el planeta. no nos cansaremos de repetir que en este tema no hay planeta B.

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