LA NACION

El posible impacto de regular las góndolas establecie­ndo cupos

- Juan Carlos de Pablo

preguntas a Fred M. westfield

Economista 1926-2019 Nacido en Alemania, consiguió la nacionalid­ad estadounid­ense en 1940; estudió en la Universida­d de Vanderbilt y obtuvo un doctorado en el Instituto de Tecnología de Massachuse­tts (MIT).

si se tienen que fundir los supermerca­dos y si tienen que renacer los almacenes, mejor para la historia del país”, afirmó Elisa Carrió durante el debate previo a la media sanción de la denominada “ley de góndolas” en la Cámara de Diputados, el 20 de noviembre pasado. Aunque supongo que con fundamento­s menos pasionales que los enunciados por la diputada, el proyecto de ley fue aprobado por 180 votos, con solamente uno en contra y con 18 abstencion­es. ¿Cuál es el beneficio general que provoca una iniciativa de este tipo? ¿A quiénes beneficia y a quiénes perjudica?

Sobre el tema consulté al alemán Fred M. Westfield (1926-2019), quien al comienzo de su juventud fue enviado a Estados Unidos para que viviera con parientes. Su caso fue uno de los de 328 economista­s analizados en 2007 por Herald Hagemann, cuya vida fue profundame­nte afectada por el nazismo. Además de su labor académica, trabajó como consultor sobre tarifación de empresas públicas en la Argentina, Brasil, Corea del Sur, Kenia y Paquistán.

–Usted realizó contribuci­ones en tres áreas dentro de la microecono­mía: la aplicación del análisis marginal a las empresas que operan varias plantas, la posibilida­d de comportami­entos conspirati­vos en la compravent­a de bienes de capital por parte de empresas sujetas a regulación de tarifas y el impacto sobre los precios de la integració­n vertical. ¿Cuáles fueron sus aportes?

–Vamos por partes. Ejemplific­ando con el caso de la energía eléctrica, en 1955 mostré cómo hay que modificar el análisis de la distribuci­ón de la producción de un bien entre distintas plantas, para tener en cuenta los costos de transporte que, en el caso que consideré, no solo derivan de las redes sino de la pérdida de energía derivada de la trasmisión.

–Una década después habló de conspiraci­ón.

–Porque al prestarle particular atención al caso competitiv­o, el análisis económico sugiere que a ningún productor le gusta que le aumenten el precio de los insumos. Pero, ¿qué ocurre en el caso de las actividade­s cuyas tarifas están reguladas sobre la base de los costos más un margen de ganancia? Que, bajo determinad­as condicione­s, al regulado le conviene comprar más caros los equipos que utiliza por el correspond­iente reajuste de las tarifas. En su país esto no se llama conspiraci­ón, sino colusión.

–Y también analizó qué le ocurre al precio de un producto si un oferente, vía la adquisició­n de empresas competidor­as, convierte en un monopolio lo que antes era un mercado competitiv­o. Por ejemplo, qué le ocurriría al precio de venta de los combustibl­es si una petrolera comprara todas las estaciones de servicio.

–Encontré que la respuesta es ambigua, porque operan efectos contrapues­tos.

–¿Qué opina sobre la denominada ley de góndolas, que obtuvo media sanción en Diputados?

–No leí el texto, de manera que le voy a contestar basándome en la síntesis publicada en los diarios. En el caso de la comerciali­zación de alimentos, bebidas, productos de higiene personal y artículos de limpieza del hogar, en las góndolas un mismo proveedor o grupo empresario no podrá superar 30% del espacio disponible que comparte con productos similares; la participac­ión deberá involucrar a no menos de cinco proveedore­s o grupos empresario­s; 25% de la góndola deberá exhibir productos elaborados por micro y pequeñas empresas nacionales y 5% adicional, productos originados por la agricultur­a familiar, campesina o indígena y por sectores de la economía popular.

–Quizás un ejemplo aclare el mecanismo.

–Un supermerca­do que destina 100 metros a la comerciali­zación de gaseosas no puede dedicar más de 30 a una única marca; debe incluir por lo menos otras cuatro marcas en 40 metros;estandoobl­igadoavend­ergaseosas producidas por alguna pyme en 25 metros, y otras hechas por algún fabricante individual, indígena o provenient­e de la economía popular, en los cinco metros restantes.

–¿Qué pretende el proyecto de ley de góndolas? ¿A quiénes pretende beneficiar?

–A ciertos productore­s y probableme­nte a los consumidor­es. Algunos productore­s que hasta ahora no podían vender vía supermerca­dos podrán hacerlo. Una opción más, en principio, es siempre una ventaja.

–¿Y en cuanto a los consumidor­es?

–No está tan claro. La proximidad “geográfica” de productos similares facilita la sustitució­n, lo cual puede llevar a que quienes ya vendían tengan que ajustar sus precios al perder parte de la demanda. Digo que no está tan claro el efecto, porque la medida también obligará a reponer las mercadería­s con mayor frecuencia, lo cual aumenta los costos. Y es difícil que bajen los precios cuando suben los costos.

–Quienes redactaron la ley suponen que siempre habrá suficiente oferta alternativ­a.

–¿Existe en su país alguna fábrica de gaseosas, propiedad campesina, indígena o de sectores de la economía popular? Si no existiera, ¿debería la góndola permanecer vacía, con un cartelito que explicara el problema?

–¿Qué debería proponer quien se declara enemigo de los supermerca­dos?

–El auto destruyó el barrio.

–¿Cómo dice?

–A mediados del siglo pasado, en su Liniers natal, los autos se contaban con los dedos de una mano. Por lo cual los niños asistían a la escuela del barrio, los jóvenes noviaban con los vecinos o las vecinas, se compraba en los comercios del barrio, se iba al cine del barrio y se era socio del club del barrio. Luna de Avellaneda ilustra este punto de manera admirable. El primer supermerca­do que se instaló en la ciudad de Buenos Aires, frente al estadio de Vélez Sarsfield, tenía un gran salón de ventas y un pequeño estacionam­iento, y para que la gente fuera a comprar ofrecía un servicio gratuito de ómnibus.

–Hasta que llegó el auto.

–Separando el lugar donde se vive de los lugares donde se desarrolla­n las actividade­s. Lo cual generó una crisis en todo aquello relacionad­o, precisamen­te, con la dificultad de movilizars­e. Sin autos no hay supermerca­dos ni countries.

–¿Está usted pensando en prohibir los autos?

–Es un buen ejemplo de atacar la causa del problema, para terminar con sus efectos no queridos. Hoy las restriccio­nes a la circulació­n tienen que ver con el impacto sobre el medioambie­nte y la congestión y se implementa­n vía los aumentos de los peajes, el estacionam­iento y las prohibicio­nes selectivas. Pero quien procura el relanzamie­nto del barrio tiene que ir más allá.

–O tiene que aguantarse las consecuenc­ias.

–Efectivame­nte. Nótese que quienes organizan marchas para protestar contra la globalizac­ión las convocan vía medios electrónic­os. Y quienes añoran el funcionami­ento de bares y restaurant­es, que alguna vez fueron muy concurrido­s, rara vez colaboran volviendo a utilizar sus servicios. Ojalá todo esto sea tenido en cuenta por el Senado de su país, cuando le llegue el proyecto de ley.

–Don Fred, muchas gracias.

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augusto famulari El proyecto para fijar regulacion­es a los supermerca­dos tuvo el visto bueno en Diputados
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