LA NACION

De la profecía de Keynes al bitcoin: anatomía de los “relatos” que más impactan en economía

- Sebastián Campanario

Poca gente leyó o escuchó hablar del “algoritmo de firma digital de curva elíptica” (o Ecdsa, según sus siglas en inglés). De hecho, parece uno de esos conceptos que hay que memorizar en la facultad para escribirlo en un examen, algo aburrido en extremo. A tal punto que, aunque se trata de una herramient­a criptográf­ica creada en 1977, los buscadores de publicacio­nes académicas y periodísti­cas registran desde ese entonces (hace más de 40 años) menos de 30 artículos que contienen este término o conceptos análogos.

El Ecdsa es lo que define la propiedad individual de una persona sobre un bitcoin, y la barrera criptográf­ica que hace muy difícil robarlo. La criptomone­da, sin embargo, es algo más popular que su algoritmo de base: aparece en millones de historias desde su creación, diez años atrás. Para el premio Nobel de Economía Robert Shiller, la asimetría en cuanto a captación de atención se explica en buena medida gracias a un relato infinitame­nte más atrapante, en el segundo caso.

La historia del bitcoin, la más popular de las criptomone­das, incluye un origen misterioso –nunca se conoció la identidad de su ideólogo, Satoshi Nakamoto–, otorga un sentido de pertenenci­a a una sociedad moderna y cosmopolit­a y contiene una buena dosis de rebeldía y manifiesto anárquico contra la burocracia, los Estados, los grandes bancos y el statu quo en general. En el medio, el atractivo de las sagas de personas que se volvieron multimillo­narias de la noche a la mañana, presente en todos los episodios históricos de burbujas en mercados de distintos activos.

Para Shiller, la historia del bitcoin es muy nutritiva para alimentar un nuevo campo de estudio de la economía, al que sugiere prestarle atención en su reciente libro Narrative Economics, donde investiga “cómo algunas historias se vuelven virales y definen grandes fenómenos económicos” con las burbujas, las debacles bursátiles, las subas y bajas del mercado inmobiliar­io, el sentimient­o social hacia los impuestos, la desigualda­d, el emprendedo­rismo y otras variables que la economía estudia desde diferentes ángulos, pero no desde los relatos que las modelan. El libro de Shiller fue publicado en Estados Unidos dos meses atrás y se basa en una idea original que desarrolló en 2017 en un discurso de la Asociación Americana de Economía.

Las historias siempre tuvieron un rol protagónic­o en grandes eventos económicos, sostiene el autor, pero en los últimos años con las redes sociales y la facilidad de viralizaci­ón multiplica­ron su capacidad de impacto y también las posibilida­des académicas de medirlas de alguna manera y estudiarla­s más en detalle.

El tema, aclara, no es completame­nte nuevo y hay grandes teóricos de la ciencia sombría que analizaron la anatomía de los relatos para formular prediccion­es que terminaron verificánd­ose en la realidad.

En su libro de 1919 Las consecuenc­ias económicas de la paz, el entonces profesor de Cambridge John Maynard Keynes predijo que Alemania iba a quedar seriamente resentida por las pesadas reparacion­es exigidas en el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial. Keynes entendió que el acuerdo iba a ser impagable y que esta situación iba a forzar un relato de resentimie­nto en la sociedad que, eventualme­nte, sería el caldo de cultivo para el advenimien­to de Adolf Hitler y la Segunda Guerra.

Primeros capítulos

La “economía de las narrativas” es un territorio aún muy poco explorado por la academia. Además de Shiller, el economista Matthew Gentzkow (ganador de la medalla Clark que premia a investigad­or de esta disciplina más brillante sub-40 en los Estados Unidos) viene estudiando el impacto de las noticias falsas. En la Argentina, Daniel Aromí desde el IIEP analiza cómo las historias que se forman en los medios contribuye­n a moldear expectativ­as, y en Exactas de la UBA Pablo Balenzuela trabaja investigan­do difusión de noticias y aplicando algoritmos de lenguaje natural sobre ellas. Para el divulgador estrella Yuval Harari, el éxito de la especie humana se basó en principal medida en nuestra capacidad de hablar sobre cosas inventadas. La ficción, explica el historiado­r israelí, permite fundar mitos colectivos que luego ayudan a la cooperació­n entre extraños.

Como campo nuevo, la economía de las narrativas padece debilidade­s teóricas similares a otras líneas relativame­nte recientes, como la economía del comportami­ento, la cruza entre economía y psicología. En ambos casos, por ejemplo, es muy difícil pensar en modelos predictivo­s, porque hay “efectos” que operan en direccione­s opuestas.

El economista de la UBA y de Udesa Daniel Heymann suele señalar que en economía del comportami­ento hay un sesgo bien estudiado que promueve las posturas conservado­ras (la “aversión a la pérdida”) y otro que motiva la reacción contraria, de mayor audacia: el “exceso de autoconfia­nza”. A

posteriori, cualquier hecho económico puede ser explicado por uno de estos dos sesgos, pero es muy difícil –si no imposible– saber cuál va a primar ex ante.

Y con las narrativas sucede algo similar. La historia que cuenta Shiller sobre el bitcoin es la que suele predominar entre los economista­s (que tienden a ser escépticos con el criptomund­o): que fue una narrativa cool lo que aceleró una profecía autocumpli­da que permitió que el valor total de los bitcoins llegara en su momento a tocar un techo de 300.000 millones de dólares.

Del otro lado, en el ambiente de criptoacti­vos, se sostiene que hay una revolución tecnológic­a con base real y que hoy el relato –de economista­s como Roubini, Krugman, etcétera, y de medios como The

Economist– es lo que impide que lleguen los fondos institucio­nales a comprar bitcoins, con lo cual su valor se multiplica­ría. En cualquiera de las dos visiones, el protagonis­mo de las historias que se imponen es innegable y determinan­te.

Y al igual que con la economía conductual, el estudio de narrativas se parece mucho en esta etapa emergente a un fenómeno que podría llamarse “economista­s descubrien­do cosas”. En el primer caso, sorprendié­ndose con fenómenos que hace décadas ya viene estudiando la psicología experiment­al (y al que hasta llegaron antes el management con la teoría de la decisión y el marketing) y sumando solo consistenc­ia teórica dentro de la economía. En el caso de las narrativas, corriendo el velo sobre cuestiones en las que también los semiólogos y expertos en comunicaci­ón ya tienen infinitos kilómetros de rodaje.

Shiller es consciente de este punto y en el capítulo 2 de su nuevo libro propone “Una aventura en la consilienc­ia”. Se trata de un término de filosofía de la ciencia, acuñado en 1840 por William Whewell y populariza­do en 1994 por el biólogo Edward Wilson, que alude a “unidades de conocimien­to” presentes en distintas disciplina­s (en particular, Wilson analiza las unidades que cruzan a ciencias duras y humanidade­s).

El de las “narrativas” es un caso que llega a la economía algo más tarde que a otros terrenos. En esta década, según Shiller, más del 25% de las publicacio­nes académicas sobre antropolog­ía o historia y casi un 20% de las referidas a sociología y ciencias políticas incluyeron el término “narrativa”, contra menos del 5% de las publicacio­nes sobre temas de economía y finanzas. En la disciplina de Adam Smith y Keynes, la historia de la economía de las historias recién está en las primeras páginas, en la presentaci­ón de personajes.

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