LA NACION

Necesitaba un estímulo de este estilo: River perdía 2 a 0, reaccionó con fútbol y coraje y derrotó a Newell’s en Rosario

- Juan Patricio Balbi Vignolo

Si River debía dar respuestas anímicas, la visita a Rosario superó todas las expectativ­as. Mientras todavía cicatriza la herida de la derrota con Flamengo en la final de la Copa Libertador­es, el equipo de Marcelo Gallardo logró un triunfo revitaliza­dor ante Newell’s: remontó un 2-0 para ganar 3-2 y se permite soñar a lo grande en la Superliga, ya que acumula 27 puntos y, con un partido menos, se ubica a dos unidades de los líderes Argentinos y Boca.

La excursión no era para nada fácil y el escenario se presentaba áspero desde lo anímico, lo mental y lo futbolísti­co. Pero hubo respuestas para las tres aristas, River se trajo tres puntos fundamenta­les para pensar en lo que vendrá y renovar aires esperanzad­ores tras el golpe en Lima.

En parte, los detalles decisivos del encuentro se explican a partir de las tres ausencias que el Millonario sufrió por lesión: Angileri flaqueó en el lateral izquierdo de Casco y le ofreció muchos espacios a sus rivales; Ponzio mostró un correcto nivel, pero no pudo ofrecer el despliegue y la distribuci­ón que siempre brinda Enzo Pérez; y Álvarez nunca se encontró en el partido y no aportó el desequilib­rio de De La Cruz.

Más allá de eso, River nunca fue superado, manejó continuame­nte el balón y, pese a no tener la precisión habitual, siempre apostó a dejar atrás lo que pasó con juego y potencia. Pese a no ser demasiado incisivo, el partido parecía inclinarse a su favor en la primera parte, pero se sucedieron varias desatencio­nes que no suelen ser habituales y así se dieron los goles iniciales de Newell’s. Primero, de una distracció­n de Lucas Martínez Quarta llegó un córner en el que Lema marcó el 1-0. Y luego, un dormido Angileri dejó muy libre a Leal, quien definió en soledad para el 2-0 tras un gran pase cruzado de Bíttolo.

Pero la jerarquía individual le permitió salir al equipo de Gallardo del pozo en el que había entrado tras los dos cachetazos. Un sensaciona­l tiro libre de Nacho Fernández fue un salvavidas inesperado para no ahogarse en un momento que podría haber sido letal.

Desde el comienzo del segundo tiempo, impuso las condicione­s y se potenció a partir de los cambios: Quintero ingresó por Álvarez y Scocco entró por Suárez. Y ambos fueron más que vitales para poder dar vuelta el resultado. El 2-2 llegó a partir de una gran jugada entre Juanfer, Scocco y Nacho Fernández, que finalmente terminó definiendo Borré de arremetida para conseguir su octavo gol en la Superliga y quedar como artillero del torneo. Y el 3-2 volvió a repetir los intérprete­s:

Juanfer metió un exquisito pase para Nacho Fernández, quien asistió a Scocco para marcar un golazo.

A partir de las modificaci­ones, el Millonario logró potenciar lo que había insinuado y empezó a mostrar muchas de las virtudes que lo mantuviero­n peleando en lo más alto en todas las competenci­as: buena circulació­n y conexiones, alternó los puestos, hizo correr a Newell’s detrás de la pelota y dominó.

Así, Nacho Fernández terminó siendo el jugador más determinan­te por su exclusivo protagonis­mo en los tres goles, y se potenció con los buenos destellos de Palacios y Quintero, los otros intérprete­s principale­s. Por cómo se dio, el triunfo termina siendo un bastión fundamenta­l para mirar hacia adelante. Porque cuando parecía que el golpe ante Flamengo podía dejar fuertes secuelas, River volvió a demostrar que tumbarlo es más difícil de lo que parece. Y respondió con lo mejor que tiene: buen juego, carácter y temple.

 ?? Marcelo manera ?? Todo un símbolo: Scocco convirtió un golazo, el 3-2, pero no lo celebra, por su cariño por Newell’s; lo abraza Palacios
Marcelo manera Todo un símbolo: Scocco convirtió un golazo, el 3-2, pero no lo celebra, por su cariño por Newell’s; lo abraza Palacios

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