Sebastián Blutrach, productor y dueño de el Picadero, analiza el ámbito teatral y cultural.
Es productor y dueño de El Picadero, tiene una visión aguda del ámbito teatral y su nombre suena para futuros cargos en Cultura
No es noticia que 2019 no fue bueno para el teatro. En los últimos cuatro años, según la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (AADET), se perdió el 31 por ciento de los espectadores, una caída que requiere de estrategias para mantenerse hasta que aclare. Como las que pone en práctica el productor teatral Sebastián Blutrach, además de presidente de Aadet, el dueño y programador de El Picadero, la histórica sala que revivió en 2012 y donde marca una forma de entender el negocio del espectáculo.
“Trato de hacer el teatro que más me gusta y con un sello personal que debe ser sustentable porque es un espacio privado, hay que buscar ese equilibrio”, dice el empresario formado en España, donde vivió desde los 18 hasta los 28 años: “Aprendí una forma de trabajo distinta a la de acá. Allá el teatro comercial está subsidiado por el estado y coproduce con el teatro público. Entonces, se pueden tomar más riesgos. Esa formación me dio una apertura de cabeza para moverme en cualquier circuito”.
Apertura de cabeza o como se llame, Blutrach ofrece una programación diaria, a distintos horarios, y con obras no solo “comerciales” sino también provenientes del circuito off y oficial. De alguna manera, logró cruzar públicos.
¿Cómo es el sello Blutrach? Fines de semana con uno o dos obras con nombres famosos, despliegue y lanzamiento publicitario a precios de salas comerciales. Además, obras realizadas por cooperativas, a precios más bajos, y en distintos días y horarios, más la barra y el restaurante. “Quería un teatro de lunes a lunes, que tuviera circulación, movida. De a poco, fui convocando compañías con éxitos de teatro independiente o del oficial, o algunas que estrenamos acá como el musical Forever Young. Intentamos generar un teatro de repertorio y una línea editorial sobre la sala, que el público sepa cuál es la impronta del Picadero. Esa es mi intención desde que lo abrí, conectar y potenciar dinámicas distintas en una misma sala”, dice. Para comprobarlo, solo basta ver la lista de espectáculos, incluidos conciertos y charlas, algunos por temporada y otros por apenas una fecha, con entradas desde 300 hasta 1000 pesos, que ofrece este atractivo espacio de 290 butacas. “Si son producciones mías, el precio de las entradas lo decido yo. Si son de afuera, depende. Más caras que las del teatro independiente porque el edificio tiene otras comodidades y otros costos, pero más baratas que las del teatro comercial”, dice. –¿Cómo es el público, o los públicos, del Picadero?
–Creo que la gente elige los espectáculos independientemente de los teatros. Lo principal es tener buenos espectáculos. Por algo, Timbre 4 se consolidó aunque esté en Boedo. En el Picadero es importante que llegás a un lugar con barra, mesas, podés tomar algo, en fin, no es lo mismo esperar compartiendo un vino y unas tapas que en una sala de espera. El bar es una buena manera de testear qué tipo de público tiene cada espectáculo porque algunos consumen más que otros, el poder adquisitivo
es distinto. Gabriel Rolón trajo público que nunca había venido al Picadero. Y comprobamos que algunos que vinieron por Susana Rinaldi, por ejemplo, después volvieron por otra propuesta. –¿Esperás una mejora en el consumo?
–Es lógico que la venta de entrada baje si no hay plata en el bolsillo. Estos cuatro años fueron muy difíciles, pero lo bueno es que no paramos de producir. Y espero más años difíciles porque la situación es grave y las prioridades no pasan por la cultura. Al menos por dos años mínimo, tendremos que hacer el aguante. Aunque saber que Cultura vuelve a ser un ministerio ya es una buena noticia. –La crisis estimuló estrategias de programación.
–Sí. A la caída de espectadores la equilibramos con volumen de actividad. También genera más costos porque son más horas de trabajo para los técnicos. Aunque busqué la variedad y el movimiento, me gustaría un éxito de miércoles a domingo con doble función de viernes y sábado para estar más tranquilo y no tener tantos espectáculos de lunes a lunes. Carlos Rottemberg sigue de miércoles a domingos pero diversificó con varias salas más chicas, un modelo que vino
para quedarse. Yo no puedo hacer más salas, pero sí sumar horarios alternativos. Igual, como siempre decimos, el teatro nunca es previsible: si no, seríamos millonarios. –¿La promoción “Vení al teatro” (entradas por $ 300) no puede extenderse más allá de octubre?
–“Vení al teatro” no se puede sostener en el tiempo; estaría bueno por la situación pero no se puede sostener. Se hace en octubre porque es un mes históricamente bajo de taquilla, ya no hay estrenos ni novedades. El teatro es caro en todos lados, es un consumo de clase media y me parece que es una manera de convocar a gente que no puede pagar las entradas. Está bueno hacerlo pero no más de ese tiempo, es insostenible. Con las promociones (como 2x1) también habrá que renovarse para que sean sustentables para los edificios teatrales. Pagar 110 mil pesos de luz por mes vuelve difícil cualquier arreglo. Rottemberg lo resume muy bien: si para el público la entrada es cara y a nosotros no nos alcanza, estamos ante una crisis.. –¿Qué opinás de la gestión cultural actual?
–En Nación, que se pase de Ministerio a Secretaría ya lo dice todo y eso atraviesa no solo a Cultura. Creo que hubo un vaciamiento muy grande pero, en ese marco de recortes, la creatividad de algunos gestores logró hacer lo posible para que funcione. En Ciudad, reconozco que es muy rescatable la gestión del ministro Enrique Avogadro que se ocupó de tejer relaciones con distintos sectores y lidió con muchos problemas. Me parece positivo que el FIBA sea anual y que se impulse la llegada de programadores extranjeros para promover a nuestros artistas en otros países cuando el cambio peso-dólar no nos favorece. La gestión de Jorge Telerman en el Complejo teatral de Buenos Aires también tuvo propuestas artísticas interesantes. –Mencionás al FNA donde dirigiste el área de Escénicas hasta septiembre de 2018
–Sí. Compartí un directorio muy heterodoxo en cuanto a ideología pero con el deseo de promover la actividad artística y eso se logró entre 2015 y 2018. Pero la autarquía del FNA se fue mellando, reducciones que ponían en riesgo la capacidad de gestión y por eso me fui. Todo coincidía con el acuerdo con el FMI.
–Cada vez se habla más de accesibilidad teatral para que todos los públicos (personas con distinto tipo de discapacidades) puedan
disfrutar del arte. ¿Qué están haciendo los empresarios al respecto? –Todos estamos de acuerdo con la inclusión. Pero por los costos habría que buscar un sistema mixto, entre público y privado, para acondicionar los edificios. No se le puede pedir al empresario que invierta en esos equipamientos que son costosos. Claro que hay que tender a una mayor accesibilidad pero tiene que haber subsidios o créditos blandos, tenemos que sentarnos a una mesa y hablarlo entre todos. Porque a partir de 2015, hubo una caída del consumo teatral pero antes estaba amesetado: el crecimiento fue hasta 2011. –¿Te interesaría ocupar algún cargo público relacionado con la gestión cultural? –Me gusta la política de manera activa y ejerzo mi militancia desde Aadet y El Picadero, es mi forma desde siempre. A nivel público, me interesa participar y estoy en conversaciones al respecto, pero todavía no hay nada decidido porque depende de varios acuerdos previos y de definiciones que no dependen de mí. No quiero hacer especulaciones. –¿Las conversaciones son en Nación o Ciudad? –Nación, con el Frente de Todos, porque no coincido con el programa político y económico del PRO. Pero Tristán Bauer [que ocuparía el ministerio de Cultura de la Nación] estaba terminando su película, todavía no hay nombres definidos en Cultura, no puedo confirmar nada. Estrenos 2020
“Todos los años, hay algo que me entusiasma más que el resto. Jauría es el que más me motiva para 2020. Es la obra documental sobre la violación de cinco agresores durante la fiesta de San Fermín de 2016. Es un espectáculo imprescindible”, dice Blutrach. Esta obra de Jordi Casanovas está íntegramente basada en los expedientes judiciales y se estrenará a fines de marzo o principios de abril con Gimena Accardi, Martín Slipak, Gustavo Pardi, Lucas Crespi, Gastón Cocchiarale y Fran Ruiz Barlett, dirigidos por Nelson Valente.
Además, hará De mutuo desacuerdo, del español Fernando J. López, sobre un padre separado y las situaciones que se generan cuando va a buscar a su hijo a la casa de la ex, con Benjamín Vicuña; y La máquina de Turing, de Benoit Soles, con Diego Cremonesi, dirigido por Luis Romero.