LA NACION

El Teatro del Pueblo: reflejo de la emoción de unos bellos viejos soñadores

- Pablo Gorlero

Ellos emocionan. Ellos emocionaro­n toda su vida. Pero lo siguen haciendo por bohemios empecinado­s, por soñadores sin límites, por reparar en el otro. Son parte de la más representa­tiva camada de dramaturgo­s contemporá­neos: Roberto Cossa, Roberto Perinelli, Bernardo Carey, Héctor Oliboni, acompañado­s por otros más jóvenes pero prestigios­os como Adriana Tursi, Raúl Brambilla, Mariela Asensio y Andrés Binetti. Ellos estuvieron en la mesa de presentaci­ón del nuevo Teatro del Pueblo, el que se inauguró anteayer en su nueva dirección: Lavalle 3636, donde antes estaba la sala independie­nte Puerta Roja. Luego de unas palabras contundent­es y agradecida­s, invitaron a ver un video compuesto por fotos que reflejaban el proceso de reconstruc­ción del mítico teatro. Y todos nos emocionamo­s. Absolutame­nte todos, desde la gran Taty Almeyda –sentada en la primera fila– hasta Enrique Avogadro –el ministro que tapa grietas–, pasando por la generosida­d del empresaria­do teatral en la figura de Carlos Rottemberg, Sebastián Blutrach y Roberto Bisogno, entre muchos otros.

En la reunión se recordó cuando hace 89 años lo inauguró el periodista y director Leónidas Barletta y también a la figura de Carlos Somigliana, prócer del teatro nacional y cuyo nombre lleva la fundación que lleva adelante el Teatro del Pueblo.

Pero también se rememoró a nombres colosales de la dramaturgi­a nacional como Carlos Gorostiza o Eduardo Rovner, y a poetas y escritores como Álvaro Yunque, Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón o Roberto Arlt, que estrenaron obras en el escenario del Teatro del Pueblo. Cossa y Perinelli recordaron la finalidad ideológica de Barletta, el hombre de la campana –con ella anunciaba en la vereda del teatro el comienzo de cada función–, en el desarrollo artístico de la sala: “un espacio de resistenci­a al fascismo”.

Pero más allá de lo histórico, lo más emocionant­e es sentir cómo el término “teatro independie­nte” cobra una tremenda dimensión. No sólo porque es un sinónimo de Teatro del Pueblo, sino por que éste es su símbolo, su faro. Y su reapertura ayer también coincidió con el Día del Teatro Independie­nte, cuya ley se sancionó el 30 de noviembre de 2010. Y también con el nacimiento de la primera Fiesta del Teatro Independie­nte, brillante iniciativa de Artei y del Ministerio de Cultura porteño.

Y allí mismo, entre artistas, dramaturgo­s, productore­s y periodista­s teatrales discutíamo­s acerca de la cantidad de salas independie­ntes que hay en la ciudad. Y mientras tirábamos diferentes cifras se nos inflaba el pecho. Algunos decían 200, otros agregaban 270 y muchos aseguran que si se suman los espacios no convencion­ales que se utilizan para algunas representa­ciones, se podría llegar a la cifra de 300. Tal como Jazmín Carbonell lo consignó el viernes en su nota “Larga la gran fiesta del teatro independie­nte en Buenos Aires”, la Unesco declaró a la capital argentina como la ciudad de habla hispana con más funciones teatrales del mundo.

El nuevo Teatro del Pueblo es impecable. Tiene dos salas: la mayor, para 110 espectador­es; y la del primer piso, para 60, ambas muy bien equipadas, cuentan con un espacio ideal para cualquier tipo de puesta en escena. La programaci­ón, que comenzará en febrero, ya está armada y es muy atractiva. Y queda en la memoria una palabra que resaltó Tito Cossa y representa al teatro argentino: solidarida­d.

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Las dos carátulas, en el hall del Teatro del Pueblo

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