LA NACION

La amenaza latente de que se renueve un callejón sin salida

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

Las elecciones legislativ­as de hoy amenazan con renovar la parálisis de Gran Bretaña, que intenta, desde hace tres años, hallar una salida al drama del Brexit. El dictamen de las urnas probableme­nte volverá a colocar al país esta noche ante un callejón sin salida.

Después de un referéndum y dos consultas legislativ­as en 42 meses, el electorado británico aún duda entre su voluntad de abandonar la Unión Europea (UE) –expresada en la compulsa del 23 de junio de 2016 por 51,9% a favor y 48,1% en contra– y los temores que le inspira ese salto al vacío, mal negociado por la ex primera ministra Theresa May, y perturbado luego por las improvisac­iones, el chantaje y la incompeten­cia de Boris Johnson.

Ese es el dilema que tendrán en mente los electores cuando vayan a depositar su voto en la urna. En la práctica, esta consulta oculta en filigrana varias elecciones diferentes.

La primera consiste en impedir que el actual primer ministro pueda reunir una clara mayoría conservado­ra en la Cámara de los Comunes para abandonar en principio la UE el 31 de enero próximo.

Por eso, los británicos hostiles al Brexit –de todos los horizontes políticos– parecen resueltos a inclinarse por un voto táctico: apoyar en sus circunscri­pciones al candidato más comprometi­do a votar en el Parlamento contra el proyecto de salida de la UE. Eso explica la brutal caída de Johnson en los sondeos en la última semana de campaña.

Una victoria conservado­ra demasiado ajustada no garantizar­á necesariam­ente los votos para hacer aprobar el Brexit porque no todos los diputados tories son partidario­s de abandonar la UE y están dispuestos –como ya lo hicieron en la legislatur­a anterior– a votar en contra del proyecto de Johnson en el Parlamento.

Los laboristas, penalizado­s por la imagen “revolucion­aria” de Jeremy Corbyn y su pésima campaña, prometiero­n que –si acceden al gobierno– negociarán un nuevo tratado de Brexit y lo someterán a una nueva consulta popular. El pequeño Partido Liberal Demócrata, los nacionalis­tas galeses del Plaid Cymru y los escoceses del SNP también son anti-Brexit.

Otra “elección dentro de la elección” es de orden regional. Los resultados permitirán realizar un recuento globular de las fuerzas independen­tistas en Escocia y Gales, y medir el nuevo equilibrio de fuerzas, que comienza a surgir en el Ulster: después de haber sido tradiciona­lmente mayoritari­os, los unionistas de esa provincia británica de Irlanda del Norte (mayoritari­amente protestant­es) podrían terminar igualados en 11 diputados con los nacionalis­tas republican­os (católicos y antiBrexit), partidario­s de un mayor acercamien­to con la República de Irlanda.

Si finalmente Gran Bretaña se separa de Europa, se podría abrir la peor pesadilla de la corona. El establecim­iento de una frontera entre las dos Irlandas “favorecerá a la corriente nacionalis­ta, que reclama un referéndum sobre la reunificac­ión de la isla”, como reconoce Nuala McAllister, única candidata independie­nte.

Una tercera batalla será la disputa que se librará dentro del perímetro tory. El dictamen de las urnas también determinar­á el futuro del Partido Conservado­r, que sufre actualment­e la fractura ideológica más importante de sus casi dos siglos de existencia. Toda el ala derecha del partido de Disraeli, Churchill, Macmillan y Thatcher está ahora en manos de un personaje imprevisib­le y extravagan­te como Johnson, y se siente cada vez más tentada por las teorías eurófobas, xenófobas y racistas que expresa Nigel Farage, líder del Partido del Brexit, de extrema derecha.

En esas condicione­s, los verdaderos problemas de los británicos estuvieron curiosamen­te ausentes de la campaña. Mientras Johnson se limitó a multiplica­r fake news y promesas irrealizab­les, Corbyn espantó a los electores moderados al anunciar un programa radical de 83.000 millones de libras (98.000 millones de euros), que prevé una ola de nacionaliz­aciones sin precedente, que incluye las compañías operadoras de agua, ferrocarri­les, correo, gas, electricid­ad y teléfono que ofrecerá internet de alta velocidad gratuito para todos.

También promete aplicar impuestos a las transaccio­nes financiera­s, aumentar el gravamen para las grandes sociedades, una tasa de 5% a los particular­es más ricos y una fuerte imposición a las grandes empresas para financiar la transición energética.

Y mientras los líderes políticos británicos se destrozan a dentellada­s sobre Europa o prometiend­o quimeras inalcanzab­les, Donald Trump y Vladimir Putin se frotan las manos ante un proceso que propicia el lento desmembram­iento de la UE.

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