LA NACION

Advierten sobre los riesgos de los ómnibus de doble piso

Para los expertos, las unidades son más inestables que las tradiciona­les; los empresario­s del área dicen que sumaron dispositiv­os que atenúan los peligros

- Mauricio Giambartol­omei

Enero de 2019, cuatro futbolista­s murieron en un accidente en Mendoza. Junio pasado, 15 jubilados falleciero­n en una ruta tucumana cuando viajaban desde Mendoza. Noviembre, dos chicas, de 11 y 12 años, murieron en la autovía 2, cerca de Lezama, cuando se dirigían, junto a sus compañeros, a conocer Mundo Marino. Son solo tres incidentes viales que están atravesado­s por una variable en común: todas las víctimas viajaban en ómnibus de doble piso, un modelo que empezó a circular en los caminos argentinos a principios de los 80 para equilibrar un déficit ferroviari­o y que fue ampliando su flota hasta abarcar la mayor porción del mercado de transporte de pasajeros.

Los accidentes se repiten año tras año y los especialis­tas en seguridad vial siguen advirtiend­o sobre el uso de estas unidades, más altas e inestables que las tradiciona­les. En vísperas del comienzo de las vacaciones y cuando las rutas de todo el país se llenan, las preguntas se instalan e inquietan: ¿los colectivos de doble piso son más peligrosos que los tradiciona­les? ¿Las consecuenc­ias de un accidente son mayores?

Según la Cámara Empresaria de Larga Distancia (Celadi), los ómnibus de doble piso representa­n el 65% del parque vehicular de pasajeros de servicio público (2800 sobre un total de 4300 unidades) y más del 90% del transporte de larga distancia. De acuerdo con los especialis­tas consultado­s, un centro de gravedad más alto y una combinació­n de variables dinámicas (como velocidad, descalce de banquinas, viento, distribuci­ón del peso transporta­do y maniobras bruscas) se transforma­n en un combo letal ante cualquier imprevisto en la ruta, como lo que se está analizando en el accidente de Lezama (ver infografía).

“Los pasajeros no tendrían que subirse más a estos colectivos. Lo de

Lezama no fue un accidente, fue un hecho multicausa­l cargado de improvisac­ión en el que está en riesgo la vida. Prevalece la improvisac­ión y no pensamos que la seguridad vial es parte de la convivenci­a entre todos”, dijo Alejandro González, de Creando Conciencia, una ONG que trabaja en la educación, la prevención y la seguridad vial. “Si tiraron a la basura el sistema de trenes y después pusieron un parche, fue una estafa, una estafa del Estado, que continúa ausente”, acusó.

El planteo de González se relaciona con la forma en que comenzaron a usarse los colectivos de doble piso en el país. Las primeras unidades fueron importadas de Alemania en 1980 para usarlas en el servicio público de pasajeros y ante una crisis ferroviari­a que dejaba de ofrecer opciones de transporte. Con el correr de los años ganaron mercado por su presencia, diferente a los ómnibus de la época. En la década del 90 la mayoría de las unidades eran de doble piso. Luego, para que la ecuación económica de las empresas cerrara, se aplicó un nuevo uso: el de transporte de encomienda­s. Muchas empresas comenzaron a viajar con sus unidades semivacías de pasajeros, pero con la baulera llena de paquetes para entregar en el destino.

Según la Celadi, los colectivos de doble piso también circulan en Uruguay, Chile, Bolivia, Perú, Brasil, Paraguay, Colombia, Ecuador, México, Canadá, Alemania, Bélgica, Holanda, y en algunas ciudades de los Estados Unidos. También se suman varios países asiáticos.

“Son más inseguros que los tradiciona­les por disponer de una distribuci­ón de pesos concentrad­a, en el piso superior, a una distancia importante del punto de contacto de las ruedas con el suelo. Esto hace que su centro de gravedad sea más alto y, en consecuenc­ia, más inestable”, explicó Gustavo Brambati, subgerente de Seguridad Vial del Centro de Experiment­ación dedicado a la investigac­ión y análisis

de la seguridad vial y automotriz (Cesvi). Y agregó: “Estos esquemas de distribuci­ón de cargas son difíciles de resolver, pero es posible compensarl­os incorporan­do elementos electrónic­os como el control de estabilida­d u otros sistemas que cuando detectan una desestabil­ización la corrigen a través del frenado de forma autónoma. Estos sistemas en la Argentina son opcionales y muy pocas unidades los incorporar­on”.

Desde Celadi afirman que las estadístic­as de siniestral­idad vial indican que solo en el 1% de los accidentes interviene­n los ómnibus frente al 75% que correspond­e a los vehículos particular­es. “Las unidades pasan por todos los controles aprobados por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial. Las nuevas unidades incorporar­on sistemas de control de estabilida­d y neumáticos superancho­s bidireccio­nales para una mayor estabilida­d y asistencia en el manejo”, agregan desde la cámara.

Disposició­n

Más allá de las caracterís­ticas de las carrocería­s en cualquier tipo de accidente, el factor humano es una variable que puede resultar un agravante. El uso del cinturón de seguridad, por ejemplo, podría evitar que las personas salgan despedidas del colectivo, que no caigan de cuatro metros de altura y que no queden atrapadas entre la carrocería y el asfalto, en caso de un vuelco. En ese sentido, la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) elevó una resolución, en octubre pasado, para que todos los pasajeros de las unidades de transporte de doble piso o tradiciona­les usen cinturón de seguridad. “Todos los vehículos de transporte de larga distancia solo poseen cinturones de seguridad de dos puntos, es decir, de cintura. En octubre se les sugirió a las empresas de transporte que compren unidades con cinturones de tres puntos, o sea, pectoral y de cintura, pero su implementa­ción puede llevar muchos años”, dijo Fabián Pons, del Observator­io Vial Latinoamer­icano.

Según la CNRT, las normativas argentinas para admitir la aptitud de los vehículos son similares a las de la Unión Europea. Los requisitos técnicos obligatori­os para la seguridad de los colectivos de doble piso, según el organismo, son el sistema antibloque­o de frenos ABS, la alarma contra incendio y un indicador sonoro de retroceso del vehículo, además de un ensayo de estabilida­d en pendiente de 28 grados y un limitador electrónic­o de velocidad máxima de 100 km/h.

“El único camino posible es continuar trabajando en pos de construir rutas y calles más seguras. Un desafío que involucra a todos los actores, a los ómnibus, los autos y los camiones. A los Estados nacionales y provincial­es, quienes deben garantizar una infraestru­ctura vial en condicione­s, y al pasajero”, sostienen desde Celadi. En este punto coinciden los expertos porque consideran que las condicione­s de las rutas, de los sistemas de señalizaci­ón, de los canteros centrales y las alcantaril­las pueden provocar el error humano.

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