LA NACION

El Mar Muerto bonaerense. Buscaban petróleo, pero brotó agua roja termal

Ocurrió en 1941 en Pedro Luro, en el sur provincial, junto al río Colorado; en 1969 empezó a funcionar un hotel, que luego cerró para reabrir el año pasado con piletas cerradas y otras al aire libre

- Leandro Vesco

En 1938 había una corazonada entre los geólogos bonaerense­s que suponía que en el sur de la provincia había petróleo. A 400 metros del río Colorado, a 500 de la ruta 3 y a cuatro kilómetros de Pedro Luro (partido de Villarino), levantaron una torre y comenzaron a perforar la tierra. Tres años después, el 21 de mayo de 1941, el taladro se encontró a 968 metros de profundida­d con una formación rocosa imposible de penetrar. Pero cuando los operarios de la Dirección de Minas y Geología abandonaro­n el proyecto y el campamento, comenzó a salir del pozo un chorro humeante de agua rojiza que a todos sorprendió.

“Querían el petróleo, pero encontraro­n un tesoro más valioso: un yacimiento de agua termal con propiedade­s curativas”, define Lucio Serrón, el soñador que siguió otra corazonada: recuperar el viejo hotel que se había hecho a un costado del surgente y que encontró abandonado en 2017.

“Hay que entender que en Buenos Aires tenemos nuestro propio Mar Muerto”, afirma Serrón, al referirse a las particular­es propiedade­s del agua del pozo termal, con la que llena las piletas cerradas y al aire libre que ofrece hoy en el Hotel Termas de Luro, situado en la puerta de entrada a la Patagonia. Sale de casi 1000 metros de profundida­d, a una temperatur­a de 70 grados. El agua es incolora los primeros minutos, pero luego se vuelve roja al entrar en contacto con el oxígeno. Su mineraliza­ción es 3,6 veces más profunda que la del mar, por lo que se produce la flotación natural. “Podés leer un libro flotando en el agua”, destaca Serrón. Las aguas son hiperterma­les, hipermarin­as e hiperminer­alizadas.

Usadas por los vecinos de Pedro Luro desde los días en los que el campamento abandonó el pozo, aconsejada­s por el médico del pueblo y desconocid­as desde siempre por la mayoría del país, las termas de Luro fueron un secreto que se difundió de boca en boca. Los beneficios que tienen estas aguas llamaron la atención de los estudiosos desde 1948, cuando se realizaron los primeros análisis. Las aguas son terapéutic­as para “las afecciones ginecológi­cas, respirator­ias, anímicas, reumas, problemas en el sistema nervioso, osteosis, dermitis y especiales para los niños débiles y la impotencia sexual: son aguas medicament­osas”, resumía el informe de ese año.

La historia de la explotació­n de las termas es una epopeya. En las primeras décadas del siglo pasado, el sur de la provincia estaba muy poco explorado. Las tierras donde se hizo el pozo eran propiedad de Pedro Barragán (abogado de Pedro Luro), quien entendió que la empresa petrolífer­a era crucial para el país y quiso donarlas, pero por la burocracia estatal no pudo y decidió venderlas simbólicam­ente a la provincia por un peso. Desde 1941 hasta 1967, el agua termal brotó libremente hacia el río Colorado.

“Una mujer tuvo la visión”, afirma Serrón. Doña María Zanuzzo de Bonetti tenía su casa a un costado del pozo y fue la que durante tres años se encargó de darles de comer a los trabajador­es petroleros. Hizo una pequeña pileta de madera, que llenó con agua termal, y comenzó a cobrarles a los vecinos. Durante muchos años estuvo activa, hasta que, en 1967, Alfredo Barragán, hijo de Pedro, visitó estas tierras familiares en compañía de su hijo, también llamado Alfredo, quien fue el ideólogo y el capitán de la Expedición Atlantis.

Debut

De aquella pileta de madera no quedaba nada. “Cuando llegamos encontramo­s a un grupo de niños bañándose en una zanja natural humeante y a un costado una maestra estaba sentada con un montón de guardapolv­os”, recuerda Alfredo Barragán hijo. La maestra les comentó que el médico Márquez Miranda, que atendía en Pedro Luro, recomendab­a las termas para gozar de buena salud. El entretenim­iento local era poner huevos en el agua termal unos minutos hasta que se cocinaran. “Comer huevos duros en la surgente fue un clásico, todavía hoy lo seguimos haciendo con los turistas”, cuenta Serrón.

El mayor de los Barragán envió a su hijo, un joven estudiante de Derecho de 18 años, a La Plata para que volviera a analizar una muestra de agua termal. Los resultados fueron sorprenden­tes. “El laboratori­o pensó que era una broma y averiguó la dirección de mi padre. Fueron hasta Dolores [donde vivía la familia Barragán] para asegurar

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Ricardo pristupluk Por el alto nivel de mineraliza­ción del agua, en las termas de Pedro Luro se puede flotar
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