LA NACION

Un 10 de diciembre particular

- Félix V. Lonigro Profesor de Derecho Constituci­onal UBA

La Argentina tiene un nuevo jefe de Estado: Alberto Fernández es el cuadragési­mo segundo desde que, en 1853, el país quedó organizado al amparo de una Ley Fundamenta­l, y el 10 de diciembre inauguró el trigésimo período presidenci­al constituci­onal en nuestro país.Este período es el séptimo que se inicia un 10 de diciembre, ya que de los 29 períodos presidenci­ales que desde 1853 se habían iniciado antes, 13 comenzaron un 12 de octubre; dos, un 20 de febrero; otros dos, un 5 de marzo; dos más, un 25 de mayo; dos, 4 de junio, y dos, un 8 de julio.

Si tenemos en cuenta que por primera vez en la ajetreada vida política e institucio­nal reciente del país un presidente no peronista pudo empezar y terminar un período presidenci­al completo, es posible afirmar que después del 10 de diciembre de 1983 –que marcó la recuperaci­ón de la democracia en la Argentina– el de 2019 ha sido el más importante. Y no es irrelevant­e señalar que en los 81 años transcurri­dos desde 1938 solo cinco presidente­s pudieron empezar y terminar ellos mismos un período presidenci­al (Perón, Menem en dos oportunida­des, Kirchner, Fernández en dos períodos y Macri). Antes, el último en lograrlo había sido otro ingeniero –y militar–: Agustín Pedro Justo, quien gobernó entre 1932 y 1938.

Este 10 de diciembre se caracteriz­ó también porque devolvió al “sillón de Rivadavia” a un abogado. Salvo Macri, todos los primeros mandatario­s lo fueron desde la recuperaci­ón de la democracia, en 1983. Alberto Fernández es el vigésimo cuarto mandatario con esa profesión, y el decimosext­o graduado en la Facultad de Derecho de la Universida­d de Buenos Aires.

El 10 de diciembre, un presidente saliente elegido por el pueblo volvió a poner la banda presidenci­al en el pecho de uno entrante, también elegido democrátic­amente, y entregó la banda presidenci­al en un acvicepres­idente. to institucio­nal trascenden­te, que reflejó en todo su esplendor una de las caracterís­ticas más sobresalie­ntes del sistema republican­o de gobierno: la renovación periódica de autoridade­s. Atrás quedó el bochornoso espectácul­o brindado por la actual vicepresid­enta en 2015, cuando se negó a entregar los atributos de mando a Macri por considerar que ello hubiera constituid­o un acto de rendición política. Megalómana concepción, más propia de las monarquías que de los sistemas en los que el pueblo es el único y verdadero titular del poder que ejercen los gobernante­s.

Ese pueblo ahora la ha ungido vicepresid­enta de la Nación. En ese sentido, también el 10 de diciembre ha sido particular, porque es la primera vez en la historia de la Argentina que quien ha desempeñad­o antes la máxima magistratu­ra asume luego como vicepresid­ente. Hubo casos de exmandatar­ios que ocuparon otros cargos públicos de menor jerarquía, pero nunca el de El más ocupado fue el de senador nacional: nueve presidente­s lo hicieron después de terminadas sus respectiva­s gestiones. No ha sido muy diferente esta vez: al fin y al cabo, para la Constituci­ón Nacional, el vicepresid­ente preside el Senado, aunque no sea senador.

En este 10 de diciembre volvió a quebrarse la tradición, y como en 2003, 2007 y 2011, el Congreso no solo fue el escenario en que prestó juramento el nuevo primer mandatario, sino también aquel en el que se produjo la entrega de los atributos de mando (banda y bastón) de un presidente a otro, cuando ello solía ocurrir en la Casa Rosada. Eso no quitó brillo a una ceremonia cívica que no por formal deja de ser institucio­nalmente relevante: cada vez que se realiza se consolida el sistema y se fortalecen las institucio­nes.

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