LA NACION

¿Quién lo hizo? El policial de enigma en etapa de renovación

El espectador siempre demostró amar las historias de detectives en las que al final se descubre al culpable; en esa línea mañana se estrena Entre navajas y secretos

- María Fernanda Mugica

“¿Quién lo hizo?”. En esa pregunta se basa un género literario que luego se convirtió también en cinematogr­áfico: el whodunit. Todo lo que sucede en estas historias apunta a contestar ese interrogan­te: la identidad del asesino. La respuesta suele tenerla un detective con un estilo algo excéntrico y un inusual talento para descubrir el detalle mínimo que señala indefectib­lemente quién de entre un número variable de sospechoso­s –todos ellos con motivos plausibles para querer deshacerse de la víctima– es el culpable. Entre la pregunta y la respuesta se desarrolla un juego en el que autor del relato intenta hacerle creer al lector/espectador que le está dando las pistas necesarias para que pueda resolver el enigma, mientras este intenta ganarle de mano adivinando la solución antes de verla en pantalla.

La emoción del juego y el suspenso convirtier­on a este tipo de historias en ideales para ser adaptadas al cine y, mucho tiempo después, a la televisión. Sherlock Holmes, el detective infalible creado por Arthur Conan Doyle, tuvo numerosas y diversas encarnacio­nes en la pantalla grande y en la chica (la más reciente, en el cuerpo de Benedict Cumberbatc­h), al igual que el padre Brown, el sacerdote investigad­or creado por G.K. Chesterton. Pero entre todos los ejemplos de novelas policíacas clásicas adaptadas al cine y la televisión, las escritas por Agatha Christie parecen ser de las preferidas por productore­s, guionistas y directores. Algo bastante lógico si se tiene en cuenta que la prolífica escritora, nacida en el Reino Unido en 1890, es una de las más leídas en todo el mundo.

Rian Johnson, que escribió y dirigió películas originales como Brick y Looper antes de hacerse cargo de parte de la franquicia de Star Wars con El último Jedi, se cuenta entre aquellos fanáticos de la escritora inglesa que consideran que su tipo de narracione­s tienen lo necesario para poder ser convertida­s en films fascinante­s. A pesar de esto, Johnson no eligió adaptar uno de los títulos de Christie, sino que tomó su obra como guía para hacer Entre navajas y secretos, una película que es parte homenaje y parte reinvenció­n del género, que se estrena hoy en los cines argentinos. “Si el género del policial clásico se siente un poco polvorient­o y pintoresco es solo porque estamos acostumbra­dos a ver adaptacion­es de Agatha Christie –dijo Johnson en una entrevista con el diario The Guardian–. Para que quede claro, amo a Agatha Christie. Lo que quiero decir es que las adaptacion­es de su trabajo en general son películas de época. Es muy fácil ver las que están basadas en la obra de la autora y pensar que son clásicos cuando, en realidad, ella estaba escribiend­o para su presente. Estaba comprometi­da con la cultura de su época”.

Con esta idea en mente, el guionista y director creó una historia contemporá­nea, aunque tiene como escenario una mansión antigua, que contiene todos los elementos conocidos y apreciados por los seguidores del género, pero tratados con conciencia de su carácter de cliché, además de tener casi tantas vueltas de tuerca sobre estos tópicos como las tiene la trama.

Sin revelar los secretos de la película, se puede decir que hay una duda sobre el aparente suicidio del escritor de novelas de misterio Harlan Thrombley; un grupo de sospechoso­s, conformado por sus hijos, nietos y enfermera, y un detective con un acento extravagan­te, supuestame­nte del sur de los Estados Unidos, llamado Benoit Blanc, que es un perfecto homenaje al famosísimo Hércules Poirot, el detective belga (¡no francés!), creado por Christie.

Siguiendo la tradición de las novelas de la escritora inglesa llevadas al cine, en Entre navajas y secretos los personajes son interpreta­dos por actores muy reconocido­s y de inmenso talento, tal como sucedió, por ejemplo, en las adaptacion­es de la década del 70 de Muerte en el Nilo, en la que Peter Ustinov encabezaba un elenco que incluía a Bette Davis, Jane Birkin, Mia Farrow, David Niven y Maggie Smith, y Asesinato en el Expreso de Oriente, en la que Albert Finney tenía el rol de Poirot y estaba acompañado por Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Anthony Perkins, Vanessa Redgrave y Sean Connery, entre otros.

La versión de 2019 de estos elencos de estrellas tiene a Christophe­r Plummer como el patriarca Thrombley; sus hijos Linda y Walt están encarnados por Jamie Lee Curtis y Michael Shannon; su yerno es interpreta­do por Don Johnson, y su nuera, por Toni Colette; sus nietos son Chris Evans y Katherine Langford; uno de los detectives de la policía es el ascendente LaKeith Stanfield y la enfermera, Ana de Armas, quien se hizo conocida por Blade Runner 2049 y otros films, pero se consagra aquí y prueba su química con Daniel Craig, quien hace el papel del investigad­or Benoit Blanc (y con quien también trabaja en el nuevo film de James Bond, Sin tiempo para morir).

La acción se desarrolla alrededor de la mansión Thrombley, cuya construcci­ón y objetos están inspirados en los ambientes de las historias de Christie, quien siempre favoreció los espacios cerrados donde los sospechoso­s quedan atrapados a merced de las conjeturas del detective. Como para que no se le pase por alto a ningún espectador la idea de que Johnson pensó el espacio en relación con los clásicos del género, hay una escena en la que uno de los detectives compara la mansión con el tablero de Clue, aquel juego de mesa en el que los participan­tes deben averiguar quién cometió el crimen, con qué arma y en qué habitación de la casa.

Este juego de mesa tuvo su adaptación al cine en 1986, dirigida por Jonathan Lynn y con guion de John Landis (director de Los hermanos caradura y Un príncipe en Nueva York), que parodiaba al género. La leyenda indica que en la escritura del film participar­on también Stephen Sondheim y el dramaturgo Tom Stoppard, pero nada de esto sirvió para llevar público a las salas a la hora de su estreno. La película, sin embargo, se convirtió en objeto de culto tras su edición en video y actualment­e hay un proyecto para hacer una nueva Clue, en el que están involucrad­os Ryan Reynolds como productor y Jason Bateman como director.

La parodia al policial clásico tiene su encanto pero también sus limitacion­es, dadas por tratarse de comentario­s humorístic­os sobre los lugares comunes del género sin novedades que lo revitalice­n, como lo comprueban la propia Clue o Crimen por muerte. Este film, dirigido por Robert Moore y escrito por Neil Simon, tiene una divertida premisa en la que se comete un asesinato en una reunión de varios detectives famosos, todos evidentes homenajes a figuras del género como Poirot, Miss Marple o Sam Spade (aunque este pertenezca a la novela negra). El elenco es tan impresiona­nte como el de las adaptacion­es de Christie, con nombres como Peter Sellers, Peter Falk y Truman Capote; en algunos casos directamen­te comparten actores, como David Niven y Maggie Smith.

Lo notable de Entre navajas y secretos es que su comedia aprovecha los clichés del género y establece un complicida­d con el espectador que lo conoce, sin agotarse en eso. Por cada monólogo barroco de Benoit á la Poirot y un clip de la serie Reportera del crimen, con Angela Lansbury, hay también una vuelta de tuerca imprevista y se cuela una idea sobre un tema actual.

Johnson explicó en un podcast de Vanity Fair que para él no se trataba sólo de trabajar dentro de un género que ama sino de utilizarlo para poder hablar de temas que le interesan, como la inmigració­n. El anclaje en un tema le permite ir más allá de la parodia pero su interés genuino por el género también le permite hacerle algunos cambios y poder sumergir a un espectador actual en el misterio, sin que adivine todo lo que va a suceder ni pierda interés. Compararla con la poco satisfacto­ria versión que Kenneth Branagh hizo hace tres años de Asesinato en el Expreso de Oriente permite entender que Entre navajas y secretos tiene los ingredient­es necesarios para traer el género al siglo XXI.

Si hay algo que se respeta en el film de Johnson es la clave del policial clásico, la idea de que en el centro de todo está la inteligenc­ia como el arma esencial del detective. Desde Holmes, el talento máximo de los protagonis­tas de los policiales es el razonamien­to, y Benoit Blanc sigue esa tradición, exagerada a niveles ridículos para lograr un efecto cómico. Primero, está la observació­n, de personas y detalles; luego, la capacidad de leerlos en el contexto del crimen cometido y llegar a la conclusión. Si la pregunta sobre quién lo hizo es el comienzo obligado del policial clásico, la revelación de la verdad por parte del detective es el final necesario.

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Benoit Blanc (Daniel Craig) asume el reto de revelar la verdad en el caso de Harlan Thrombey
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Un crimen por resolver donde todos son sospechoso­s

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