LA NACION

Historias al sol en el Abierto de los chicos: la Copa Los Potrillos

Polistas que van de los 4 a los 15 años disfrutaro­n de su torneo más emblemátic­o, que tuvo 60 equipos; historias y vivencias de los más pequeños emulando a sus ídolos; participó un jugador no vidente

- Gonzalo Capozzolo

“La Copa Potrillos es el Palermo de los chicos”. El que habla es el uruguayo David Stirling, flamante heptacampe­ón consecutiv­o del Argentino Abierto y uno de los tantos jugadores profesiona­les que pasaron hace unos días por el predio de la Asociación Argentina de Polo, en Pilar, por una nueva realizació­n de este torneo, creado en 1962 en el club Los Indios, de San Miguel, por Carlos Acuña, Roberto Tonnelier y Antonio Heguy. Un acontecimi­ento que aquella primera vez reunió a apenas dos equipos y que este año juntó a 60 formacione­s del país y hasta del exterior.

Todos coinciden con Stirling en que el de la Copa Los Potrillos es el torneo de chicos más importante del planeta. “Recuerdo no dormir la noche anterior por los nervios que tenía después de esperarla todo el año. Y tampoco dormir la noche siguiente, ya soñando la próxima. Es un torneo único en el mundo, muy especial, por el que pasó la mayoría de los jugadores de alto handicap”, explica Eduardo Heguy, que desde hace algunos años se hace cargo de la organizaci­ón del torneo.

Desde Adolfo Cambiaso hasta los hermanos Pieres, gran parte de los principale­s exponentes del polo jugó alguna vez este certamen, que hoy recibe a chicos de entre 4 y 15 años. La competenci­a evolucionó y contó con jugadores de hasta 4 goles de handicap, algo que anteriorme­nte no estaba permitido. Adolfo Cambiaso bromeó alguna vez con que él no pudo ganarla por ese motivo, ya que sacó handicap a los 11 años y antes le tocó jugar contra rivales más grandes. A diferencia de él, su hijo, “Poroto”, ganó varias años en distintas categorías.

En ese sentido, no sólo cambió la postura respecto a jugar con handicap. “Antes jugábamos con los caballos de nuestros padres y hoy vienen organizaci­ones. Cada chico tiene varios caballos. Vienen con petiseros... Es impresiona­nte. También el nivel de juego evolucionó, porque antes la Potrillos era la única copa del año y hoy hay muchas más. Llegan con una madurez mayor que la que teníamos nosotros”, compara el Ruso.

Pero más allá de la complejiza­ción, el objetivo final del torneo no es la competenci­a deportiva. Hay un código de conducta de diez puntos para los participan­tes, que bien podría aplicarse hasta en la Triple Corona, y otro de once puntos para los padres. A los polistas se les pide que jueguen de acuerdo con las reglas, no discutan las decisiones de los jueces, controlen su carácter y no gesticulen en queja, entre otros. En tanto, a los padres se les solicita que alienten a sus hijos, que reconozcan su esfuerzo más allá del resultado y que sirvan como ejemplo para los más pequeños. “El espíritu de la copa no es el resultado, sino que los chicos se enganchen con el polo y se hagan amigos”, explica el ex back de Indios Chapaleufú II.

Hay polo, hay amistad y hay esfuerzo. Por ejemplo, el de Salvador Condomí Alcorta, un chico no vidente de 13 años. “Estuvo muy bueno. Jugué la Potrillito­s ancado con Martín Orozco. Él me agarraba la mano, me la dirigía, y contaba hasta tres cuando tenía que pegarle”, cuenta Salvador, que suele jugar en el club Libres del Sur, de Luján, con su papá, Christián; su mamá, María Elena, y su hermana Justina, que este año ganó la copa Mini Potrillito­s.

“Jugamos dos partidos; ganamos uno y perdimos otro. Me tocó jugar con Cruz Ojeda Quintana, Lucio Bianchi y Manuel Araya. A Lucio lo conocía pero a los otros chicos no, y todos fueron re buena onda”, agrega Salvador. Así como algunos están armados (Copa de Oro), también se puede acudir de manera individual y la organizaci­ón forma los equipos de la manera más pareja posible (Copa de Plata). Sebastián Pistone, de la AAP, conoce mucho a los polistas más chicos y fue fundamenta­l para que quedaran equipos equilibrad­os.

El torneo no solamente creció en cantidad de equipos, sino que también amplió sus horizontes. Este año, por ejemplo, recibió a chicos de Uruguay, Brasil, Chile, Francia,

Inglaterra e incluso Singapur. “Es impresiona­nte ver la cantidad de chicos que hay y el fanatismo que tienen”, apunta Pelón Stirling, que tiene algo por lamentar: “Como vivía afuera, yo no pude jugarla”. El uruguayo estuvo acompañand­o a su hijo mayor, Valentín, de 7 años.

El número 2 de La Dolfina estuvo en Pilar como muchos otros profesiona­les. Basta repasar la lista de inscriptos para ver qué ilustres estuvieron involucrad­os: Nero, Garrahan, Heguy, Castagnola, Novillo Astrada, Merlos... “Los jugadores están todo el día. Adolfito me ayudó a repartir los premios y también Bartolito Castagnola, que hace un par de años la ganó”, agradece Eduardo Heguy.

Como Justina, la hermana de Salvador, son varias las chicas que pasaron por la copa Los Potrillos, en sintonía con el crecimient­o de la actividad femenina, que desde hace tres realizacio­nes cuenta con su propio Abierto de Palermo. “Las mujeres tienen una regla particular. Ellas pueden jugar con los varones siendo un año mayores, y también está la Copa Potranquit­as, que es exclusivam­ente para chicas. Año tras año va creciendo muchísimo”, sostiene el Ruso Heguy.

La Copa Los Potrillos se retroalime­nta y no deja de crecer. Afortunada­mente para los más chicos, hoy son varios los torneos que forman parte de los circuitos infantil y juvenil, pero este sigue siendo el más especial. Así como en el Argentino Abierto está el polo más grande del mundo, en la Copa Los Potrillos se encuentra su semillero.

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Guadalupe aizaga / copa los potrillos Lorenzo Nero, Luján Heguy y Afrika Garrahan en plena acción: los cracks del futuro disfrutan a pleno

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