LA NACION

Cuando alfonsín fue parte de la gloria roja

A 35 años del título de Independie­nte en la Copa Interconti­nental, el recuerdo del rol vital que tuvo el entonces presidente de la Nación en la relación con los ingleses

- TEXTO Carlos Alfano / Para la nacion

Raúl Alfonsín y Ricardo Bochini se admiraban mutuamente. Tanto que el máximo ídolo de la historia de Independie­nte, tan brillante y reconocido en los campos de juego como ajeno al mundo de la política, sorprendió cuando hizo público su respaldo al entonces presidente de la Nación durante la campaña para las elecciones legislativ­as de 1987.

“Nunca me metí en política, sólo respondí lo que me preguntaro­n. A mí me gustaba Alfonsín, yo era hincha de Alfonsín... (sic), lo quería mucho y él me quería a mí. Era una persona humilde, que sabía de todo y que agarró el país en una época muy difícil. Para mí, fue uno de los mejores presidente­s que tuvo la Argentina”, dice Bochini, en diálogo con la nacion.

Entre sus múltiples ocupacione­s, ya fuese como abogado, político, estadista o promotor de los derechos humanos, quien hoy es considerad­o como “el padre de la democracia moderna” en nuestro país nunca dejó de atender su pasión por Independie­nte y hasta llegó a cumplir un papel clave en la disputa de la Copa Interconti­nental de 1984.

¿Por qué? ¿Qué fue lo que sucedió? Cuando Independie­nte y Liverpool se enfrentaro­n en Tokio hace 35 años, en la primera edición de la Copa Toyota Interconti­nental, el recuerdo de la Guerra de Malvinas todavía estaba fresco. Cientos de jóvenes argentinos habían muerto en las islas y otros tantos habían regresado con las terribles secuelas de los campos de batalla. El clima de desconfian­za entre ambos países era notorio. A comienzos de 1984, el gobierno argentino había enviado una delegación parlamenta­ria al Reino Unido, integrada por los senadores Adolfo Gass y Julio Amoedo y los diputados José Horacio Bordón y Federico

Storani, que debió sortear varias “trampas” y algún encierro diplomátic­o del Foreign Office.

En ese contexto, el partido programado para el 9 de diciembre en Tokio, primer enfrentami­ento oficial entre un equipo de fútbol de la Argentina y otro de Inglaterra, fue corrido del plano deportivo y se convirtió en un tema de debate geopolític­o. En Cancillerí­a, en el Congreso Nacional y en la Casa Rosada se hablaba del encuentro. Y hasta se barajó la posibilida­d de suspenderl­o.

“Efectivame­nte no había ningún tipo de relaciones diplomátic­as y la cuestión de jugar o no aquella final pasó a ser un tema central. A Independie­nte le había tocado enfrentars­e a un equipo bien inglés como el Liverpool y debíamos tomar una decisión”, recuerda a Federico la nacion Storani, quien presidía la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.

La postura más radical la llevaba adelante el entonces subsecreta­rio de Deportes de la Nación, Rodolfo “Michingo” O’ Reilly, hombre provenient­e del rugby –fue campeón como jugador del CASI y un reconocido entrenador de los Pumas–, quien aconsejaba no jugar la final y así lo transmitía tanto en cónclaves políticos como en los medios.

Por consejo del presidente de la AFA, Julio Grondona, y con el visto bueno del resto de los dirigentes de Independie­nte encabezado­s por Pedro Iso, un grupo de jugadores concurrió al Congreso para manifestar­se frente a diputados y senadores. “Fuimos a pedirles que nos dejaran jugar, que no mezclaran las cosas. La mayoría opinaba que no debíamos viajar y nosotros tratábamos de hacerles entender que no era un problema diplomátic­o, que sólo se trataba de un partido de fútbol”, precisa Jorge Burruchaga.

La decisión final debía tomarla la mesa chica del Gobierno. Se escucharon con atención las opiniones del canciller Dante Caputo, quien estaba a favor de jugar el partido, y del vicecancil­ler Jorge Federico Sábato, quien instruía al resto de los funcionari­os sobre la cuidadosa relación que debía mantenerse con Inglaterra. Alfonsín escuchaba. Él tenía la última palabra.

“Desde un principio Alfonsín sostenía que no había que romper relaciones con Inglaterra, nos decía que debíamos estrechar lazos de todo tipo, porque para la cuestión de fondo –que era discutir la soberanía de Malvinas– iba a ser peor. Encima, él era hincha de Independie­nte, así que lo comprendía­n las generales de la ley”, agrega Storani, integrante de aquella mesa chica.

Tras analizar los “pro” y los “contra”, Alfonsín aprobó el viaje. Hasta, cuentan allegados al expresiden­te radical, lo terminó viendo como una posibilida­d de desdramati­zar cualquier encuentro entre argentinos e ingleses, como si el fútbol pudiera terminar siendo una primera vía de intercambi­o pacífico entre dos países con la confianza astillada.

De todas formas, la gente, los hinchas y algunos jugadores tenían un sentimient­o especial. Las jornadas previas al viaje a Japón estuvieron cargadas de un

clima nacionalis­ta. La revista “El Gráfico”, por ejemplo, despidió al equipo con un artículo titulado: “El país está con Independie­nte”.

Si el mensaje de los futbolista­s y los dirigentes de Independie­nte había apuntado esforzadam­ente a desvincula­r la guerra de Malvinas con la final de Tokio en los días previos al viaje, la arenga del capitán, Enzo Trossero, en la noche anterior al partido sacudió nuevamente al plantel con el recuerdo de los soldados caídos y el dolor de las familias que no los vieron regresar.

“Somos un grupo de hombres y vamos a demostrárs­elo a los ingleses. Esto no es una guerra, pero daremos una respuesta como equipo. ¿Quién no tiene un amigo, un familiar o un vecino que no haya llorado por un soldado caído? Yo fui soldado, hice la colimba; me podría haber tocado a mí o a cualquiera de ustedes. Tenemos un país que nos está mirando, que nos está apoyando y no podemos defraudarl­o. Vamos a salir ganando de esa cancha o no salimos”, alentó Trossero a sus compañeros.

El arquero Carlos Goyén era el único uruguayo del equipo, pero vivió aquel momento con la misma intensidad. “Por más uruguayo que sea, uno no puede estar ajeno a una circunstan­cia así y mucho menos cuando se trata de un país hermano, latinoamer­icano y, por sobre todo, un país en el que yo estaba viviendo y que me estaba dando de comer”, recuerda Goyén.

“Pero cuando entramos en la cancha no hubo ninguna guerra, jugamos un partido de fútbol. Me hubiese gustado tener mano a mano a un gurka o a un asesino profesiona­l, pero los que estaban enfrente eran deportista­s, jugadores de fútbol como nosotros. Nos respetamos mutuamente”, resalta el arquero, una de las figuras del triunfo por 1-0 sobre el Liverpool.

El Loco Enrique, a su estilo

“¡Fuck you, men! ¡¿Qué te pasa? ¿Qué me mirás?!”, disparaba el “Loco” Carlos Enrique, con rostro serio y la mirada clavada en uno de los jugadores de Liverpool, durante la formación de los equipos previo a saltar al campo de juego del estadio Olímpico de Tokio. Al lateral de Independie­nte, con sólo 19 años, le costó asumir que no habría venganza en el choque contra los ingleses. En parte por su juventud pero también porque la guerra le dejó sus huellas mientras realizaba el servicio militar en el Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo.

“Con los años me di cuenta de que había sido una falta de respeto, que no debí hacerlo, pero era muy joven y además venía de vivir situacione­s muy tristes durante Malvinas, como no saber si me iban a mandar a pelear o ver cómo un amigo se te suicida dentro del cuartel”, cuenta el Loco Enrique. Había sido uno de los primeros conscripto­s de 1982, por lo que su destino debía ser el sur, la zona del conflicto. Pero gracias a una gestión de los dirigentes, se lo autorizó a permanecer en Buenos Aires para poder entrenarse con Independie­nte y también con el selecciona­do juvenil.

“Un día nos alistaron a todos en el patio, nos hicieron armar los bolsos, cargar los lanza granadas en la espalda y nos subieron a los camiones. Estuvimos ahí varias horas, lo único que quería era poder llamar a mi exmujer y decirle: ‘Cuidate y cuidame a la nena’.y hablar con mis viejos”, relata.

Julio era uno de los protegidos del Loco dentro del cuartel, un joven silencioso e intelectua­l.

“Era un buen pibe, calladito... y en la colimba a veces te agarran otros que son más salvajes. Yo les decía: ‘Al que lo quiera gozar,

lo c... a trompadas’. El 2 de abril, cuando comenzó la guerra, mi hija cumplió su primer año. Un par de días después, fui y me dijeron que Julio se había disparado con un fusil. Mirá que soy un negro fuerte y orgulloso, pero me acuerdo y se me caen las lágrimas”, se conmueve Enrique.

Cuando José Omar Pastoriza le dio la orden de marcar a Craig Johnston, la figura del equipo inglés, el Loco tardó seis segundos en tirarse en plancha sobre su tobillo. “El Pato ya me había mandado a marcar a Renato Portaluppi en la final de la Libertador­es. ‘Si lo marcás bien, ganamos la Copa’, me había dicho.

Contra Liverpool, me pidió que hiciera lo mismo con Johnston. ‘Quédese tranquilo, que no la va a

tocar’, le respondí”. A Burruchaga le tocó cumplir con el servicio militar en el Regimiento de Infantería “1” de Patricios. Autor de goles históricos, como el de la final de la Libertador­es ante el Gremio o aquella corrida interminab­le en la definición frente a Alemania en la final de México 86, debía recibir la baja cuando estalló el enfrentami­ento bélico en Malvinas. Pese a los esfuerzos de la dirigencia de Independie­nte, quedó “a disposició­n de la Patria”.

“Me llamaron de nuevo, me cortaron el pelo y quedé a disposició­n durante toda la guerra. Estaba obligado a ir a firmar al regimiento y después me iba a entrenar. La verdad es que tenía un miedo enorme”, admite el mediocampi­sta. ‘¿Te acordás de

fulano?’, me preguntaba­n; falleció...”. Yo estaba en el juvenil, en un sudamerica­no o en medio de una copa. Fueron momentos terribles”, rememora.

Sin embargo, Burruchaga nunca catalogó sus triunfos ante a los ingleses como una venganza. “De ninguna manera trasladé aquella copa o el partido de cuartos de final en México 86 a lo que pasó en la guerra. Nunca lo sentí como una recompensa respecto de una guerra tonta, injusta, absurda y en la que murieron muchos chicos que fueron a algo para lo que no estaban preparados”, afirma.

La final y el “gol del mundo”

Lejos de las especulaci­ones, el partido fue correcto. A los 6 minutos del primer tiempo, José “Mandinga” Percudani sacó provecho de un pase largo de Claudio Marangoni y definió ante la salida de Bruce Grobbelaar, una de las figuras del Liverpool.

“Hicimos ese gol tempranero y después jugamos a nuestro ritmo. La diferencia fue mínima, pero el resultado fue justo. Independie­nte tenía un equipo bárbaro, nos conocíamos de memoria”, destaca Burruchaga.

Percudani, autor del “gol del mundo”, jugaba de niño a que era Daniel Bertoni. Y su hermano Walter simulaba ser Bochini. Su papá Alberto les había inculcado desde siempre ese amor por Independie­nte. “Estaba predestina­do, mi familia es fanática de Independie­nte. Y gracias a la confianza del Pato Pastoriza pude quedar en la historia, porque yo no venía siendo titular. Había perdido el puesto con Bufarini, que jugó la Copa Libertador­es, pero ante Liverpool decidió ponerme por mi velocidad y convertí el gol”, se enorgullec­e.

El brasileño Romualdo Arpi Filho pitó el final del encuentro y los jugadores de Independie­nte desataron su festejo. Se abrazaron, cantaron y saludaron a sus derrotados colegas del Liverpool. En la zona de vestuarios, Dalglish se acercó a Trossero e intercambi­aron sus camisetas, en uno de los gestos como los que podía haber imaginado Alfonsín.

Argentinos e ingleses se habían enfrentado en un partido de fútbol sin ir más lejos. A su regreso al país, los campeones fueron recibidos en la Casa de Gobierno con la copa. Es que de alguna forma, aquel hombre con sus decisiones había jugado también una parte importante de la final Interconti­nental de 1984.

 ?? Archivo ?? El capitán Enzo Trossero, Pedro Monzón, Claudio Marangoni y Ricardo “Bocha” Bochini festejan en Tokio: 1-0 a Liverpool
Archivo El capitán Enzo Trossero, Pedro Monzón, Claudio Marangoni y Ricardo “Bocha” Bochini festejan en Tokio: 1-0 a Liverpool
 ?? Archivo ?? El presidente Raúl Alfonsín felicita a su “debilidad futbolísti­ca”: Ricardo Bochini
Archivo El presidente Raúl Alfonsín felicita a su “debilidad futbolísti­ca”: Ricardo Bochini
 ?? Archivo ?? El gol de la victoria en Tokio: José “Mandinga” Percudani define ante la salida de Grobbelaar
Archivo El gol de la victoria en Tokio: José “Mandinga” Percudani define ante la salida de Grobbelaar

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