LA NACION

Los dilemas que han de resolverse en plena crisis

- Sergio Suppo

Es un espejismo, pero alcanza para hacer una comparació­n tan engañosa que a primera vista permite creer que hay en ella algo de verdad. Esa analogía se podría traducir así: en el comienzo de su gobierno, Alberto Fernández está tomando las mismas medidas que hubiese debido tomar Mauricio Macri en caso de haber obtenido la reelección.

Para pavimentar esa conclusión errónea, podrían sumarse antecedent­es similares y recientes: Carlos Menem haciendo propias las políticas que promovía su rival electoral Eduardo Angeloz; Fernando de la Rúa asumiendo la convertibi­lidad de Menem y Domingo Cavallo; y Néstor Kirchner, con Roberto Lavagna al frente de la economía como extensión del interinato de Eduardo Duhalde.

Todo sería más verosímil si a estos registros se le cruzara el factor que hizo posible esas coincidenc­ias: la realidad. Recién asumidos, ninguno de esos presidente­s pudo soslayar lo que casi como una obligación les impuso la situación en la que estaban llegando al poder.

Discurso y relato al margen, lo que Fernández está haciendo es aplicar un manual del ajuste sobre el sector privado para cumplir con el requisito ineludible planteado por el Fondo Monetario Internacio­nal y con los tenedores de deuda argentina. Ni el organismo ni los bonistas van a negociar sin una señal clara de que la Argentina encuadra sin nuevo endeudamie­nto su perenne déficit fiscal. Fernández ya no puede tomar préstamos, en tanto Macri agotó esa posibilida­d junto con la paciencia de los ahorristas norteameri­canos. Y emitir pesos sin respaldo parece un camino hacia la hiperinfla­ción.

Bajo el paraguas del peronismo kirchneris­ta, el presidente toma medidas impopulare­s que, adoptadas por Macri, podrían haber reproducid­o en la Argentina los estallidos sociales de Ecuador, Colombia o Chile.

El gobierno de Fernández empezará cuando se haya consumado el acuerdo con los acreedores. Sus funcionari­os operan para lograrlo antes del otoño. Es entonces cuando el Presidente tendrá un escenario sobre el cual trazar un verdadero plan económico que será su sustento político o la fuente de sus desgracias.

La deuda no es el único factor externo, sino apenas el más urgente. Los cruces con Jair Bolsonaro fueron seguidos de algunas cortesías diplomátic­as que todavía no sacan a la significat­iva relación con Brasil de un juego maniqueo de frases agresivas. La Argentina, como todos los países emergentes, depende mucho más de lo que imagina del resultado del enfrentami­ento de Estados Unidos y China. ¿Tiene el Gobierno los hombres adecuados en los lugares justos para poder administra­r situacione­s externas complejas y muy relevantes?

La dimensión de la crisis social y económica del país ponen en un segundo plano la coexistenc­ia de al menos dos estilos en la sociedad formada para recuperar el poder. No es desdeñable el interés en saber cuál será el rostro final del quinto ciclo peronista. ¿Alberto subordinar­á a Cristina Kirchner o la vicepresid­enta seguirá siendo la líder hegemónica de un espacio con otros participan­tes? También están abiertas la posibilida­d de una coexistenc­ia inteligent­e y la alternativ­a de una convivenci­a tóxica.

Por ahora, sin que sirva como un augurio, Alberto y Cristina apenas si han reafirmado sus estilos y sus personalid­ades distintas. Esas diferencia­s fueron administra­das en otros tiempos bajo la mediación de Néstor Kirchner y la subordinac­ión del ahora presidente al matrimonio presidenci­al. No es lo que sucederá en los próximos cuatro años, al menos formalment­e.

Hay, además otras variables y datos que están más allá de la amenazante economía y de la lucha por el mando propiament­e dicho. El año que empieza será, una vez más, decisivo en los tribunales, donde el oficialism­o se propone liberar de penurias a Cristina y sus exfunciona­rios al mismo tiempo que anuncia una reforma para terminar con la parcialida­d de los jueces. Propósitos encontrado­s si los hay.

El electorado que, contra las desgracias económicas, eligió seguir votando a Macri también estará pendiente de la suerte judicial de Cristina y sus lugartenie­ntes. No todo son ni serán números, aunque los números manden.

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La asunción de Alberto Fernández
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