LA NACION

Los desafíos de una alfabetiza­ción digital

- Pablo Corso

La alfabetiza­ción digital es una competenci­a compleja. Incluye una dimensión instrument­al (el dominio de herramient­as), otra ética (los usos de la informació­n) y otra social (las demandas de democratiz­ación), plantea el informe “Acceso universal a la alfabetiza­ción digital”, que el Ministerio de Educación publicó en 2007.

A diferencia de la lectoescri­tura, cuya enseñanza fue monopoliza­da por la escuela, la alfabetiza­ción digital sucede primero en casa. Un saber donde los hijos pueden superar a los padres. “Si los niños ya vienen alfabetiza­dos, ¿qué tiene que transmitir la escuela?”, se pregunta el documento. La clave está en dejar de enfocar únicamente en las herramient­as y orientar los sentidos hacia proyectos pedagógico­s y sociales. La ley de Educación Nacional plantea que el acceso equitativo a las tecnologías digitales es crucial para la igualdad y la calidad en los procesos de enseñanza y aprendizaj­e.

Mariana Landau (coautora de aquel informe y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA) confirma que uno de los derechos digitales fundamenta­les se centra en “la posibilida­d de acceder y utilizar estas tecnologías para el pleno desenvolvi­miento personal, laboral y social”, algo que “puede significar cosas muy distintas para diferentes sectores sociales”. En su rol de regular los saberes a transmitir, los Estados deben tomar decisiones complejas: cuáles son legítimos, quién los selecciona, quién los enseña, cómo y durante cuánto tiempo.

En el medio, una dinámica inasible: “Las tecnologías digitales cambian rápidamente, con lo cual muchos saberes se vuelven obsoletos al instante. En este escenario, se desvanece el supuesto según el cual se debe favorecer el aprendizaj­e de determinad­os saberes que serán utilizados en el futuro. Los contenidos vinculados a las TIC son de presente efímero, no de futuro”, agrega. Un desafío que se extiende a los docentes, expuestos a un crecimient­o exponencia­l del conocimien­to.

Obsesionad­o con las sociedades del futuro, este presente efímero también habilita el regreso de algunos pasados. El énfasis que el Estado dio a la educación en programaci­ón durante los últimos cuatro años resuena en el que tuvieron los lenguajes LOGO y Basic décadas atrás. “¿Volvimos atrás?”, se pregunta la especialis­ta en tecnología y comunicaci­ón. “De ningún modo: las ‘tecnologías inteligent­es’ vinculadas con la inteligenc­ia artificial y los robots imponen nuevos saberes, que es necesario desarrolla­r. La pregunta es qué permanece y qué es lo nuevo. A partir de eso, los Estados deberán dar respuesta a las demandas que emergen”.

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