Los desafíos de una alfabetización digital
La alfabetización digital es una competencia compleja. Incluye una dimensión instrumental (el dominio de herramientas), otra ética (los usos de la información) y otra social (las demandas de democratización), plantea el informe “Acceso universal a la alfabetización digital”, que el Ministerio de Educación publicó en 2007.
A diferencia de la lectoescritura, cuya enseñanza fue monopolizada por la escuela, la alfabetización digital sucede primero en casa. Un saber donde los hijos pueden superar a los padres. “Si los niños ya vienen alfabetizados, ¿qué tiene que transmitir la escuela?”, se pregunta el documento. La clave está en dejar de enfocar únicamente en las herramientas y orientar los sentidos hacia proyectos pedagógicos y sociales. La ley de Educación Nacional plantea que el acceso equitativo a las tecnologías digitales es crucial para la igualdad y la calidad en los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Mariana Landau (coautora de aquel informe y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA) confirma que uno de los derechos digitales fundamentales se centra en “la posibilidad de acceder y utilizar estas tecnologías para el pleno desenvolvimiento personal, laboral y social”, algo que “puede significar cosas muy distintas para diferentes sectores sociales”. En su rol de regular los saberes a transmitir, los Estados deben tomar decisiones complejas: cuáles son legítimos, quién los selecciona, quién los enseña, cómo y durante cuánto tiempo.
En el medio, una dinámica inasible: “Las tecnologías digitales cambian rápidamente, con lo cual muchos saberes se vuelven obsoletos al instante. En este escenario, se desvanece el supuesto según el cual se debe favorecer el aprendizaje de determinados saberes que serán utilizados en el futuro. Los contenidos vinculados a las TIC son de presente efímero, no de futuro”, agrega. Un desafío que se extiende a los docentes, expuestos a un crecimiento exponencial del conocimiento.
Obsesionado con las sociedades del futuro, este presente efímero también habilita el regreso de algunos pasados. El énfasis que el Estado dio a la educación en programación durante los últimos cuatro años resuena en el que tuvieron los lenguajes LOGO y Basic décadas atrás. “¿Volvimos atrás?”, se pregunta la especialista en tecnología y comunicación. “De ningún modo: las ‘tecnologías inteligentes’ vinculadas con la inteligencia artificial y los robots imponen nuevos saberes, que es necesario desarrollar. La pregunta es qué permanece y qué es lo nuevo. A partir de eso, los Estados deberán dar respuesta a las demandas que emergen”.