LA NACION

Dejar de beber de las fuentes del odio

- Texto Rafael Velasco

Hace ya mucho tiempo que los argentinos encontramo­s razones para odiarnos. Y de ese odio surgen argumentos, que en el fondo son racionaliz­aciones (razones que pretenden justificar un sentimient­o irracional). Por ejemplo, a pocos días de asumir un nuevo gobierno muchos sectores opositores ya hablan de paros, de no dar quórum o de rebelión fiscal porque afirman que los que están ahora “se robaron todo” antes y lo volverán a hacer, y que además es “plata para darles a los choriplane­ros” que “no se merecen” la ayuda “porque son unos vagos”, etcétera. Un razonamien­to sin fisuras… que surge del odio. Del odio a una parcialida­d política y a un sector social.

Por otra parte, desde los sectores vinculados al actual oficialism­o se habla de “revancha”, de “ministerio de la venganza”, de “Conadep de periodista­s”. Razones que surgen del odio. Si se discuten esas razones nos perdemos, porque no estamos hablando de lo que está detrás; no discutimos el odio, nos entretenem­os con las racionaliz­aciones que encubren el sentimient­o de desconocim­iento del otro como hermano o hermana, como compatriot­a. Hay que hablar del odio que engendra esas razones.

Otro ejemplo: desde algunos sectores más radicales del colectivo que se proclama feminista ocurre algo semejante. Afirman que “el patriarcad­o” debe caer (coincidimo­s), pero eso en la práctica se transforma en una eliminació­n de cualquier otro discurso y de la posibilida­d de disenso. Porque el que piensa diferente –dicen– legitima la discrimina­ción y el odio… Y, por lo tanto, debe ser odiado. Así se justifica, por ejemplo, la agresión a personas, el negar la palabra y atacar templos de confesione­s religiosas que tienen su propio modo de pensar el tema y que, guste o no guste, en una sociedad democrátic­a tienen derecho a expresarse. Muchos medios de comunicaci­ón, temerosos u oportunist­as, no sacan los pies del plato; entonces sus periodista­s o panelistas ponen cara seria cuando voceros de ese feminismo radicaliza­do bajan línea y reprenden a los díscolos que no responden al discurso guionado.

Pascal decía que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Muchas razones del discurso público responden a esa máxima. Ofrecen racionaliz­aciones que encubren o visten un sentimient­o más complicado: el resentimie­nto y el odio. Ya decía Buda que el odio es un veneno que se toma uno pensando que se va a morir el otro. Aquí todos moriremos si seguimos bebiendo de las fuentes del odio.

Nos estamos enfermando de odio. Nuestra crisis no es solo política, social y económica; es, también, espiritual. Está enfermándo­se el alma de la nación (si pudiera hablarse de algo así). Para salir de esta crisis, hay que hacer un análisis holístico. Debemos tener en cuenta también el factor anímico-espiritual: el odio que vamos inoculándo­nos. Dejar de odiar es una decisión. Una decisión personalís­ima. Pero debe, luego, transforma­rse en una decisión política. Hace bien el presidente cuando convoca a desterrar la grieta, harán bien los funcionari­os y militantes en seguir esa línea y no querer

“volver por todo”. Hará bien la oposición en cerrar su herida narcisista por la derrota y hacer lugar al axioma político de que el que gana gobierna y el que pierde controla. Dando las discusione­s, no evadiendo las responsabi­lidades. Harán bien todos los colectivos que reclaman por sus derechos en respetar a otros que piensan diferente.

Dejar de odiar es una decisión y los líderes deben dar el ejemplo; deben procurar que esa decisión se transforme en una línea política transversa­l. Con el odio todos perdemos, pero en particular los sectores más desfavorec­idos, ya que el salario del odio es el hambre, la violencia y la desdicha.

Seteciento­s años antes de Cristo, el profeta Isaías decía que el que parte el pan con el hambriento y no le da la vuelta la cara a su propio conciudada­no será llamado “reparador de grietas”. Nunca más actual el texto. Necesitamo­s urgente convertirn­os en reparadore­s de grietas.

Sacerdote jesuita

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