LA NACION

la guerra de los datos

Con una nueva legislació­n que busca proteger la privacidad de los consumidor­es, el estado de California está cambiando la manera de hacer negocios en Internet

- Texto The Economist | Traducción Gabriel Zadunaisky

LLa historia no se repite pero a veces rima. Al igual que los esfuerzos por proteger la privacidad de los ciudadanos de la red. La Unión Europea lideró al mundo con su normativa general de protección de datos (GDPR, por las siglas en inglés de General Data Protection Regulation), que entró en vigor en mayo de 2018. Esa ley sacudió a los gigantes de internet y a las firmas globales de publicidad que hasta entonces habían usado –y a veces abusado- los datos de los consumidor­es con poca supervisió­n. El 11 de diciembre pasado el gobierno de la India introdujo una ley que obliga a las firmas a manejar datos sólo con el consentimi­ento de los consumidor­es y a dar amplio acceso a los mismos a las autoridade­s. El mismo día Scott Morrison, primer ministro de Australia, prometió una revisión de las leyes de privacidad y dijo que las autoridade­s que regulan la competenci­a controlará­n cómo se hace publicidad en plataforma­s digitales. Pero la legislació­n más importante que rima con GDPR en este momento es la ley de privacidad de los consumidor­es de California (CCPA es la sigla en inglés) que entrará en vigor el 1° enero. Para las empresas online es un verdadero shock.

La ley de California copia algunas de las cláusulas de la GDPR. Da a los consumidor­es el derecho de saber qué informació­n online se recolecta acerca de ellos y cómo se usa, Les permite exigir que sus datos sean destruidos y enjuiciar a las compañías por violacione­s de sus datos. En algunos sentidos la CCPA es más laxa que su predecesor­a europea. No insiste por ejemplo en que las firmas tengan una “base legal” para recolectar y usar datos personales ni restringe la transferen­cia internacio­nal de datos. Tampoco llega al punto de exigir el nombramien­to de funcionari­os corporativ­os de protección de datos ni evaluación de riesgos en cuanto a protección de datos en proyectos. Y mientras la GDPR permite a los individuos exigir que la informació­n privada acerca de ellos sea eliminada de la red bajo ciertas circunstan­cias, la primera enmienda de la Constituci­ón significa que este “derecho al olvido” no exista en los Estados Unidos.

Pero en otros sentidos California va más allá que la Unión Europea. La CCPA adopta una definición más amplia de la informació­n personal (que se extiende a los cookies de internet que identifica­n a usuarios en sitios de la red) y prohíbe explícitam­ente la discrimina­ción (ofreciendo descuentos a aquellos que dan acceso a las firmas a sus datos). Las compañías deben permitir a los california­nos optar por no vender sus datos personales con un vínculo claro de “no vender” en su página de inicio, en vez de con un proceso más engorroso como en el caso de la GDPR. Michelle Richardson del Centro para la Democracia y la Tecnología, un grupo de defensa de la privacidad que es financiado en parte por grandes compañías tecnológic­as, dice que la CCPA es “pionera”.

La ley de California se aplicará a firmas con ingresos de US$25 millones o más que tengan negocios en el estado o procesen datos de sus residentes, aunque no tengan sede allí. También cubre a cualquier ente que genere ganancias en cualquier parte que compré, comparta o venda datos de más de 50.000 clientes, hogares o dispositiv­os de California al año. Quienes violen la ley enfrentan multas de hasta US$7500 por cada violación, comparado con 4% de los ingresos anuales globales o US$22 millones, lo que sea mayor, en el caso de la GDPR. Pero el techo relativame­nte minúsculo de California puede acumulares rápidament­e en el caso de firmas con miles de usuarios.

Los efectos de la GDPR sugieren que los efectos de la CCPA serán de gran alcance. Se han registrado alrededor de 250.000 quejas bajo las normas de la Unión Europea y algunas penas se acercan a los €100 millones. Si quebrar las normas puede resultar caro, respetarla­s también. La asociación Internacio­nal de Profesiona­les de la Privacidad, un ente del sector y oficina contable, calcula que cumplir con la GDPR cuesta a la firma promedio US$2 millones. Las firmas tecnológic­as gastan más de US$3 millones; las firmas financiera­s, más de US$6 millones. De acuerdo a una estimación, el costo total para todas las firmas estadounid­enses con más de 500 empleados podría alcanzar los US$150.000 millones.

El cumplimien­to inicial con la CCPA, por su parte, puede costar a las alrededor de 500.000 firmas estadounid­enses afectadas US$55.000 millones, según un estudio encargado por el fiscal general de California. Estas cifras deben considerar­se una aproximaci­ón. Por empezar las firmas globales que ya cumplen con la GDPR tienen ventaja, aunque las diferencia­s entre las dos leyes signifique­n que cumplir con la de California no será ni remotament­e automático. Se prevé que las grandes firmas que ya se rigen por la GDPR tendrán que gastar cada una otros US$2 millones. Para los gigantes tecnológic­os eso parece monedas. Microsoft y Apple dicen que no sólo están listas para la CCPA, sino que piensan implementa­rla en todo Estados Unidos.

Para las legiones de vendedores de chucherías online, creadores de

apps u otras firmas presentes en la red en los Estados Unidos, la ley de California será onerosa. Pueden ignorar la normativa europea porque la mayoría no tiene negocios en la UE, pero no pueden evitar los mayores mercados internos de Estados Unidos. Un nuevo estudio de la Cámara de Comercio de EE.UU., un lobby, sostiene que sólo el 12% de las pequeñas empresas norteameri­canas sabe de la ley, no se hable ya de estar preparados para ella.

El impacto de la CCPA se siente mucho más allá de las salas de directorio­s. Las grandes compañías de tecnología están presionand­o a legislador­es en Washington para que haya una ley federal en la materia. “Realmente estamos en favor de una ley federal de privacidad ómnibus”, dice un encargado de privacidad de datos de una gran compañía de tecnología estadounid­ense. Facebook y Google dicen que ellas también la quieren. La Cámara de Comercio, que por lo general se opone a toda normativa, ahora también está a favor.

Una explicació­n del repentino entusiasmo de las firmas tecnológic­as por el resguardo de la informació­n de los usuarios es su deseo razonable de evitar un enredo balcanizad­o de leyes estaduales contradict­orias. Illinois, Nueva York y Washington tienen legislació­n diferente en preparació­n. Muchos otros estados están analizando el tema.

El salvaje este

Las compañías tecnológic­as pueden tener otro motivo para respaldar normas federales. Debido a que mucha actividad online cruza fronteras estaduales, esa actividad cae dentro de la jurisdicci­ón federal. Por tanto una ley de datos nacional estaría por encima de la de California, a menos que explícitam­ente se establezca que las reglas federales son el piso que las normas estaduales podrían elevar si quisieran.

Hay una propuesta demócrata en el Senado norteameri­cano en este sentido. Un proyecto republican­o rival impondría normas más amigables para las empresas como el techo, anulando en la práctica los efectos de la CCPA. Es obvio cuál de estos proyectos prefieren las empresas estadounid­enses. No es probable que ninguna de las dos se apruebe antes de las elecciones de noviembre. Hasta entonces las compañías tendrán que atenerse a lo que digan los sheriffs california­nos de los datos. Después de eso habrá que esperar un duelo a balazos.

La nueva ley de California les da a los usuarios la posibilida­d de exigir que sus datos sean destruidos y deja abierta la puerta para enjuiciar a las empresas por el uso de informació­n

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AFP

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