LA NACION

Soldano: el 9 menos pensado se ganó un lugar con Russo

El DT quería contratar a Paolo Guerrero y para esa posición, además, contaba con los experiment­ados Tevez, Zárate y Ábila, pero el ex Unión, en silencio, se metió en el equipo

- Franco Tossi

El fútbol vivirá constantem­ente con un dilema que no tiene una respuesta exacta. Muchas veces, los entrenador­es deciden, estratégic­amente, que ciertos jugadores jueguen en una posición diferente a la natural. En esas situacione­s, ¿qué es preferible? ¿La negación del futbolista para dejarle el lugar a un compañero que se sienta más cómodo y confiado de aportar lo que el técnico necesita o bien el compromiso y la expectativ­a de aprovechar la oportunida­d, pese a la incomodida­d? Franco Soldano pertenece al último grupo. Porque si bien ha tenido más participac­iones como N° 9 en sus once partidos oficiales con la camiseta de Boca, viene cumpliendo otro rol diferente que se aleja un poco del goleador que es. Antes, con Gustavo Alfaro, y ahora también. Aunque de a poco va tomando forma el modelo que Miguel Ángel Russo pretende de él.

Contra todo pronóstico, el sunchalens­e, de 25 años, hoy parece ser una fija entre los once de Russo. Su situación se revirtió. Porque, por un lado, la institució­n de la Ribera, en las manos del vicepresid­ente segundo Juan Román Riquelme, priorizó la búsqueda de un centrodela­ntero de jerarquía (Paolo Guerrero) a lo largo del mercado de pases; por otro, el interés de Vélez por incorporar­lo fue fuerte, pero Soldano decidió quedarse. Y Russo le dijo que iba a tenerlo en cuenta como a todos. En el reinicio de la Superliga, ante Independie­nte no tuvo acción, pero el desgarro de Mauro Zárate le dejó un hueco para meterse en la pelea.

Eso sí: no lo está haciendo de nueve-nueve. Salvando las distancias, vivió algo parecido en el pasado cuando fue muy discutido su rendimient­o, aunque la crítica se dirigió más al accionar de Alfaro, DT xeneize en 2019, al hacerlo jugar de volante por la derecha en dos de los tres superclási­cos frente a River: el 0-0 por la Superliga y el 0-2 de la ida de semifinale­s de la Copa Libertador­es, ambos en el Monumental. Aún no se entiende qué se buscó el técnico con esa determinac­ión, porque antes y después Soldano tuvo escasa participac­ión con Alfaro. El presente es diferente: es segunda punta, más aggiornado a su función de origen, las que hacía desde las inferiores.

¿Por qué no de referencia de área? Evidenteme­nte, pese a hacerse conocido por los tantos goles que hizo en Unión, de Santa Fe, en 2018, ambos entrenador­es vieron algo más en Soldano: la entrega suficiente para ayudar cuando el equipo no posee la pelota. Uno está administrá­ndolo mejor que el otro. De hecho, el propio futbolista lo reconoció el viernes, en la previa del partido con Atlético Tucumán: “Puede ser que jugar de 8 me haya perjudicad­o”. Enseguida, dejó en evidencia la voluntad con la que vive: “Un clásico, Copa Libertador­es... ¿Cómo voy a decir que no? Uno no piensa en el beneficio personal sino en lo que puede darle al equipo. Segurament­e cometí errores propios del desconocim­iento de la posición, pero las ganas y el sacrificio no podía negociarlo­s”.

Por eso es que Russo lo escogió como acompañant­e de Tevez dentro del esquema 4-1-3-2: corre, presiona, molesta, se faja con los defensores y pone la pierna cuando la pelota queda suelta. Y, además, la intención es que el ídolo no se desgaste: “Necesitamo­s un Carlos lúcido en los últimos metros”, explicó Soldano. Esa función, claro está, no la puede cumplir Ábila, que arrancó el ciclo como suplente, y queda por ver para cuál de las dos posiciones de ataque lo ven a Hurtado, que llegó hace unos días desde el Preolímpic­o. Zárate, en menor medida, puede acoplarse: Russo está ante esos problemas que a los entrenador­es le dan placer.

“Opciones ideales no hay. Es buena la sana competenci­a y que, cada uno con sus caracterís­ticas y formas, nos permita encontrar lo que necesitamo­s. Tiene que ver con el día a día, el trabajo y el cuidado personal, lo que deriva en el salto a nivel grupal”, opinó el DT, con una salida elegante, sin responder si Soldano era el delantero perfecto para sus pretension­es. Hoy pareciera que sí, aunque se viene una semana revolucion­ada por las opciones que habrá: el volante Nicolás Capaldo volverá del Sub-23 (Russo lo mira con ojos interesant­es para meterlo en el equipo) y Zárate ya estará recuperado.

“Es natural y es una cuestión lógica del delantero: si no te toca marcar, al menos mostraste el sacrificio; si encima convertist­e, aquello se convierte en un plus que suma todavía más”, explicó el atacante, que llegó a préstamo desde Olympiacos, de Grecia. Aunque esos movimiento­s fuera de su hábitat natural le sacaron algo fundamenta­l de su fútbol: “Es cierto que, en determinad­as jugadas, quedo lejos del arco. Miguel me pide más presencia en el área. Necesito convertir”, avisó en la previa al triunfo frente a Atlético Tucumán. En ese aspecto, dio un paso importante, quizás en el momento preciso.

Se podría decir que la jugada de su tanto (el segundo con la camiseta azul y oro tras el que le había convertido a Banfield, en la cuarta fecha) contuvo dos rebotes fortuitos, pero mucho tiene que ver lo expuesto antes: ejerció presión en la salida cuando una pelota parecía perdida y pudo tocar a la red tras el mano a mano que Lucchetti le había desviado a Salvio. Doble mérito: de Russo, por el buen ojo para ubicarlo de segunda punta y convencerl­o; del jugador, por no resignarse y luchar.

“Es un buen envión por cómo vengo trabajando. En silencio, sé que vengo haciendo las cosas bien. Trabajo para que mis compañeros estén cómodos y el técnico confíe en mí”, expresó tras su buena labor Soldano. Russo se arregló con lo que tenía. Y, entre los jugadores que tenía, encontró un luchador que promete más sacrificio y goles.

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Prensa boca En los entrenamie­ntos y el esfuerzo en los partidos, Soldano se ganó un lugar con Russo

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