Aplicaciones de estos hallazgos en las políticas públicas
Cómo acomodar los horarios a los relojes biológicos adolescentes
En su trabajo, Goldin, Sigman, Braier, Golombek y Leone no solo quieren dilucidar aspectos no aclarados del efecto que tiene sobre el rendimiento académico la interacción entre el cronotipo y el turno en el que los adolescentes asisten a la escuela, sino también ofrecer conclusiones que den lugar a políticas públicas.
Y aunque advierten que todavía necesitan aclarar si los resultados que observan dependen del horario de aprendizaje o del de evaluación (o de ambos), y que son necesarios estudios piloto realizados en el ámbito local para descartar los sesgos que pueden introducir diferencias culturales, hay hechos que son indiscutibles.
“Primero, cualquier retraso en el horario escolar de la secundaria será beneficioso –afirma Juliana Leone–. Si no se pudiera cambiar para todos los años, se podría empezar por los mayores, porque los chicos se van haciendo más nocturnos a lo largo de la adolescencia”.
“Algo relativamente sencillo y factible es que, sobre todo en el turno mañana, matemática nunca esté en las primeras horas para nadie, pero sobre todo para los de los últimos años”, agrega Goldin.
Otra posibilidad, más complicada, sería que la asignación de turnos estuviera relacionada con el cronotipo de los estudiantes.
“Más allá de la importancia científica de nuestro trabajo, que resume años de investigaciones, y de idas y venidas con los revisores –subraya Golombek–, es fundamental que la ciencia, en el camino de tratar de entender al mundo, desarrolle hipótesis y aplicaciones para la sociedad. Creo firmemente que las decisiones de políticas educativas deben aprovechar y hasta exigir evidencias científicas en qué basarse. Nosotros planteamos una serie de observaciones que apuntan a cambiar un aspecto de la vida escolar: sus horarios y turnos. Esto nos obliga a dar un debate en el que todos los actores estén involucrados: el Estado, las instituciones escolares, los alumnos, los docentes y los científicos. Está claro que no es sencillo y que hay que considerar los inconvenientes (el horario de los padres, el transporte, el trabajo continuo de los docentes), pero la investigación está, también, para eso: para generar preguntas, aportar ideas y datos, cuestionar nuestras prácticas y, finalmente, mejorar nuestra calidad de vida”.