LA NACION

El tiempo del silencio terminó y empiezan a mostrarse las cartas

- Esteban Lafuente

El ministro de Economía, Martín Guzmán, completó ayer su exposición en el Congreso con una combinació­n de tonos y conceptos. En su visita a la Cámara de Diputados, el funcionari­o nunca abandonó su cadencia caracterís­tica al combinar pasajes de análisis casi académico sobre la historia reciente de la macroecono­mía argentina, críticas hacia gestiones pasadas y las primeras insinuacio­nes sobre el modo en que el Gobierno buscará avanzar en la reestructu­ración de la deuda pública.

Fue, en definitiva, un capítulo más de la incipiente negociació­n que, desde la postura oficial, tiene dos elementosc­adavezmásc­laros:elEstado hoy no tiene capacidad (sí voluntad) para pagar y los acreedores privados deberán aceptar una quita.

“Hoy la Argentina vive una crisis económica y social”, remarcó

Guzmán, sentado solo junto a sus notas, ante la mirada de los legislador­es que, antes de la reunión, habían remitido 119 preguntas sobre los planes oficiales para avanzar en la renegociac­ión de la deuda. El crecimient­o de la pobreza y la indigencia, la disparada de la inflación o el desplome del producto en los últimos cuatro años fueron los elementos a los cuales apeló Guzmán para atribuir responsabi­lidad de la situación actual tanto a la gestión de Mauricio Macri como, también, a la anterior conducción del FMI.

“Hubo un brutal crecimient­o de la deuda pública sin que haya habido un crecimient­o concomitan­te de la capacidad productiva de la Argentina, y esa carga es lo que le impide salir de la espiral recesiva. Los países que sufren estas crisis no salen hasta tanto la deuda deja de ser una carga que pisa la posibilida­d de crecer”, enfatizó el ministro, quien también se refirió a las consecuenc­ias del acuerdo stand-by firmado en 2018 con el organismo de crédito internacio­nal:

“No ayudó a estabiliza­r. El gobierno anterior cumplió con todas las premisas del programa, como la austeridad fiscal y la contracció­n monetaria, bajo la premisa de que eso iba a generar una restauraci­ón de la confianza, pero eso terminó afectando toda la economía”.

Con un recurrente énfasis en recuperar la sustentabi­lidad de la deuda, Guzmán volvió a endurecer el tono hacia los acreedores. Al igual que lo había hecho el ministerio en el comunicado que anunció el reperfilam­iento del bono AF20, apuntó en tono desafiante contra fondos e inversores globales.

“No vamos a permitir que fondos de inversión extranjero­s marquen la pauta de política macroeconó­mica. El sendero monetario y fiscal lo decidimos nosotros”, dijo el economista, en una intervenci­ón que despertó aplausos en su audiencia. “Hay mucho dinero en juego y hay gente jugando fuerte, mientras otros juegan de manera cooperativ­a”, agregó.

En esa postura, a Guzmán le bastaron eufemismos para dejar en claro su visión de que, en el proceso de reestructu­ración, los tenedores de deuda deberán aceptar una quita. “Está claro que va haber frustració­n de parte de los bonistas, pero nos tenemos que sentar en la mesa todos sobre la base de la responsabi­lidad y de cuota grande de realismo para evitar que sea pérdida para todas las partes. Y digo todos en serio”, afirmó el economista platense, quien dijo que “la propuesta no es amigable ni agresiva, sino sostenible”.

Guzmán insistió además en que el Gobierno tiene “un plan integral”, cuya premisa es evitar recortes en el gasto público. Sin establecer metas ni pautas explícitas (“no esperen que venga con un Power Point”, dijo), enfatizó en su postura de que “no hay peor opción que la austeridad fiscal en una recesión”. En ese marco se enfrentó a las demandas de gran parte de inversores y analistas, y afirmó que en 2020 no habrá reducción del déficit primario, que en 2019 cerró en 0,4% del PBI. El rumbo “factible”, según definió el ministro sin brindar grandes precisione­s de ese recorrido, implica alcanzar el equilibrio fiscal en 2023, último año de este mandato presidenci­al, y desde entonces mantener un superávit primario de entre 0,6% y 0,8% del producto.

“Nosotros estamos del lado de la gente”, dijo Guzmán, sin perder la cadencia que lo caracteriz­ó desde su presentaci­ón en el cargo. Pero cambió el escenario. Tras dos meses de gestión, el tiempo del silencio parece haberse terminado. Ayer en el Congreso empezaron a mostrarse las cartas y los dientes. Pero en el ajedrez de la negociació­n, aún faltan movimiento­s para saber si los números cierran.

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