LA NACION

Una escuela de surf, la excusa para que chicos marplatens­es conozcan el mar

La sostiene el campeón argentino Maximilian­o Prenski, junto a ONG y colaborado­res; los alumnos se suben a una tabla por primera vez y, para algunos de ellos, también es el debut en la playa

- Darío Palavecino Correspons­al EN MAR DEL PLATA

MAR DEL PLATA.– La mayor emoción que todos esperan de esta aventura a la que llegan luego de un viaje en ómnibus de no más de 30 minutos es afirmar las plantas de los pies sobre las tablas y, tan erguidos como se pueda, dejarse llevar sobre la ola. Pero José María anticipa que cuando regrese a su casa les contará a sus padres y hermanos algo más importante que su experienci­a inicial en el surf. Marplatens­e y con 7 años, acaba de tener su primer contacto con el mar.

“Es muy frío”, grita el pequeño, que, de todas maneras, tras chapotear en la orilla, corre aguas adentro hasta que la primera ola con fuerza le da por las rodillas y lo tira de cabeza. Un chapuzón forzado del que emerge con una sonrisa enorme. Pura felicidad.

otros a la par, con sus lycras que les flamean, dan tumbos, pero no se rinden. corren por su tabla, la cargan y vuelven a buscar la próxima ola, en lo posible con ayuda de un voluntario que aporte el empujón para que la espuma y la fuerza del mar hagan el resto.

“¿Vamos a volver?”, pregunta Keila, feliz porque, si bien ella sí había venido antes a la playa, por primera vez cumple el sueño de probar cómo es eso de subirse a una tabla y viajar al ritmo del mar.

Parece mentira, pero no solo es cierto, sino que se trata de una realidad amplia que alcanza a cientos, tal vez miles, de vecinos que nacieron y se criaron bien cerca de estas arenas que recién ahora conocen. La situación social y económica de sus familias los mantiene en zonas periférica­s, no tan lejos de la costa, pero sin recursos para trasladars­e más allá de las calles de su barrio.

Esta aventura de acercarlos al frente marítimo de su ciudad tiene un culpable: Maximilian­o Prenski, un experiment­ado surfista marplatens­e. Y varios cómplices, entre ellos, algunas oNG con las que articuló para que chicos locales puedan conocer el deporte que él mismo conoció de muy pequeño y –afirma– le cambió la vida.

Cita semanal

“Es una experienci­a magnífica a cualquier edad, pero mucho más para los chicos, que pueden disfrutar del mar de la mano de la práctica de este deporte”, cuenta a la nacion quien fue campeón argentino de surf y desde hace 16 años da clases a novatos en la escuela que funciona en el sector de Playa Grande conocido como Biología.

La cita es semanal y, en este caso, con chicos que llegan de la mano de casa de 20, una entidad que lleva adelante su programa Jugando en las olas. Un grupo por semana. El de esta visita correspond­e a Batán (a 15 kilómetros al sur del centro), el paraje El Boquerón y la guardería municipal Ardillita. Para los mayores de 6 años hay surf; para los más pequeños, juegos en la playa.

“Me la surfeé toda. ¿Me viste?”, celebra Bautista, y busca a Prenski para contarle que por fin se pudo parar sobre la tabla. “Joya, capo”, aprueba y elogia el profe, que parece más feliz que los propios alumnos. “Es un verdadero gusto ayudar a que estos pibes puedan pisar la playa, algunos por primera vez en su vida, y a que desde el surf encuentren un momento de diversión muy lindo”, explica a la nacion.

Recuerda que le ha tocado dar estas mismas clases a otros grupos llegados desde lugares más lejanos. A veces, contingent­es arribados desde provincias; incluso, de comunidade­s originaria­s acostumbra­das a convivir entre montañas o contextos de selva. “Lo que uno no imagina es que tan cerca, aquí mismo en Mar del Plata, tengamos chicos de 7 y 8 años que no conocen el mar”, remarcó.

La clase comienza con Prenski al frente del grupo. Los mira serio porque se ríen. “¿Tengo cara de payaso?”, les pregunta mientras se señala la boca pintada de blanco sobre los labios y algo más, puro protector solar que también carga en dosis contundent­es sobre la nariz y los pómulos.

con ayuda de alumnos de su escuela que están más avanzados, practican sobre la arena. se simula sobre suelo firme el movimiento de remo y posterior salto. Después habrá que hacerlo sobre la tabla y en el mar. Nada fácil, no hay dudas.

“¿Así está bien?”, pregunta una niña de cabello enrulado. Y se agazapa, con rodillas flexionada­s, y acomoda un brazo adelante y otro atrás, como si buscara equilibro. Pulgar en alto del maestro. Así que… todos al agua.

Prenski no es el único que está dando estos pasos. Varios de sus colegas también habilitaro­n espacios en sus escuelitas de surf para recibir a grupos de chicos que llegan desde espacios municipale­s, clubes y sociedades de fomento de los barrios.

Valores

cuenta a la nacion que, además de darles una primera semblanza de lo que es el surf como actividad, este encuentro de dos o tres horas le permite llegar con un mensaje cargado de valores. “Es un momento para hablarles de lo importante que es el deporte, el mar como un espacio de todos y también lo fundamenta­l del cuidado del medio ambiente”, explica Prenski.

Por eso estas actividade­s, que son gratuitas, empiezan con una charla de bienvenida, siguen con las clases de surf y al término de la experienci­a en el mar, en la medida en que el tiempo lo permita, se comparte una caminata y limpieza de playas.

La experienci­a solidaria tiene otros protagonis­tas. Además de la Escuela de surf Mar del Plata y las oNG, también colaboran Tienda León, que aporta un ómnibus para trasladar a los chicos, y Hergo, distribuid­ora mayorista que dona los refrigerio­s.

Prenski, que además es guardavida­s, destaca lo fuerte que le resulta este encuentro con chicos que de no ser por estos programas no conocerían el surf y, en algunos casos, tampoco el mar. “sé que para mucha gente es difícil acceder a este deporte. Lo que hacemos es apenas un granito de arena para que, más allá de la falta de recursos, todos tengan su oportunida­d”, detalla.

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Mauro v. rizzi El momento más emocionant­e de la actividad: de cara a las olas, listos para barrenar

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