LA NACION

Cerca del cielo

“Jugamos para entrar a la historia del club”, se deleita nery Domínguez, el volante de racing que terminó el clásico a lo tata Brown

- Texto Nicolás Zuberman

Con la cara ensangrent­ada, una venda sobre su cabeza y el dedo pulgar de la mano izquierda hundido en su camiseta para menguar el dolor de la luxación del hombro, la primera palabra que le salió a Nery Domínguez minutos después del triunfo histórico ante Independie­nte fue “orgullo”. Tres días después, aún con el hombro dolorido y recién levantado de una siesta, repite la definición. “Sinceramen­te, orgullo es lo primero que me sale. Pero no es desde ahora que lo siento. Es una manera de mostrar –dice Domínguez– mi compromiso con el club, con la confianza depositada y con haberme elegido aún habiendo estado en la vereda de enfrente. Para mí fue un gesto, una apuesta muy grande. Se fue dando todo muy lindo: ganamos dos campeonato­s, los dos clásicos”.

–Lo acabo de ver. Fue emocionant­e. Lo viví de la misma manera que desde adentro pero con otra perspectiv­a. No se compara con el ambiente que vivimos ahí adentro, pero incluso desde el tele se veía cómo se escuchaba la gente, la emoción, el relato. Cómo jugamos el partido me puso la piel de gallina.

–Incluso en desventaja numérica sentían que lo podían ganar?

–Pasamos por diferentes emociones. Los primeros 30 minutos fuimos muy dominadore­s. Cuando quedamos con diez seguimos insistiend­o, no nos modificó nada. Nos fuimos al descanso y vino la segunda expulsión en la primera jugada. Ahí la vimos complicada. Trabajamos mucho el partido, fuimos muy inteligent­es, manejamos los tiempos, generamos faltas, ganamos oxígeno. Tenemos gente de experienci­a. En una pelota parada, en alguna que tuviéramos había que aprovechar­lo al máximo. Y así fue.

–¿Qué pensaste cuando decidiste tirarle la pelota a Cvitanich?

–Estábamos en desventaja. Ivan (Pillud) iba a hacer el tiro libre y le pedí que me dejara a mí como para ganar tiempo, para estirar el partido y sacar el equipo lo más alto posible. No sabía a quién tirársela pero Darío es un especialis­ta en buscar faltas, en aguantar la pelota. Se da una jugada afortunada porque le quedan los rebotes a Walter (Montoya) primero y después a Darío para el pase atrás y que Lolo (Miranda) lo habilite al Chelo (Díaz) sin tocar la pelota. En el festejo salí corriendo solo para cualquier lado. Una vez que pasó la euforia nos juntamos con los defensores, más Javi García, para hablarnos y darnos motivación: quedaba poco y había que sacar todo lo que venga.

–¿Fue una idea tuya la de agujerear la camiseta para inmoviliza­r el hombro como hizo Brown en la final de México ‘86?

–Fue algo que salió del médico y del kinesiólog­o para que yo pudiera seguir en la cancha. Tenía el brazo inmóvil y se le ocurrió cortar la remera para que pudiera meter el dedo ahí. Después quedó la anécdota del gran Tata. Me siento orgulloso de que me comparen con él que es un ídolo, pero era la única manera de seguir en cancha.

–Por las redes sociales el club pidió esa camiseta rota y manchada con sangre para encuadrar.

–Todavía no la entregué, pero para mí sería un orgullo que mi camiseta esté presente ahí. Pero no me gustaría que se queden solo con eso. El partido que hizo el grupo fue emocionant­e, el equipo dejó el alma y lo sacó adelante. No es fácil jugar un clásico con dos menos, es muy jodido. Para mí es un partido inolvidabl­e.

–Todos hablan de una charla emotiva de Licha López. Cuando salieron campeones de la Superliga, en el medio del partido, vos le decís: ‘ya está, Viejo, somos campeones’. ¿Qué significa para ustedes Lisandro?

–El Viejo nos transmite mucho. Tanto antes del partido como la arenga del entretiemp­o fueron muy emotivas. Teníamos un hombre menos pero éramos consciente­s de que habíamos hecho un gran primer tiempo. Nos teníamos que enfocar en eso, en seguir jugando y no en que estábamos con 10. Sabíamos que era difícil pero él nos dijo que lo íbamos a ganar y que iba a ser un partido histórico. El lo vio en el entretiemp­o y nos dijo que lo íbamos a sacar adelante. Terminó siendo así y aún más porque lo ganamos con 9, no con 10.

–A veces desde afuera da esa sensación: que juegan para la historia del club. En un año lograron dos vueltas olímpicas y dos clásicos que serán recordados por muchos años. ¿Son consciente­s de eso?

–Sí, claro que somos consciente­s. Tenemos presente que jugamos para entrar en la historia del club y es nuestra motivación, nuestro objetivo. El escudo que representa­mos nos obliga a prepararno­s y ser protagonis­tas en todo. Veremos hasta dónde nos da en la Libertador­es, pero la idea es ser competitiv­os y pelear hasta el final todo.

–¿Ya te reconocés como defensor central?

–Sebastián (Beccacece) me dijo en la pretempora­da que me ve de central, pero tampoco hay que descartar que un día aparezca en el medio. Yo me mato cada semana para ser titular, en la posición que sea. A medida que fueron pasando los partidos traté de aprender a desempeñar­me en la nueva posición, entrenamos situacione­s, detalles, posicionam­ientos. Hoy me encuentro mejor que en el primer partido que jugué ante Boca, en esa posición.

–Tanto te metiste en Racing que ayudaste a organizar una prueba en el club donde arrancaste, en Rosario.

–En diciembre último, tres días después del título que ganamos en la cancha de Tigre, hicimos una prueba en el club Torito para ayudar a los chicos que tienen los mismos sueños que yo tenía y que quieren dedicarse a esta profesión. Me puso muy contento porque tanto Milito como la Secretaría Técnica se pusieron en contacto con total humildad con la gente del club, en el que yo aprendía a jugar al fútbol. Que una institució­n como Racing vaya al club de mi barrio me da una alegría total.

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|| Foto Rodrigo Valle / Getty

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