LA NACION

Grietas internas frente al ataque externo

- Jorge Búsico

No está siendo un verano feliz para el rugby argentino. A la tragedia ocurrida en Villa Gesell –transforma­da en un espectácul­o lamentable y plagado de saña a toda hora en la televisión y en las redes, ubicando a todos los rugbiers como ejes del mal, porque es más fácil hablar de esto que de los niños que mueren de hambre en Salta–, se agregan ahora algunas disputas domésticas que marcaron una fuerte ruptura entre la UAR y una de sus uniones más fuertes, la de Tucumán. Es un episodio que venía gestándose desde la segunda mitad del año pasado y que concluyó con un inusual comunicado de la Unión madre, en el que les anuncia a las uniones del NOA (con Tucumán como centro) que les suspenderá “todo tipo de asignación económica”.

La razón que esgrime la UAR es que nunca se conformó el Comité Regional del NOA, pautado desde septiembre de 2019, y que esto le genera inconvenie­ntes a la organizaci­ón de la competenci­a nacional. Algunos clubes tucumanos se resistían a compartir un torneo con sus pares de Salta, no así con los de Santiago del Estero. De ahí que no hubo acuerdo todavía, pero también es cierto que Tucumán ya había planteado otras quejas que fueron desde la poca injerencia que le da la UAR al resto de sus uniones hasta la de la conformaci­ón del plantel de la franquicia de Paraguay –Olimpia– para la Súper Liga Americana.

Hoy por la noche se reunirán los presidente­s de los clubes de Tucumán para tomar una decisión. No son pocos los que quieren plantear abrirse de la UAR y jugar un torneo sólo en la provincia. Sería una jugada arriesgada. Pero más allá de lo que se resuelva, lo cierto es que Tucumán expresa con más ruido lo que se viene escuchando por debajo desde hace un tiempo: un descontent­o que emerge de los clubes –no continuado luego por sus respectiva­s uniones– con varias de las decisiones de la UAR, especialme­nte en lo que se refiere al desigual reparto del dinero en el escenario que se comparte con el profesiona­lismo.

Un rastro de ese temporal quedó graficado hace unos días, cuando la unión de Tucumán (URT) emitió un duro comunicado en el que sostenía que Olimpia contrataba más jugadores que los que estipulaba el reglamento que había elevado la UAR.

“Iniciamos el reclamo porque somos los más afectados”, dijo el presidente de la URT, Marcelo Corbalán, al medio El Tucumano. En esa misma publicació­n, el director de alto rendimient­o de la Confederac­ión Sudamerica­na y ex coach de los Pumas, Daniel Hourcade, criticó duramente la posición de sus comprovinc­ianos: “Molesta mucho, porque hasta hace tres meses, Tucumán quería tener una franquicia”. Finalmente, la tuvo Córdoba, cuya unión sí está bien alineada a la UAR.

Estas idas y vueltas de la dirigencia –la “rosca política”, como se la conoce– son de antaño. Lo mismo que el encono Interior vs. Buenos Aires. La diferencia es que ahora hay mucho dinero dando vueltas y también, desde la UAR, un interés indudable en fortificar especialme­nte la parte profesiona­l por sobre la vida de los clubes.

No es un buen momento para que se quiebre el frente interno frente a todo lo que llega desde afuera al rugby en estos momentos. Hay un sector fuerte que establece la agenda diaria al que ya ni parece importarle la muerte de Fernando Báez Sosa. Quiere más sangre y suma opinólogos de cualquier rubro para que sigan esa línea.

Ya llegaron efectos: un grupo de chicos de un club de Mendoza tuvo que irse de un entrenamie­nto porque le gritaron “asesinos” y un chico de Areco fue desfigurad­o por una manada a raíz de su condición de rugbier. Es tiempo de mirarse hacia adentro; de revisar y de reforzar.

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