Gran Bretaña y el Mercosur después del Brexit
Hay un nuevo escenario para las relaciones comerciales con el gobierno británico que favorece un ámbito de trabajo en conjunto; es importante poner el foco en impulsar a las pymes
El Brexit ha entrado en una nueva fase. Es posible que sea la fase final. Gran Bretaña ha dejado de ser país miembro de la UE y completará en los próximos meses su proceso de separación. Ha sido un proceso largo, complejo y desgastante. Temprano aún para saber si sus efectos han de ser positivos, incluso para el sistema internacional.
En todo caso, la del Brexit es una experiencia que merece ser analizada por quienes valoran en otros países -por ejemplo los del Mercosur-, la idea de impulsar en su propia región un proceso de integración con algunas características similares a las de la integración europea.
Esto es, procesos voluntarios de construcción a través del tiempo de un espacio regional de cooperación entre naciones contiguas y soberanas. O sea, de un espacio conformado por naciones que deciden voluntariamente trabajar juntas, por razones que responden a valores e intereses compartidos, y que tienen a la vez, dimensiones políticas, económicas y sociales. Para ello desarrollan instituciones y reglas de juego comunes, que garantizan los intereses de las naciones participantes cualesquiera que sean su capacidad económica y su poder relativo.
Son procesos regionales en los que ninguna nación que pertenece al mismo espacio geográfico está obligada a participar, a pesar de que reúna las condiciones para hacerlo. En el caso del Mercosur, por ejemplo, Chile lo pone en evidencia. Pudo haber sido un país miembro. Tenía las condiciones para ello. A los países fundadores les interesaba que lo fuera. Con buenas razones, en su perspectiva, optó por no serlo. Además son procesos de los que una nación puede retirarse si así lo considera conveniente. Para ello debe cumplir con los requisitos previstos para desatar su vinculación. Ha sido precisamente el caso de Gran Bretaña en la UE.
Lo interesante de esta experiencia del Brexit es que ha puesto en evidencia lo que es la esencia de los procesos de integración voluntarios y consensuales. Es la de generar vínculos efectivos y de mutua conveniencia que relacionen a los países miembros en torno a intereses comunes, relacionados con objetivos políticos, económicos y sociales. Es algo así como un club de trabajo conjunto en pos de relaciones mutuas, en un ámbito de paz, prosperidad y ganancias mutuas. Se sustenta el club en un denso tejido de lo que en el momento fundacional de la integración europea, Jean Monnet denominaba “solidaridades de hecho”. O sea aquellas generadas en gran medida por -entre otros factores- el comercio de bienes y servicios, las inversiones productivas, los proyectos conjuntos, la conectividad física y sobre todo, la identidad cultural que genera en sus respectivas poblaciones, que se sienten así parte de una misma comunidad. Se entra al club si el país que desea hacerlo reúne los requisitos que se establecen, y si los demás socios lo aceptan. Y un país que entra al club puede irse si considera que le conviene y, sobre todo, si cumple con los procedimientos para retirarse.
Por ello se trata de procesos de construcción permanente y continua que no necesariamente siguen siempre las hojas de ruta predeterminadas. Se construyen a través del tiempo, respondiendo a la dinámica que incide en la inserción de cada uno de los socios en el propio entorno regional y en el global.
Un ejemplo interesante a tener en cuenta en el Mercosur, lo constituye la Asociación de Naciones del Sudeste del Asia (ASEAN) con sus cincuenta años desarrollo. Se trata de diez países de distintos tamaños -con una gran diversidad económica y política y sobre todo cultural y religiosa, y con una experiencia de conflictos violentos e incluso guerras-, que han logrado construir en cinco décadas un entorno regional de ganancias mutuas y de encadenamientos productivos. En parte lo han podido hacer por la influencia de cuatro grandes potencias con intereses contrapuestos pero con restricciones en el uso de su poder relativo sobre la región de la ASEAN (EEUU, China, Japón e India).
Además de muchas enseñanzas que la experiencia del Brexit plantea al Mercosur, en particular sobre las dimensiones existencial y metodológica de los procesos consensuales de integración económica, abre también cuestiones y desafíos interesantes para la agenda de la diplomacia comercial a desarrollar en la relación futura con el Reino Unido.
Un lugar destacado en esta agenda deberá ser la negociación de un acuerdo de comercio preferencial y de cooperación económica, que se celebre en el marco de las disposiciones de la OMC y, en especial, de su artículo XXIV.
Un punto de referencia debería ser el acuerdo ya negociado, pero aún no firmado, entre el Mercosur y la UE y que contó con la participación del Reino Unido. Pero el acuerdo que se negocie debería poner el acento, en su capítulo de cooperación, en medidas favorables al desarrollo de cadenas productivas transnacionales de valor. Especialmente aquellas que faciliten la articulación comercial entre empresas Pymes del Reino Unido y de los países del Mercosur, pero que incluyan también empresas de la Alianza del Pacífico y de otras regiones en desarrollo. Y también el acuerdo debería ser original por sus las válvulas de escape, que en determinadas situaciones bien definidas, puedan ser aplicadas para proteger a Pymes afectadas en su competitividad relativa.
Otro lugar destacado de la agenda debería estar orientado a desarrollar el potencial de ambas partes de operar como puente entre países de distintas regiones, tanto desarrolladas como en desarrollo. Es una capacidad valiosa para todo intento de construir espacios de cooperación entre naciones diferentes y que, a la vez, puedan estar vinculadas entre sí.
En el caso británico tal capacidad es producto de muchos años de presencia internacional de sus instituciones académicas y de sus múltiples “think tanks”. Un ejemplo es Wilton Park (https:// www.wiltonpark.org.uk/), con su amplia experiencia para brindar un espacio apropiado para la reflexión orientada a la acción práctica, siempre con una participación que refleja la diversidad cultural del mundo actual y de sus múltiples regiones.
Una red de pensamiento orientado a la acción, impulsada por instituciones de ambos lados, podría ser entonces otro aporte valioso a la construcción de un ámbito de trabajo conjunto entre el Mercosur y el Reino Unido.
El acuerdo que se negocie debería poner el acento, en su capítulo de cooperación, en medidas favorables al desarrollo de cadenas productivas transnacionales de valor