LA NACION

“CREO QUE DESPUÉS DE TOKIO ME RETIRO”

Tras la operación de cervicales a la que se sometió después de los Panamerica­nos, y con 34 años, la judoca dorada de Río 2016 se entrena para la última gran competenci­a de su carrera, a sabiendas de que el cuerpo no es el mismo

- Camila Iannini

La judoca Paula Pareto llega apurada. Logró escaparse unos minutos del Hospital de San Isidro para participar del lanzamient­o de un torneo de fútbol de uno de sus sponsors en el que participar­on también otros deportista­s. Lleva en la mano una bolsa de papel y la pasea por todos lados. Dentro de ella, está guardado el pequeño ambo que tendrá que volver a vestir cuando salga. La médica se entrena todos los días después de la guardia y cada vez que el cuerpo se lo permite lleva adelante una práctica de judo para empezar la puesta a punto rumbo a Tokio 2020.

Ya clasificad­a a la máxima cita del deporte por el puntaje que mantiene en el ranking mundial, Pareto se prepara para iniciar el calendario de competenci­as luego de superar una lesión en la columna que la llevó al quirófano. Fue durante los Juegos Panamerica­nos de Lima 2019 cuando sintió el adormecimi­ento de sus brazos por una molestia en las cervicales y tuvo que abandonar sin poder competir por el bronce. El dolor bajo la nuca era tan intenso que la llevó a perder fuerza en los brazos y a sentir que un pequeño malestar vertebral se apoderaba de su sistema nervioso. Aún con la dolencia, la “Peque” participó del Mundial de Japón de ese año y obtuvo un digno séptimo puesto.

Sabía que al volver a la Argentina debería someterse a una cirugía. En agosto pasado se le practicó una artrodesis cervical mediante la cual se le unieron las vértebras 5a y 6a con una placa para evitar el pinzamient­o. Seis meses después, y con 34 años, está lista para volver: “Me dieron el OK y en enero comencé a practicar judo. Aunque venía haciendo el trabajo físico, el entrenamie­nto del deporte me costó más porque tiene mayor impacto”, explica Pareto a la nacion luego del evento de la firma Gatorade.

Mientras transita uno de los últimos años de la residencia en traumatolo­gía, se prepara para poner primera en el calendario competitiv­o. A partir del 13 de marzo disputará el Grand Slam de Ekaterimbu­rgo, donde se colgó la medalla dorada en 2019 y este año figura como primera preclasifi­cada.“Hacebastan­tequeno compito. Me va a permitir entrar en ritmo y ojalá que saquemos un buen resultado, una medalla”, expresa.

“No es lo mismo que antes: lo bueno de que sea diferente es que no tengo el dolor ni la pérdida de fuerza, que es lo que me generaba la patología. Hay algunos pros y contras: me agarro de lo positivo porque por eso me operé”, dice la doble medallista olímpica y la primera mujer de la historia en obtener un oro para la Argentina, en Río 2016. Ahora, Pareto mide y planifica su futuro: “Voy a tener dos competenci­as: el Mundial de marzo y el Panamerica­no. La idea es meter lo justo para no exigirme de más por la cirugía”.

Su espíritu es superador. En ese metro y medio de altura se aviva un fuego sagrado que busca sobreponer­se a las adversidad­es. Sin embargo, Pareto entiende que el contexto cambió después de la operación: “Tiene sus riesgos (volver a competir). Tengo el alta médica y en principio estoy bien, pero no dejo de haber tenido una cirugía importante”. A modo de preparació­n, durante la segunda quincena de febrero la judoca participar­á de un campus de entrenamie­nto en el Cenard junto a deportista­s nacionales y japonesas.

Su coach, Laura Martinel, explica que se entrena todos los días y ambas hacen lo posible para acomodar sus horarios para que no coincidan con las guardias: “Vamos midiendo el entrenamie­nto. La idea es ir curando progresiva­mente sus gestos deportivos y sus capacidade­s físicas. Ella se va a recuperar bastante rápido, porque es una atleta con tesón”, detalla, y desea que el tiempo pase rápido para que su dirigida vuelva a ser aquella de tiempos dorados.

Sin embargo, Pareto advierte lo imaginable: “Yo creo que ya después de Tokio me voy a retirar definitiva­mente, porque hay muchas lesiones acumuladas y con la edad todo cuesta un poco más. Llego bien con 34 años, pero más no... Nosotros nos manejamos por ciclo olímpico. Por eso, cuatro años más ya sería demasiado”, dice la ganadora de dos medallas olímpicas (oro en 2016 y bronce en 2008), tres podios mundiales (oro en 2015, plata en 2014 y bronce en 2018) y 43 medallas en torneos oficiales de la Federación Internacio­nal de Judo (18 doradas, 10 plateadas y 15 de bronce).

La vuelta al ruedo será gradual. Si bien hay una planificac­ión, Martinel confiesa que “no es algo matemático. Si un día ella me dice que le duele algo o siente alguna molestia, cambiaremo­s su entrenamie­nto. La idea es ir recuperánd­ola, sobre todo del tren superior que es lo que menos trabajó en estos últimos meses para estar óptima”, dice la coach.

Con humildad en sus respuestas pero consciente de sus logros, la judoca admite que “tuvo suerte” de haber podido representa­r a la Argentina: “Lo hice mucho tiempo y durante un largo período, que eso es lo que más me han mencionado. No es que hubo una medalla y ninguna más, sino que eso se mantuvo en el tiempo”. Además, reconoce que sus méritos fueron un gran aporte para el judo. “Creo que le di al deporte argentino otra mirada: nadie sabía lo que era el judo y hoy en día la gente lo distingue mucho más de lo que era antes de que empezara a tener resultados. Creo que le di eso a la Argentina: que conozcan un deporte que era desconocid­o y más chicos puedan practicarl­o”, describe.

Consultada sobre el resto de los deportista­s, Pareto cambia el tono de la voz y pierde la mirada. Con los ojos en el horizonte y una voz que suspira al mencionar a cada uno por sus apodos, la Peque expresa su admiración por Emanuel “Manu” Ginobilli, Luciana “Lucha” Aymar, Georgina Bardach, Federico Grabich –quien para ella “hizo historia” en natación–, Fabricio Oberto y toda la Generación Dorada. También destaca a mujeres como Gabriela Sabatini. La conoció hace poco y quedó admirada por su personalid­ad: “Es una chica excelente y divina”. Aunque haya pasado el tiempo, conserva a la tenista en su memoria y recuerda que Sabatini “es uno de los personajes de su infancia”.

Paula Pareto se pierde entre la gente que se acerca a pedirle una foto, un abrazo y un saludo para sus redes sociales. Comenzó el año aprovechan­do al máximo cada esfuerzo diario, buscando competir a lo grande, y encara el eventual adiós olímpico a su estilo: de la mejor manera.

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@HOLAARGENT­INA La Peque Pareto en el hospital de san isidro, donde está completand­o la residencia como traumatólo­ga

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