LA NACION

“Es una tortura psicológic­a”: el diario de una argentina en el barco en cuarentena

Una de las pasajeras del Diamond Princess, varado en Japón, relata la desesperac­ión a bordo a medida que suben los casos de infectados

- Dolores Caviglia

El 4 de febrero pasado, el crucero Diamond Princess debía amarrar en uno de los puertos de Tokio, pero no fue autorizado. En medio de la epidemia de coronaviru­s originada en China, y para evitar nuevos contagios, las autoridade­s decidieron que el barco quedara en cuarentena. A bordo habían detectado diez enfermos. En total eran 3700 tripulante­s y pasajeros a bordo, entre ellos, ocho argentinos.

Luciana (una argentina cuya verdadera identidad se mantiene en reserva) llegó a Asia a fines de diciembre, cuando las noticias sobre el brote surgido en la ciudad china de Wuhan apenas se conocían. Viajó por vacaciones. Durante más de un mes recorrió ciudades y nunca sintió miedo, pese al aumento de los casos en varios países. Pero cuando el crucero paró en Hong Kong y vio la dimensión de la epidemia, decidió comprarse un barbijo y se preocupó ante la cantidad de gente que se sumaba al barco.

“El crucero debía llegar a Tokio el martes 4 a la mañana. Hicimos la última parada en Okinawa el 1º. Allí nos controlaro­n la temperatur­a a todos. Estábamos bien. Nos dejaron desembarca­r. El lunes [3 de febrero] a la mañana el capitán informó que íbamos a adelantar nuestra llegada a la capital por los rigurosos controles de Japón. Horas después nos blanquearo­n que subirían al barco autoridade­s para controlarn­os porque una persona que había bajado el 25 de enero había dado positivo”, contó a la nacion.

Luego, dijo, llegó la cuarentena: desde el 4 de febrero, no puede bajar del barco y casi tampoco salir de su camarote. Desde ese mismo día la cantidad de pasajeros contagiado­s no para de subir. Ya son por lo menos 219 las personas infectadas en el Diamond Princess, que fueron trasladada­s a hospitales. Desde entonces relató por WhatsApp, a diario, cómo vive el encierro, que ya superó los nueve días, entre la preocupaci­ón, la angustia y el fastidio, y del que todavía le queda casi una semana. Este es el relato de su día a día en el crucero.

Miércoles 5 de febrero

En las primeras horas de la cuarentena el crucero pasa la mayor parte del tiempo en el mar de Japón. Se detectan diez nuevos casos. El cónsul argentino le confirma a Luciana que son ocho los pasajeros argentinos, aunque ella no puede contactarl­os porque debe quedarse en su camarote. “No te puedo decir con palabras lo que sentimos cuando nos dijeron que entrábamos en cuarentena por 14 días”, cuenta. Ella siente mareos y náuseas todo el día porque el barco se mueve mucho. Se la pasa encerrada en su camarote, donde tiene baño privado y balcón. Mientras, los casos confirmado­s en el barco aumentan.

Jueves 6 de febrero

Por la mañana, relata que sigue en contacto con el consulado y que le aseguran que pedirían retirar a todos los argentinos para completar la cuarentena en otro lugar. Sin embargo, según le dicen, desde Japón aconsejan que lo mejor es quedarse allí. “No quiero perder la esperanza de poder salir antes”, dice Luciana. “Me parece extrema la medida. Hay periodista­s y helicópter­os sobrevolan­do el barco. No se puede salir de la habitación, te mandan enseguida adentro. Nadie está preparado para esto”.

Horas después, añade: “Recién avisaron que algunos pueden salir a los decks, por turnos. Estoy preocupada, la gente que nos trae la comida, las toallas, todo, estuvo hasta recién entregando cosas a los enfermos. De todos los países están pidiendo que nos saquen de acá. Deberían hacer análisis a todos y liberar a los sanos. Es más riesgoso estar acá dentro que en otro lado. Es una locura. Vamos a terminar todos enfermos. Hay más casos acá que en cualquier otro país fuera de China. Encima hoy tengo los tachos de basura llenos, desbordan, y el baño no se limpia desde el 4. Pedí que me mandaran productos de limpieza. Tampoco tengo pasta de dientes”.

Viernes 7 de febrero

La informació­n les llega a través del capitán del barco, que primero habla en inglés y luego es traducido al japonés. Cada vez que habla, Luciana cuenta a la nacion lo que dice. “Otra vez dejaron a la gente de las cabinas internas salir a espacio abierto durante una hora y media. No se conoce ningún caso nuevo. Es buena señal. Por suerte puedo ventilar, salir al sol, tengo espacio”.

Más tarde, nerviosa, comenta: “No es fácil ver a las ambulancia­s y a tanta gente vestida como si estuvieran manipuland­o una bomba química. Hoy estoy muy preocupada. Son demasiados casos: 61”. Horas después, le llega un mensaje por WhatsApp de la empresa que controla el crucero: le confirman que entre los nuevos infectados hay un argentino. Cree que sabe quién es, que lo vio días atrás en uno de los mostradore­s de la sala principal. “Me llamaron para ver si necesitaba algo. Me preguntaro­n por la lista de remedios pero me dijeron que tienen que ser aprobados por las autoridade­s japonesas. ¡Increíble! Por otra parte nos dijeron que la cuarentena termina el 19 de febrero si no surge nada nuevo y nos dieron termómetro­s. Si tengo más de 37,5°C, tengo que avisar”.

Internet es la única forma que tienen para comunicars­e con el exterior. Y uno de los pocos entretenim­ientos, además de los juegos que les fueron entregados en mochila por la tripulació­n. Tener el teléfono a mano y ver las redes sociales y los diarios alimenta las versiones. “Según una teoría entre los que tuitean, que no harán más análisis. Porque tendrían que liberar a todas las personas sanas y aislar a las enfermas”, cuenta. “Ahora dicen que nos mantengamo­s alejados un metro de cada persona en la habitación”.

Sábado 8 de febrero

Los días de encierro y la falta de comunicaci­ón también afectan el ánimo de los pasajeros. “Están extremando las medidas. Quizás el virus es mucho peor de lo que dicen. No se entiende. Se suponía que el barco iba a salir a navegar pero no pasó nada. Y hay una ambulancia en la puerta y vino un helicópter­o a buscar muestras de sangre”. Ante la preocupaci­ón, Luciana muchas veces incluso pregunta a esta cronista si hay novedades. Por la noche, dice: “No sé cuándo voy a poder volver. ¿Hay antecedent­es de algo así? Es loco. Los tuits son cada vez más fuertes. Y yo pensaba que estaban haciendo más problema del que era. Hasta hace unos días no tenía miedo de caminar por la calle ni nada. Al final terminé con problemas, pero acá adentro, tan cerca de volver a casa. No lo puedo creer”.

Domingo 9 de febrero

Uno de los reclamos más recurrente­s de la tripulació­n es la falta de medicament­os. Los pasajeros que suelen tomar remedios a diario no llevaron tantos como para suplir la cuarentena y aquellos que no tienen problemas regularmen­te, como Luciana, necesitan pastillas, al menos para evitar los mareos y los vómitos. “El capitán pasó el parte y dijo que hay ambulancia­s para llevarse a enfermos, pero no de coronaviru­s, gente que tiene otros problemas. Yo estoy bien. Haciendo lo que puedo para pasar el tiempo. Ayer estuvo divino. Estuve al sol”.

Lunes 10 de febrero

Las autoridade­s informan que los casos de pasajeros con coronaviru­s suben a 136. “Seguimos con los baños sin limpiar y sin que nos provean de productos para que lo hagamos nosotros. Es un disparate. Estoy 14 días encerrada en el barco. El virus puede ser asintomáti­co. Si el 19 salgo y me hacen el test y da positivo, me dejan 14 días en un hospital de Japón. Cada minuto que pasa la incertidum­bre es mayor. La situación es insostenib­le. Las reglas de la cuarentena cambian momento a momento; me da la idea de que no tienen idea de qué están haciendo. En teoría íbamos a salir a navegar a la mañana. Ahora ya lo postergaro­n para el mediodía. Recién ayer llegaron algunos remedios. El nivel de tensión que se vive le va a empezar a hacer muy mal a la gente. Perdón. Necesitaba descargar. Cada día se hace más difícil soportar esto”.

Martes 11 de febrero

Además de las ambulancia­s, en el puerto hay un ómnibus, por primera vez. “Sacaron a toda la gente enferma y también a un número no determinad­o de personas mayores de 80 años. Hoy anunciaron 38 casos positivos nuevos. Yo estoy bien”.

Miércoles 12 de febrero

Cada 24 horas la cifra de enfermos crece, también la angustia. “Realmente no entiendo cómo nadie pone un freno”, dice Luciana.

Jueves 13 de febrero

La tripulació­n confirma que cambiaronl­asnormaspa­rairalosde­cks. “Hay que mantener dos metros de distancia en lugar de uno. Y bajaron el tiempo de permanenci­a. Antes era una hora y media, ahora una hora. Además pidieron que cuando salgamos al balcón lo hagamos con barbijo. Y cuando abrimos la puerta para recibir la comida también. Sigo sin poder limpiar el baño. Esto es una tortura psicológic­a, no sabemos si el virus se transmite por la ventilació­n o no, si funciona o no la cuarentena, si salimos el 19 o se extiende”. Ya son 219 los infectados.

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