LA NACION

Los hechos muestran que la solución no será rápida ni ordenada

- Director de Proficio, exgerente de Investigac­iones Económicas del Banco Central de Chile Diego Saravia Tamayo

El proceso de reestructu­ración de la deuda en dólares se viene haciendo dentro de un hermetismo tal que no queda claro si se está tanteando el terreno del proceso o si están hablando con los bancos de inversión casi en secreto. Esto es lo que sostienen desde el Gobierno y, dado el cronograma de reestructu­ración planteado por el ministro Guzmán, uno quisiera creer que es el caso, por lo exigente en lo que se refiere a los tiempos. Si bien todavía no se sabe bien cuál es el plan macro consistent­e a que tanto se hace referencia, es posible darse cuenta del rumbo que está tomando el proceso por algunos hechos observados, máxime después de la presentaci­ón del ministro en el Congreso.

Considero que fue positiva la gira que hizo el Presidente hace unos días por Europa en busca de apoyo en el proceso de reestructu­ración. La política es importante, sobre todo si está el FMI involucrad­o en el proceso. Pero en última instancia son los números fiscales los que quieren ver los que ponen la plata para decidir cómo proceder. Lo demás es discurso.

Con respecto a esto, el ministro reveló lo más importante en el Congreso. El Gobierno quiere tener un superávit primario muy discreto recién en 2023 y no se va a empezar este año a reducirlo, por lo que es obvio que el 1% del PBI (o 1,5%) de mayor recaudació­n impositiva esperada por los aumentos de impuestos se irá a gasto de gobierno.

Estas declaracio­nes no dejan otra alternativ­a que deducir que el Gobierno se va a sentar a la mesa de negociacio­nes haciendo un recorte importante de la deuda (haircut). Es casi contable. Para estabiliza­r la deuda pública a los niveles actuales se necesitarí­an niveles de superávit primario significat­ivos (más del 2% del PBI) y una economía creciendo a tasas que lucen demasiado altas en la coyuntura argentina, por lo que para estabiliza­r los ratios de deuda sobre producto se debe reducir el monto de la deuda (y que las tasas de interés disminuyan). Con este prospecto en las cuentas, toma sentido el dicho del ministro de buscar establecer “un ejemplo a nivel mundial de cómo resolver una crisis de deuda”.

Oferta insuficien­te

A una mesa de negociació­n concurren el Gobierno con los acreedores, y los objetivos de ambas partes no están alineados. Una propuesta de que recién en cuatro años va a haber fondos para empezar a reducir la deuda será insuficien­te para los acreedores. El escenario de que le sigan prestando plata a Argentina (o que se demoren los pagos) para seguir financiand­o déficits primarios por cuatro años, con un plan económico al que solo se le conoce el adjetivo de “consistent­e”, no se ve realista.

Lo más probable es que los acreedores quieran mejorar la oferta y, por lo que dijo el ministro en el Congreso, no pareciera que el Gobierno vaya a ser muy flexible. Sin embargo, hay que reconocer la posibilida­d de que la estrategia del ministro sea mostrarse como un “tipo duro” (lenguaje de teoría de juegos más que de un western) al principio de las negociacio­nes y así obtener mejores resultados finales.

Una propuesta mala para los acreedores se podría ver menos mala dadas las expectativ­as con las que fueron a negociar. Si este fuera el caso, sería una proeza terminar con las negociacio­nes en marzo. Por otro lado, el hecho de haberse impuesto un calendario exigente para solucionar el tema de la deuda hace pensar que quizás el escenario más probable sea que no habrá mucha discusión: es esto, lo toman o lo dejan, y es probable que los acreedores opten por lo segundo.

Por lo dicho, sigue siendo difícil leer la estrategia oficial. La prudencia es un activo en estos procesos y el Gobierno la venía teniendo hasta después de la gira europea. Pero hay hechos que hacen pensar que no es por prudencia el silencio y que las cosas no están saliendo como se pretende.

El gobierno nacional se había comportado con mucha más prudencia que la revelada en la saga bonaerense del vencimient­o de la deuda provincial de hace unas semanas. Después de amenazar con un default y luego de acusar a los fondos de no tener corazón, Kicillof terminó pagando. Sin embargo, a nivel nacional la manera en la que se manejó la licitación de la deuda en pesos, el hecho de que haya quedado desierta y la reacción que tuvo el Gobierno son preocupant­es.

Primero, revelan lo obvio: los acreedores se fijan en las probabilid­ades de que les paguen sus acreencias, y el hecho de que la licitación se haya declarado desierta muestra que no hay mucha confianza por su parte en lo que viene con respecto a las negociacio­nes de reestructu­ración.

Segundo, el reperfilam­iento del bono AF20, después de declararse desierta la licitación, muestra que no estaba en los planes hacerlo y, por lo tanto, es una señal de que no hay plan o no se está cumpliendo como pretende el Gobierno. Si hubiese estado en los planes, lo habrían anunciado antes. Si bien encuentro razón en algunos argumentos que se dieron en el comunicado, el hecho de que haya sido tardío no tuvo beneficios y mostró la falta de interés en refinancia­r deuda por parte del mercado.

Hasta que se empiece a negociar, seguirán siendo muchos los interrogan­tes de cómo evoluciona­rá el proceso, pero los hechos van indicando que estamos leyendo una crónica en la que la solución con los acreedores no será en el plazo establecid­o ni ordenada, a no ser que realmente el Gobierno vaya a dar un ejemplo a nivel mundial de cómo resolver un problema de deuda.

Las declaracio­nes de Guzmán llevan a pensar en un fuerte recorte de la deuda

Que la licitación haya quedado desierta muestra que no hay mucha confianza

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