LA NACION

Cómo convive Juan Londero con las presiones en el tenis

El cordobés, que se reconoce “muy autoexigen­te”, cuenta cómo trabaja con su psicólogo y cómo es acostumbra­rse a la elite del tenis mundial a los 27 años

- Sebastián Torok

“Está hermoso jugar acá”, dice Juan Ignacio Londero, mirando de reojo el court central del Buenos Aires Lawn Tennis Club, con una tonada cordobesa de la que jamás se despojará por más kilómetros que haga por el circuito mundial. Cuentan que, hace unos días, el Topo se marchó con los ojos humedecido­s del Córdoba Open, donde defendía el título (escenario inédito para él a nivel ATP) y, sin embargo, trastabill­ó en los cuartos de final. Explican, aquellos que lo conocieron haciendo travesuras en las calles de Jesús María, que le pesó regresar al Mario Kempes “siendo otro”. Otro jugador; mas no otra persona. Continúa siendo igual de perfeccion­ista y se castiga: no se perdona las fallas. Pero, tras la mejor temporada de su vida, es consciente de ello y está trabajándo­lo con su equipo, que incluye un psicólogo desde hace cuatro años (Daniel Duran). Se le dibuja una mueca de felicidad en el rostro a Londero, después de avanzar a los cuartos de final del Argentina Open por primera vez, al vencer por 6-7 (3-7), 6-2 y 6-1 al serbio Laslo Djere (35°), el mismo que lo había derrotado frente a su gente.

En el tenis, a cierto nivel de la elite, la mente es todo. El manejo de las emociones tiene un valor esencial. Y el Topo, que en agosto cumplirá 27 años, está lidiando con eso. “Mi manejo de las emociones viene un poco inestable, se nota [sonríe]. Es que soy muy autoexigen­te. Es una de las cosas que venimos trabajando. Me permito muy pocos errores, es el gran problema que tengo. Pienso que tengo que hacer todo perfecto y ahí viene el error. Pero estamos trabajando. Hoy [por ayer] estuve mejor. Ahorré esa energía que me saca estar quejoso y usé la buena onda para estar renovado y no pensar mal. Me quedé muy contento, porque di una mejor imagen que en Córdoba”, le confiesa Londero a la nacion, antes de ponerse a pensar en su próximo partido.

Entrenado por Andrés Schneiter y preparado físicament­e por Roberto Maccione, afirma que “siempre fui igual”, pero que ahora “todo el mundo sabe” lo que hace. Dejó de competir en el Challenger Tour, la segunda categoría del tenis profesiona­l, fue número 50 del ranking en noviembre pasado y con apenas 53 partidos en el circuito mayor (26 victorias, 27 derrotas), está acomodándo­se en esta nueva realidad.

“Es difícil. Después del año que tuve, no es fácil revalidar todo. A todos les juega en contra y más a los que hace menos tiempo que están en este nivel, como yo. Es un momento de aprendizaj­e. Estoy intentando pasarlo; es un momento que se puede pasar”, comenta. Y argumenta: “Siento que todo me llegó un poco de golpe. Es un proceso que también estoy hablando con mi psicólogo. Trato de no engancharm­e mucho con las redes sociales, aunque sé también que es parte de mi trabajo, porque la gente que me sigue reclama saber más de algunas situacione­s o tener informació­n. Son cosas en las que estoy trabajando. El año pasado me llegaron cosas de golpe, como la prensa, las fotos, los autógrafos. También hay cosas buenísimas, como jugar en el court central del Buenos Aires. Hay personas que disfrutan más y menos”.

En Córdoba y, también aquí en Buenos Aires, Londero estuvo (y está) muy pendiente de su rincón. Aseveran que en el Córdoba Open quiso demostrar todo junto y que el efecto fue contraprod­ucente. En el Kempes padecieron, en silencio, su mamá Mariela, su papá Eduardo y su hermana Milagros. También su novia (la modelo Sofía Ravasi) y Agustín Caceras, su manager. Todos, de una u otra manera, son su sostén. Vive un momento para encarar con responsabi­lidad, pero también para disfrutar.

“Mi psicólogo no suele ir a los torneos en el exterior, pero la idea, para este año, es sumarlo a algunos. Tenemos distintas charlas durante el día, sobre todo después de los partidos. Hablo de la vida, no hablo demasiado de tenis o de la focalizaci­ón –apunta el tercer argentino del ranking individual, después de Diego Schwartzma­n y Guido Pella–. Hablamos de los problemas personales que tiene uno. Los mejores análisis los hacemos después de cada partido, cuando él me puede ver gestualmen­te y escucha las cosas que digo y que hago dentro de la cancha”.

Describen, aquellos que lo tratan diariament­e, que el Topo necesita hablarse “todo el tiempo” durante los partidos y hasta insultarse un poco para reaccionar. Está con un nivel bajo de confianza, ya que esperaba mejores resultados a esta altura del año (integró el equipo nacional de la ATP Cup, pero no jugó; perdió en la 1ª rueda de Adelaida y del Abierto de Australia; cayó en los cuartos de Córdoba). La adaptación al primer nivel del tour le está costando, quizás, un poco más de lo que esperaba. Y por ello los altibajos. Pero también sabe a la perfección las condicione­s que tiene y que si está allí fue porque lo logró por mérito propio, sin que le regalaran nada. Todo va de la mano con el poder de la mente. Cuando se serene, será peligroso. Y sueña con hacer ruido en Buenos Aires, en el torneo que veía de chico por TV y en el que ahora es protagonis­ta.

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ARGENTINA OPEN londero, en acción, durante el partido de octavos de final que le ganó al serbio laslo Djere

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