LA NACION

Conflicto en La Pampa

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Desde el 28 del mes último se mantuvo abierto en La Pampa un conflicto alentado por expresione­s políticas y sociales intemperan­tes con modalidade­s de trabajo indispensa­bles en actividade­s agrícolas comunes a todo el mundo desarrolla­do. Sin prórroga previa alguna a nuevas disposicio­nes sobre habilitaci­ón de centros de acopio transitori­o y reciclaje (CAT) de bidones vacíos de herbicidas, funguicida­s e insecticid­as, la subsecreta­ría pampeana de Medio Ambiente prohibió, de un día para otro, la comerciali­zación de agroquímic­os en el territorio provincial.

Después de haberse verificado que la Fundación Campo Limpio ha concluido la instalació­n en debida forma de las plantas que se había comprometi­do a inaugurar en Alta Italia y Colonia Barón, aquella medida quedó sin efecto el pasado martes. Resta ahora a la mencionada fundación, constituid­a con aportes de 90 grandes y medianas empresas de la actividad agropecuar­ia, poner en condicione­s de habilitaci­ón una tercera planta, la de Macachín.

Lo que no se dijo durante el conflicto fue que las autoridade­s pampeanas habían exigido además de Campo Limpio el cumplimien­to de requisitos que no estaban inicialmen­te establecid­os para la apertura de las plantas de reciclado. En medio de la tensión suscitada, el Colegio de Ingenieros Agrónomos de La Pampa recordó que entre el 60 y el 80 por ciento de los lotes sembrados con girasol se encontraba­n en el estado crítico de floración R1-R y, los de maíz, en estado V4-V8, situación también decisiva para la producción final de la gramínea. Ambos cultivos se hallaban, por lo tanto, frente a eventuales tratamient­os de resolución urgente para su sanidad.

Las entidades gremiales representa­tivas de los productore­s se manifestar­on durante el conflicto de forma acorde con posiciones sostenidas en el orden nacional: el campo quiere ser protagonis­ta de una producción sustentabl­e en todos los sentidos, para el suelo, para el ambiente, para la productivi­dad nacional y, en última instancia, para todos los habitantes del país. Pero rechaza constituir­se en rehén de demasías ideológica­s o de neurosis personales o colectivas que observan en el uso de fitosanita­rios riesgos para los que en cambio hay ceguera en hogares y jardines cuando se apela a productos de naturaleza igual o parecida a los que se aplican en el ámbito agropecuar­io.

Quien conozca el rigor con el cual se desarrolla­n en los Estados Unidos, al margen de banderías políticas predominan­tes en un momento u otro, las funciones administra­tivas y de qué manera se cumplen allí las leyes, debe haber anotado la coincidenc­ia temporal habida entre la controvers­ia suscitada en La Pampa y una nueva declaració­n de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) norteameri­cana. La EPA ha declarado una vez más que “no hay riesgos de preocupaci­ón para la salud humana cuando el glifosato –el fitosanita­rio más difundido en el mundo en su tipo– se usa de acuerdo con la etiqueta, y que no es canceroso”. Ya había dicho esto mismo la EPA en 2016 y repetido en 2019 por el testimonio personal de dos de sus altos funcionari­os.

De modo que no es el producto lo que daña, sino la ausencia de medidas indispensa­bles para su aplicación, como ocurre con el consumo masivo de tantos productos o, sin ir más lejos, con la manipulaci­ón de elementos eléctricos o del gas, que pueden producir muerte instantáne­a, y nadie dice por eso que deban ser prohibidos. Como tampoco el encendido de un modesto fósforo que puede terminar haciendo estragos. Pero una cosa es actuar con responsabi­lidad y sano criterio y otra fomentar respuestas que bordeen el disparate, por ideología, paranoia o voluntad política lisa y llana de dañar.

Un ejemplo de demasías inaceptabl­es está presente en el proyecto de ley enviado precisamen­te por el gobierno pampeano a la Legislatur­a provincial. Ese texto prohíbe pulverizac­iones a menos de 3000 metros de poblados, cuando son aéreas, o de 2500 metros de distancia en el caso de las terrestres. Si ese proyecto se convierte en ley causará perjuicios enormes a la economía provincial solo por la pretendida excusa de conjurar riesgos que ya están debidament­e controlado­s por buenas prácticas agrícolas fiscalizad­as por la autoridad pública. Solo las violentan personas desprejuic­iadas cuya conducta correspond­e ser calificada por jueces independie­ntes, despojados de prejuicios absurdos.

Por todo lo dicho, la relación del gobierno y de la Legislatur­a pampeana, en la que aquel tiene mayoría propia, sigue colocada bajo el foco de luces que iluminan, en definitiva, el estado de seriedad administra­tiva, política y jurídica del país.

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