LA NACION

Estética kitsch y un viaje a los noventa

Un minirrecit­al bien cargado de soul, rap, R&B y mucho glamour que se recicla

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Una voz en off dice que todo lo que allí suceda será grabado, por lo tanto, quienes están presentes han dado su consentimi­ento para que, llegado el caso, sus rostros aparezca en los vídeos. Esto se hace para evitar posteriore­s demandas judiciales o reclamos salariales. Pero den por seguro que, al menos todos los que están frente al escenario quieren ser parte, aunque más no sea por unos segundos, de la historia de esta cantante. Y sin cobrar un solo real.

Lizzo es hija de estos tiempos de inclusión porque, en definitiva, sube al escenario acompañada por un elenco de bailarinas (se puede prescindir de los músicos esta noche), para hacer lo mismo que la mayoría de las megaestrel­las del pop, pero sin ser rubia y con una silueta esbelta. Acaso sea una manera de decir que quiere ser como ellas. O, lo más probable, elija ese modo de imponerse desde su propia identidad. Como si a cada instante quisiera reafirmar que es absolutame­nte posible ser una estrella del pop, fuera de los cánones habituales (pero siguiendo al pie de la letra las reglas que indica el mercado de la música).

Entre el rhythm & blues y el rap Lizzo revolea su cabellera y repite sin cesar: “Hair toss, check my nails/baby, how you feelin’? Feeling good as hell”. Ese groove que alterna lo melódico con lo declamator­io se engancha con el tema que le da título a su último disco. “Cuz I Love You” es casi una tragedia en el tono de blues-balada de la década del 50. Lizzo hace gala de su potencia vocal de notas largas y palabras desgarrada­s, mientras se abanica con una especie de paleta que lleva su propia foto. El nivel de ego escala al ciento por ciento. A sus fans les encanta y ella lo sabe.

En la primera pausa larga algunas frases del recetario demagógico de toda estrella del pop que siempre es bien celebrado por el público sudamerica­no (Brasil no es la excepción). Enseguida se pone en marcha una nueva ceremonia con sus fans. Suena una marcha nupcial y, con anteojos de sol clásicos, cofia blanca y ramo de novia arremete con las primeras estrofas de “Truth Hurts” (tema que publicó primero sin edición discográfi­ca, en 2017). También suena “Juice” y más tarde cambia el switch al modo disco-punk y pone a todo su selecto público a bailar.

El semanario de moda y variedades neoyorquin­o The Cut publicó una nota referida a la cantante, en febrero del año pasado, con este título: “Es una cuestión de tiempo que todos amen a Lizzo como ella se ama a sí misma”. Bastó un puñado de canciones para darse cuenta de que por allí viene la cosa.

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